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El hombre que camina un paso detrás de la reina

Felipe de Edimburgo es desde ayer el consorte más longevo

El príncipe Felipe, duque de Edimburgo y marido de la reina Isabel, se convirtió ayer en el consorte más longevo de la monarquía británica. Cumplirá 88 años el 10 de junio y se mantiene en una extraordinaria buena forma física. Ha batido el récord de 57 años y 70 días que poseía la reina Carlota, esposa del rey Jorge III, que murió en 1818.

El duque de Edimburgo ha sido siempre un hombre polémico y ha disfrutado de ello. Los comentaristas más monárquicos subrayan que detrás de sus meteduras de pata se esconde un gran sentido del humor y el espíritu libre de un hombre que pertenece a una generación del pasado, que ni puede, ni quiere, ni debe cambiar. Y destacan sobre todo la buena pareja que hace con la reina: ella, de profesionalidad indiscutida, es fría como un témpano y de muy pocas palabras; él, de profesionalidad más dudosa, es dicharachero y cálido, aunque su probado clasismo y sus amagos racistas ponen en cuestión esa calidez.

De carácter dicharachero, es famoso por sus meteduras de pata

Felipe de Edimburgo ha ido siempre un paso detrás de la reina, sin hacerle sombra jamás. Muchos le han comparado al millonario Denis Thatcher, que encumbró con su dinero a su mujer, Margaret, la Dama de Hierro, hasta llevarla a Downing Street y luego se convirtió en su mejor y más discreto apoyo. O al príncipe Alberto, marido de la reina Victoria y único consorte varón junto a Felipe en 300 años de monarquía británica. Pero su discreción en los gestos no ha ido acompañada de discreción en las palabras. El duque no se conforma con las conversaciones formales a las que se ajusta la reina. No le basta con preguntar "¿y ha venido usted de lejos?" a los cientos, miles de personajes anónimos con que se cruzan en innumerables actos oficiales. Le gusta opinar y provocar.

Pero sus comentarios no siempre tienen gracia. Esconden a menudo racismo, clasismo, paternalismo, prejuicios, clichés geográficos, mal gusto. "¿Aún se tiran lanzas unos a otros?", le preguntó una vez a un jefe aborigen australiano. "Al fin dos irlandeses se ponen de acuerdo en algo", comentó al saber que dos estudiantes en Berlín procedían del mismo pueblo de Irlanda del Norte. "¿Cómo consigue que los nativos estén bastante rato sin beber para pasar el examen?", le preguntó en Escocia a un monitor de autoescuela. "Así que ha conseguido usted que no se lo coman", le dijo en Papua Nueva Guinea a un estudiante británico. "Si se queda mucho tiempo aquí se le pondrán ojos rasgados", le aseguró a otro en China. "¿Seguro que quiere seguir con esto?", ironizó, condescendiente, con Jomo Kenyatta en la ceremonia de independencia de Kenia.

Muchos atribuyen su carácter a una adolescencia solitaria de hijo único con padres que vivían de hecho separados: él, el príncipe Andrés de Grecia, ejerciendo de playboy exiliado por Europa; ella, la princesa Alicia de Bettenberg, encerrada en un sanatorio con esquizofrenia.

Felipe tiene sangre griega, danesa, británica, sueca, rusa y alemana y es primo distante de Isabel II: los dos son tataranietos de la reina Victoria. Habían coincidido de niños, pero Isabel le descubrió de verdad cuando tenía 13 años y visitó con su padre en 1939 en la escuela naval de Dartmouth. Se casaron el 20 de noviembre de 1947.

En la II Guerra Mundial tuvo su momento de gloria, aunque no fue desvelado hasta 60 años después por un veterano. Harry Hargreaves contó en 2003 que el futuro duque de Edimburgo, que con 21 años era el segundo de abordo, ideó una hábil estratagema para burlar a los aviones alemanes que estaban apunto de hundir el destructor HMS Wallace durante la invasión de Sicilia en 1943. Con sólo 20 minutos para pensar antes de la inminente acometida de la Luftwaffe, Felipe propuso despistar a la aviación alemana lanzando al agua e incendiando un bote salvavidas, para que en la oscuridad los alemanes pensaran que habían dado en el blanco. Las bombas cayeron sobre ese bote y el destructor siguió su camino.

Felipe de Edimburgo escucha a la reina Isabel II.
Felipe de Edimburgo escucha a la reina Isabel II.AP

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