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Crítica:FERIA DE MÁLAGA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Adiós a la tristeza

Antonio Lorca

Un dolor cervical agudo, diagnosticado al finalizar el festejo del sábado en Bilbao, dejó fuera de combate a Hermoso de Mendoza, y con ello se esfumó la posibilidad de contemplar a los tres rejoneadores más sobresalientes del momento actual. El público no se arredró y acudió en masa para divertirse con una pareja espectacular. Y se lo pasó en grande, esa es la verdad. El festejo sirvió para olvidar la tristeza de una feria que ha asumido en el desconsuelo a la afición malagueña. Junto a los muchos momentos de sopor y farsa torista y torerista quedarán el dominio, la técnica y la gracia de dos caballeros toreros que han alcanzado un extraordinario canal de comunicación con los tendidos desde lo alto de caballos valientes y artistas.

BOHÓRQUEZ/VENTURA Y HERNÁNDEZ

Toros despuntados para rejoneo de Fermín Bohórquez, manejables.

Diego Ventura: rejón en lo alto (dos orejas); pinchazo y rejón en lo alto (oreja); rejón en lo alto (una oreja y dos vueltas).

Leonardo Hernández: pinchazo y rejón en lo alto (ovación); tres pinchazos y rejonazo (ovación); pinchazo, rejón trasero y dos descabellos (ovación).

Plaza de la Malagueta. 21 de agosto. Duodécima y última corrida de feria. Lleno.

Diego Ventura atraviesa un momento de asombrosa facilidad
Queda la esperanza de que un nuevo tiempo taurino sea posible en Málaga

Ventura atraviesa un momento de asombrosa facilidad. Lo suyo parece un juego de niños, y se muestra como un magistral rejoneador sosegado, muy lejos de la aceleración de antaño. Brilló a muy alto nivel en el primero, se lució templando a dos bandas y en las banderillas al quiebro; mató de un rejonazo sin puntilla y la plaza se vino abajo. Bajó la espectacularidad en el siguiente, en el que abundaron las pasadas en falso y algún fallo en banderillas; y volvió la euforia en el quinto, al que volvió a matar de un rejonazo en todo lo alto. El presidente se ganó una bronca de campeonato porque inexplicablemente le negó la segunda oreja.

No estuvo Hernández a la altura esperada. Su proyección es inmensa, pero se mostró acelerado, abusó de las pasadas en falso, falló en momentos cruciales, clavó trasero en otros y no estuvo acertado en la suerte final. Es un joven maestro, sin duda alguna; y como tal se le debe exigir.

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Más accidentada que la corrida del viernes por la noche resultó la nocturna del sábado. Si en aquella resultó herido grave el diestro Iván Fandiño, en esta visitaron la enfermería el subalterno Luis Miguel Collado y el matador César Jiménez. El primero resbaló junto a las tablas a la salida de un par de banderillas y allí fue zarandeado por el cuarto toro, que le produjo una herida en el tercio medio del muslo izquierdo con dos trayectorias de 8 y 12 centímetros, una contusión en el abdomen y otra en la tibia derecha y una herida incisa en el arco superficial superior del ojo izquierdo, todo ello de pronóstico grave. Jiménez resultó prendido cuando muleteaba al quinto, y fue asistido de una herida con arrancamiento de un colgajo de piel de 12 por 8 centímetros en la cara posterior del hueco poplíteo de la pierna derecha, sin lesiones vasculares ni nerviosas.

Se lidiaron tres toros de El Montecillo y uno de Julio de la Puerta, con cuajo y muy serios de presentación, pero mansos y de muy mala clase. La malagueña Mari Paz Vega se las vio y deseó con dos marrajos durísimos, a los que pasaportó como pudo entre el cariño de los suyos. Jiménez estuvo voluntarioso y aseado con su lote, sosísimo e inservible. Y se despidió como novillero el local Jiménez Fortes, que toma la alternativa en la feria de Bilbao. Mató dos novillos de Luis Algarra, mansos y sosotes, con los que, animoso en todo momento, no pudo demostrar si reúne o no condiciones para ascender al escalafón superior.

Acabaron las gafadas corridas nocturnas y una triste feria. Adiós a las petulantes figuras modernas -los más grandes y sofisticados enemigos de la fiesta- que tanto daño han infligido a esta afición generosa y festiva; adiós al becerro gatuno, un cáncer para la emoción; adiós a una autoridad sin criterio y al servicio de los poderosos; hasta pronto a una ciudad maravillosa que merece mejor suerte. Afortunadamente, siempre quedará la esperanza de que un nuevo tiempo taurino sea posible.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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