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Reportaje:

Insólitas trincheras académicas

Alumnos de Bellas Artes construyen con sacos rellenos de alcornoque dos aulas en Málaga en un curso de autogestión

Demasiada penumbra para los lienzos. El arquitecto sevillano Santiago Cirujeda visitó la pasada primavera la nueva Facultad de Bellas Artes malagueña, invitado para aportar al edificio alguna de sus incendiarias sugerencias. "¿Cómo va a ser que las aulas estén bajo tierra?", inquirió. Su propuesta subversiva consistía en construir dos aulas en la luminosa azotea antes de Navidad. La idea se puso en marcha el viernes pasado, y Cirujeda sudó la gota gorda junto a los alumnos, reconvertidos en peones de la construcción que acarreaban pesados sacos terreros. Tras la presentación del proyecto, la universidad lo asumió como un curso de Autoconstrucción de espacios múltiples, por el que los alumnos consiguen créditos para la carrera. "Al final el espacio se convertirá en lo que ellos quieran: desde talleres nocturnos hasta un espacio escénico o una sala de exposiciones", sonríe.

El estudio que Santiago Cirujeda posee en Sevilla es una pequeña babel
Los alumnos comenzaron a rellenar 400 sacos de yute sobre una azotea

Sobre una azotea con excelentes vistas, los alumnos comenzaron a rellenar, con la grava esparcida por el solar, 400 sacos de yute procedentes de Vietnam. Armados con palas, cepillos y escuadras, su particular batalla persigue levantar unas trincheras-aula más que dignas. El proyecto busca una arquitectura asequible para el alumno profano. Pero también un tipo de construcción que ahorre energía gracias a materiales naturales. Para lograrlo, después de la estructura metálica soldada por profesionales y el suelo de losas aislantes, unas vigas de madera serán rodeadas por sacos rellenos de alcornoque de la Sierra de Sevilla, para luego cubrirlas con un toldo gigante a modo de membrana plastificada impermeable. Todo por 90.000 euros.

El espíritu inquieto impera en el alumnado. "La mayoría ya se han lanzado a proponer reformas. Han modificado el espacio para una barandilla y han propuesto que después de la capa de cal, los sacos se puedan decorar", relata Luca Stasi, arquitecto romano colaborador de Cirujeda junto a Guillaume Meigneux, que documenta todo el proceso para realizar vídeos.

Helena Suárez respira sobredosis de entusiasmo: "Hasta ahora sólo he dado rodeos: diseño, publicidad, decoración, restauración... Llevo toda la vida esperando para empezar Bellas Artes y siempre me he quedado en la pantalla. Esto no tiene nada que ver", decía la alumna rastrillo al hombro. Cristina Zorita, de 19 años, explicaba que el futuro uso lo decidirán entre todos, pero ella cree que deberían convertirse en aulas. "Lo veo claro, porque si ahora estamos en el sótano, cuando vengan los estudiantes del próximo curso no tendrán donde meterse", explicaba.

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Estas trincheras no son la única herramienta de agitación que actualmente utiliza el estudio del arquitecto, Recetas Urbanas. En Granada colaboran con un colectivo de 40 estudiantes de Bellas Artes y Arquitectura, Aula Abierta, en busca de un espacio céntrico donde crear. Después de un taller de debate, en un golpe de suerte encontraron un edificio a punto de ser derruido. Lo desmontaron por completo en sólo ocho días, y ahora sus materiales están a la espera de la financiación y permisos necesarios para levantar el cuerpo de otro edificio en terrenos de la Universidad de Granada, con el beneplácito del Rectorado y el Colegio de Arquitectos. "La alternativa radical a la vivienda pasa por la estrategia a gran escala y la negociación política", resume Cirujeda acerca de sus desafíos inmobiliarios.

Santiago Cirujeda, de 33 años, tiene ese poder de subyugar tanto a comisarios artísticos de alma rebelde y caché millonario, como a admiradoras espontáneas. "Nos levanta el espíritu a pesar de tanto saco, y además es simpatiquísimo", aclara su alumna Sonia Álvarez. El arquitecto calza discurso vertiginoso y a ratos ininteligible, plagado de huellas de jet-lag. "Si, vengo algo espídico (acelerado)", confiesa. Será porque no para. Es profesor de la universidad colombiana La Javeriana de Bogotá, este año ha asistido a la Trienal japonesa de Yokohama, impartido conferencias en Guadalajara (México), y antes de fin de año acudirá a Montevideo y Buenos Aires.

Chaqueta verde, zapatillas deportivas, pantalones de combatiente y ordenador portátil al hombro, atiende al móvil sin freno pero siempre luciendo sonrisa. El estudio que posee en la Alameda de Hércules sevillana, Recetas Urbanas, es una pequeña babel: Además de Stasi y Meigneux, aportan otros puntos de vista la portuguesa Tania Magdalena, el asturiano Román, el húngaro Gergo Kucusca y el uruguayo Alejandro Bonasso.

El hueco que su frenética actividad llena ha derivado desde un idealismo okupa en el que planteaba habitaciones en andamios y casas encima de los árboles, hacia proyectos más ambiciosos con instituciones, pero igual de provocadores. "Me acusan de haber perdido radicalidad. Pero a mí me parece más radical cambiarle la actitud a una universidad acerca de sus solares, que cuando una pandilla de colgaos ocupábamos una casa".

No abandona la causa, modula su discurso. "Hemos planteado eliminar los muros de los solares vacíos y obligar a dejarlos abiertos. Como pequeñas plazas y para que colectivos vecinales planteen equipamientos culturales", dice. El caso es que el órdago no ha caído en saco roto y el Ayuntamiento de Sevilla aprobará una ordenanza para autorizarlo en el próximo Plan General de Ordenación Urbana. "Durante 10 años he abogado por casos de ilegalidad, pero la gente no termina de asumir esas estrategias al desconcertarles que estén fuera de control", cuenta.

Stasi revela que en el estudio los proyectos varían a medida que el diálogo crece. Todos en Recetas Urbanas rechazan la "arquitectura espectacular" de edificios museos tan en boga, y prefieren estrategias eficaces y llamadas a la acción para reformar el espacio urbano. "Las trincheras en Málaga pretenden desmontar la idea de que hasta que no estés licenciado no puedes actuar", remacha.

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