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Columna
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Alcaldes en procesión

Al papa Urbano IV lo recuerda la Historia sobre todo por dos cosas: por instaurar la fiesta del Corpus Christi y por prohibir que se tradujera y enseñara la obra de Aristóteles. De eso hace casi ochocientos años.

"Cante la fe, dance la esperanza, salte de gozo la caridad", decía la bula redactada por el Papa en 1264. Doscientos años después, el Corpus llegaba a Sevilla y se extendía por otras capitales andaluzas.

Hoy, 22 de mayo de 2008, cofradías, hermandades, cabildos, clero y obispos saldrán en procesión y ocuparan la vía pública de numerosas ciudades. Como en la Edad Media. Un rosario de imágenes precederá al cuerpo de Dios guardado en ricas custodias de plata y piedras preciosas. Algunas, como la de Sevilla, de proporciones monumentales: cuatro metros de altura y 465 kilos de peso. Un lujazo.

La Constitución garantiza "la libertad ideológica, religiosa y de culto" de todos los españoles y no pone más limitaciones que "el mantenimiento del orden público" (Art. 16). Sería bueno que en algún momento nos planteáramos si debemos poner límites a la ocupación del espacio público compartido por todos, creyentes y no creyentes. Pero, sobre todo, debemos reflexionar sobre la presencia de la autoridad civil y de representantes del Ejército y de la policía en las manifestaciones religiosas católicas.

La Constitución añade que "ninguna confesión tendrá carácter estatal". Es por ello inexplicable que en un Estado laico y aconfesional la autoridad civil, elegida democráticamente y que representa a todos los ciudadanos, asista y promocione actividades religiosas. Porque no se trata tan solo de que la mayoría de alcaldes y concejales cierren filas hoy en las procesiones del Corpus enfrascados en cursis chaqués. Es que, además, patrocinan concursos de altares, escaparates y balcones. Para más inri, en las bases del concurso que organiza el Ayuntamiento de izquierdas de Sevilla se dice que "quedarán excluidos los altares que no contengan referencias eucarísticas". Se pide al ciudadano que enaltezca a un dios concreto en la vía pública, y se le premia con cantidades que van de los 900 a los 1.500 euros.

El catedrático Julián Casanova escribía hace poco en éste periódico que "las instituciones públicas deberían permanecer al margen de la religión". Recordaba el profesor Casanova que los ritos religiosos "se eligen de forma libre", pero "no deben estar presentes en la política de un Estado democrático".

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He querido conocer, para trasladarla a ustedes, la opinión del alcalde socialista de Sevilla, Alfredo Sánchez Monteseirín. Ha sido imposible. Quizá estuviera ocupado en su particular batalla partidista. O probándose el chaqué. Monteseirín, como en Granada el popular Torres Hurtado, acude vestido con sus mejores galas, acompañado por buena parte de sus concejales, a la procesión de hoy y a otras muchas actividades religiosas católicas.

Sí me respondió esa pregunta la consejera de Gobernación, Clara Aguilera, que fue concejal socialista durante cuatro años en Granada. Aguilera reconoce no ser católica, pero que ha asistido a actos religiosos -no a procesiones- "en representación de la Corporación municipal". La consejera sostiene que estas manifestaciones religiosas tienen un enorme arraigo en la sociedad andaluza, por lo que "la Corporación tiene que estar presente".

Por el contrario, Antonio Rodrigo Torrijos, teniente de alcalde de Sevilla por Izquierda Unida, no asiste a actos religiosos de ningún credo "por respeto a los creyentes". Y también por respeto a los demás concejales, pide que si asisten, lo hagan a título personal. Reclama por último una reflexión para que las instituciones públicas no participen en actos litúrgicos de ninguna religión.

Canten pues, salten y dancen de gozo los católicos. Pero dentro de sus iglesias. Y sin la presencia oficial de los representantes políticos de todos los ciudadanos.

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