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Griñán busca remontar los malos sondeos con el apoyo de Rubalcaba

El PSOE lanza un mensaje de fuerza con una reunión entre Junta y GobiernoGaspar Zarrías no fue convocado al cónclave, al que sí asistió Luis Pizarro

Casi nunca los posados públicos de un grupo de políticos son casuales. Detrás siempre hay una intención. La foto de ayer en la sede del PSOE andaluz del presidente de la Junta y dos vicepresidentes del Gobierno -junto a miembros clave del partido y el Ejecutivo autónomo- la tiene. Y consiste en mandar un doble mensaje (externo e interno) de fuerza, trasladar que no hay lugar para el derrotismo, que con 2011 comienza la remontada de los sondeos, y que los socialistas andaluces cuentan con el poderoso respaldo y el impulso incondicional de lo más granado de la Moncloa. Además de José Antonio Griñán, que fue quien convocó, en la reunión previa a la foto estaban los vicepresidentes primero y tercero del Gobierno, Alfredo Pérez Rubalcaba y Manuel Chaves; la consejera de la Presidencia, Mar Moreno; el titular de Gobernación, Luis Pizarro; el portavoz parlamentario, Mario Jiménez; y la número dos del PSOE andaluz Susana Díaz.

La reunión se celebró en la sede del PSOE para quitarle el perfil oficial
La inclusión de Pizarro es un guiño a la vieja guardia y los equipos anteriores

Ni se tomaron decisiones ni se anunciaron medidas. Esa no era la idea. Se trataba de analizar y planear acciones conjuntas para los próximos meses, con la prioridad del empleo. Y, especialmente, de que se viera que están todos (o casi) y que los roces e incluso hostilidades de los últimos meses entre Madrid y Sevilla son agua pasada.Los actores de la reunión se escogieron cuidadosamente. Nada fue por azar y cada uno tiene un significado. La presencia de Manuel Chaves -con quien Griñán ha mantenido diferencias personales (trasladadas a la política) desde antes del congreso extraordinario de marzo que le aupó a la secretaría general- manifiesta el compromiso del ex presidente de la Junta y ministro con Andalucía, así como que la belicosidad entre ambos es historia. O al menos, no supone un obstáculo. También muestra el respaldo del PSOE federal (del que Chaves es presidente) y de la vieja guardia de los socialistas andaluces que él simboliza.

En esta clave es muy importante la asistencia de Luis Pizarro, miembro del Comité Director, aunque sin cargo orgánico relevante. "Se ha querido enviar un mensaje de tranquilidad a los equipos que han precedido al actual, a los veteranos del partido. Estamos en un momento de cierre de filas, no hay distinción entre los antiguos y los nuevos, y es preciso que se vea que entran todos", comentó un dirigente de la ejecutiva andaluza.

Pero hay ausencias notorias que hablan por sí solas. Gaspar Zarrías, secretario de Estado de Política territorial y responsable federal de Política Autonómica, no fue invitado. Las aceradas críticas que se dice que ha vertido en los últimos meses contra la gestión de Griñán en el partido le han dejado fuera. "Es que ni siquiera se ha planteado, es el presidente [de la Junta] quien convoca y se ha dado por hecho que no iba estar", dijo una persona cercana al jefe del Ejecutivo.

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Las relaciones entre Griñán y Zarrías en estos momentos son muy malas. Dirigentes andaluces llegaron a pedir explicaciones a la dirección federal por los reproches del número cuatro y preguntar si eran a título personal o una posición colegiada. La respuesta fue que no había ningún problema con Andalucía ni con su secretario general.

Sin duda, la pieza estrella de la maquinaria socialista que se quiso mostrar al electorado y la militancia con esta reunión es el ministro Alfredo Pérez Rubalcaba. Diputado por Cádiz, desde que se convirtió en el hombre fuerte de José Luis Rodríguez Zapatero, el PSOE andaluz no ha dejado escapar la ocasión de hacer ver lo cerca que está de él. Ya se hacía cuando era ministro a secas, si bien la marca Pérez Rubalcaba vale ahora mucho más: imagen y poder real.

Conforme se aproximan las elecciones municipales, las reuniones de coordinación entre Junta y Gobierno han experimentado una reseñable metamorfosis. Las primeras se celebraron en Madrid con menos afluencia y ninguna trascendencia. No obstante, la miscelánea de discrepancias, hasta entonces inédita, que se acumuló a finales de verano entre las dos Administraciones -pulso para elevar el endeudamiento de Andalucía, supresión de las ayudas a la VPO, enfado por la adjudicación por parte del Banco de España de Cajasur a la entidad vasca BBK, entre otras- forzó un almuerzo en el Ministerio de Política Territorial con comensales de fuste: además de Rubalcaba, José Blanco, ministro de Fomento; y Chaves. Esta vez fue Zarrías. Las asperezas se limaron y sentó un precedente. Ahora, la proximidad de las urnas y los nefastos indicadores de los sondeos han provocado otra vuelta de tuerca, de modo que el cónclave se ha mudado al terreno partidario (no oficial) y con proyección gráfica.

El contenido de lo que trataron ayer los congregado es difuso, según informaron fuentes del PSOE. Se habló de la necesidad de coordinar políticas en este año decisivo para la economía y el futuro del partido, y se analizaron proyectos conjuntos en materia de empleo, en concreto la reforma de las políticas activas y del Servicio Andaluz de Empleo (SAE).

En la conexión reforzada entre el PSOE andaluz y federal y ambos Gobiernos no prima solo la unidad obligada ante la crudeza de la crisis y el empuje del rival. La pérdida de Cataluña ha conferido a la organización andaluza mayor protagonismo. Preservar el bastión de Andalucía es vital. Razón de más para recuperar el cuidado que se ponía antaño en revestir las diferencias y exhibir el músculo del equipo.

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