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Conflictos laborales

Los 400 trabajadores de Vitelcom, en vilo tras anunciarse la extinción de sus contratos

La empresa de telefonía móvil representa un 25% de la facturación del PTA malagueño

Fernando J. Pérez

Manuel Peláez, de 30 años, lleva varias noches durmiendo "poco y mal". Casado, y con su esposa en paro, sobre sus hombros pesa una hipoteca de 580 euros mensuales por un piso de segunda mano. Hasta ahora, su sueldo de mileurista le ha permitido afrontar las letras. Hasta ahora. Manuel es uno de los 400 trabajadores de Vitelcom amenazados por el expediente de extinción de sus contratos presentado el jueves por la dirección de la empresa de telefonía móvil con sede en el Parque Tecnológico de Andalucía (PTA), en Málaga. "La cosa está difícil, pero la palabra despido no la aceptamos", afirma.

Después de que Telefónica, empresa que representa el 90% de los encargos de Vitelcom, dejara de hacer pedidos de celulares de marca blanca Movistar destinados a los mercados latinoamericano y africano, los trabajadores de Vitelcom acuden desde hace un mes a las dos gigantescas naves de la compañía en el PTA a pasar el tiempo. "Llegamos, fichamos y nos comemos la cabeza", asegura Manuel Peláez. Los empleados, hombres y mujeres de entre 25 y 35 años que no han cobrado el salario del mes de febrero, matan las horas como pueden. Unos leen, otros juegan a las cartas, algunos resuelven sudokus y los hay que huyen de los corrillos y aprovechan para preparar oposiciones.

Eso sí, todos están "con la oreja puesta para enterarse de los rumores". Los empleados, vestidos con batas blancas, están pendientes de la negociación que mantiene la empresa con la compañía estadounidense Sentex, con la que hace quince días se firmó un acuerdo de intenciones para la posible compra de Vitelcom. Esta operación "está enquistada", asegura el presidente de Vitelcom, Carlos Carrero. Sentex pretende que la Junta de Andalucía medie para refinanciar la deuda de 23 millones de euros que Vitelcom mantiene con distintas entidades bancarias. Además, lo que parece más difícil, los norteamericanos "quieren que Telefónica se comprometa a adquirir nueve millones de terminales en tres años". Cada móvil tiene un precio medio de entre 80 y 95 euros.

Vitelcom es una empresa joven, y no sólo por la media de edad de sus empleados. Fundada en 2001, se instaló en el PTA en junio de 2003 y tiene una sede en Grenoble (Francia) con cien ingenieros. En poco tiempo creció hasta los 800 asalariados, entre fijos y temporales, y llegó a adquirir, con ayuda de la Junta de Andalucía, las instalaciones de A Novo, antes conocida como Alcatel y mucho antes como Citesa. En 2004 Vitelcom facturó 311 millones de euros y en 2005 algo menos de 390 millones.

En 2005 comenzaron a vislumbrarse los primeros nubarrones. Ese año la producción bajó de cinco a cuatro millones de móviles y en julio de 2006 cien empleados temporales no vieron renovados sus contratos. En octubre pasado, la dirección adelantó el pago de los salarios al día 12 en previsión de un posible embargo que dejara a los trabajadores sin sueldo.

Muchos de los empleados viven la crisis por partida doble. En la empresa se han formado cerca de 20 parejas. Es el caso de Miriam Bautista, de 25 años y su novio, Óscar Ramírez, de 27. Ella ha perdido seis kilos y él ha debido vender un apartamento que tenía para poder pagar la hipoteca de 1.024 euros de un piso junto al pabellón Martín Carpena.

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La empresa es la única en España que diseña y fabrica teléfonos móviles. En 2005 recibió encargos de Grundig y de Bouygues, el tercer operador francés de comunicaciones. Eso sí, sus trabajadores no utilizan los teléfonos que construyen. "La empresa no nos hizo un precio especial", aseguran.

Trabajadores de Vitelcom, ayer, a las puertas de la empresa.
Trabajadores de Vitelcom, ayer, a las puertas de la empresa.JULIÁN ROJAS

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Sobre la firma

Fernando J. Pérez
Es redactor y editor en la sección de España, con especialización en tribunales. Desde 2006 trabaja en EL PAÍS, primero en la delegación de Málaga y, desde 2013, en la redacción central. Es licenciado en Traducción y en Comunicación Audiovisual, y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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