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Columna
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Arenas busca su Perejil

Hay que buscar votos donde sea y como sea. Ahora toca sacarlos explotando los más bajos instintos del ser humano: el racismo y la xenofobia.

En ese contexto hay que enmarcar la sorprendente reunión del comité ejecutivo del PP de Andalucía en Melilla, la pasada semana. En otro movimiento cargado de demagogia y electoralismo, Javier Arenas se llevó a los suyos de provocadora excursión a la que todavía es una ciudad formalmente española situada en el norte de África, Melilla. Arenas enviaba un mensaje claro y contundente a su electorado: yo sí me atrevo con el moro; los socialistas, no.

Porque lo de menos es que firmara un convenio de colaboración entre Andalucía y Melilla, que pondrá en práctica cuando sea (si lo es) presidente de la Junta.

La realidad es otra: Arenas se suma a la oleada xenófoba promovida por la derecha europea. Desde Suecia a Francia, pasando por Holanda y Austria, la derecha ha descubierto un filón electoral en la caza del inmigrante, al que le culpan de todos los males (después de Zapatero, claro).

Tras el escándalo de las deportaciones de gitanos rumanos en Francia y la cobardía de todos los jefes de Gobierno europeos que dieron su apoyo a Sarkozy, la presidencia rotatoria de la UE (Bélgica) ultima una medida para poder expulsar en grupo a los miembros de las bandas itinerantes de delincuentes, o "grupos criminales móviles", en las jerga comunitaria. Es decir, legalizar lo que hizo Sarkozy.

Curioso: persiguen tenazmente a quienes roban un bolso, pero dejan en paz a las bandas de especuladores itinerantes que se apoderan de miles de millones.

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La presidenta del PP en Cataluña, Alicia Sánchez Camacho, es la avanzadilla de esta cruzada racista que pretende disfrazar de lucha contra la inmigración ilegal. Su colega Alberto Fernández Díaz, presidente del PP barcelonés, va más allá: acusa a esos inmigrantes de abusar de la sanidad pública. El PP nacional suscribe estos planteamientos, que incluirá en su programa electoral. Como no, Arenas se suma al coro, apoya a Sánchez Camacho y reclama que "se termine con la demagogia del pasado, con el famoso papeles para todos".

Los Ayuntamientos de Badalona, Vic, Torrejón y Lepe, en manos de la derecha (CiU y PP), ya iniciaron a comienzos de este año su particular guerra para negar el empadronamiento a los inmigrantes sin papeles. Ahora, el PP defiende que sean los funcionarios municipales encargados del censo los que denuncien a la policía a esos inmigrantes.

Por miedo, muchos dejarán de empadronarse. Crearíamos así enormes bolsas de "extranjeros sospechosos", sin acceso a los servicios básicos del Estado de bienestar, con miles de enfermos sin atender, con miles de niños sin escolarizar.

A cambio, la derecha, el PP, reforzaría aún más su anunciada victoria en las urnas. ¡Qué más da si es a costa de violar los derechos humanos de miles de personas! Al fin y al cabo, los vamos a declarar "grupos itinerantes de delincuentes".

Ese fue el objetivo real de la excursión a Melilla de Arenas y sus muchachos. Ganar más votos. Lástima que le aguaran un poco la fiesta sus compañeros de la ejecutiva nacional. Porque tres días después de que Arenas, "el novio de la muerte", en palabras del portavoz socialista Mario Jiménez, se plantara en la antigua plaza española, el coordinador de Relaciones Internacionales del PP, Jorge Moragas, se sentaba en Marraquech con el primer ministro marroquí Abas El Fassi, para "fumar la pipa de la paz", como tituló un periódico conservador español, tras las provocadoras visitas este verano de Aznar y González Pons a la ciudad autónoma.

Porque Arenas quería, con su visita a Melilla, conquistar su particular Perejil, aquel islote marroquí que el simpar Federico Trillo tomó "al alba y con tiempo duro de Levante".

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