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Columna
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Intrigas en el PSOE

Acabo de leer una novela negra en la que descubrir al asesino era tan obvio desde el inicio de la historia que hubiera sido más entretenido empezar el relato por el final e ir descubriendo poco a poco quién era el muerto. Para las novelas de suspense, me reconozco un clásico. En cualquier relato de Agatha Christie hay siempre un cadáver en los primeros capítulos y hasta el final del relato no damos con el asesino. Para ella, como para cualquier escritor de novela negra, la intriga se basa en una premisa esencial: un detective de novela no debe saber nunca más que el lector de esa novela.

Las últimas elecciones municipales fueron como una mala novela negra. Conocíamos lo que iba a suceder desde el primer capítulo, y la única sorpresa fue descubrir al final que la historia que había empezado con un cadáver -cadáver, en términos políticos-, concluyó en una escabechina. Había muertos -muertos, en términos políticos-, por todas partes. En cuanto a intriga, las elecciones fueron un horror: los electores sabían antes que el escritor lo que iba a ocurrir. Y durante el desarrollo de los acontecimientos no hubo motivo alguno para confundirse.

Antonio Muñoz Molina escribió Beltenebros con un arranque espectacular. Decía así: "Vine a Madrid a matar a un hombre que no conocía...". El relato comienza descubriéndonos al asesino confeso y, poco a poco, nos va explicando quién va a ser el muerto, que es una forma de construir un relato clásico desde una perspectiva distinta. Por hacer una similitud política, si Muñoz Molina, en vez de para Beltenebros, hubiera utilizado ese inicio para construir un libro sobre las próximas generales o autonómicas, el resultado hubiera quedado así: "Fui el perdedor de unas elecciones que todavía no se habían convocado..." Y desde ese arranque comenzaría a contarnos la historia.

En toda novela negra siempre hay dos historias. La historia de un crimen y la historia de una investigación. Debería pasar algo parecido con los partidos políticos y las derrotas electorales. Que una vez que ocurre la derrota, lo siguiente sería realizar una investigación para descubrir a los culpables. Algo más de un mes después del varapalo electoral del 22-M, el PSOE parece decidido a que en los resultados de las elecciones generales y autonómicas de 2012 haya la misma intriga que en los comicios de este año. O sea, ninguna. Vamos hacia la segunda parte de una nueva mala novela negra: intuimos el final, los lectores siguen sabiendo más de la trama que el escritor y la única sorpresa que nos queda por conocer es el calibre de la escabechina.

Henning Mankell, uno de mis autores preferidos de novela negra, pone esta frase en boca de uno de los protagonistas de su libro El hombre inquieto: "Vivimos la vida con un doble fondo, probablemente para no hundirnos si uno se abriese bajo nuestros pies". Los socialistas están a punto de rasgar el segundo fondo del doble fondo, por lo que van camino del precipicio. Las únicas intrigas en sus historias son internas y palaciegas. La mayoría de ellos parecen esperar la lectura del testamento, para conocer si queda algo en la herencia.

Hércules Poirot fue el eterno detective de Agatha Christie y alcanzó el protagonismo en 33 de sus novelas y en 51 de sus relatos cortos. Llegó a ser tan esencial, que la escritora británica acabó hastiada de él. Al menos así lo contó uno de sus nietos: "Nunca le faltaban ideas para sus libros, pero algunas no pegaban con el personaje de Poirot. Realmente, ella quería contar otras historias con otros personajes". Algo parecido le pasa al PSOE, que no acaba de encontrar ni nuevos personajes ni nuevas tramas ni nuevos relatos para llegar al público. Sigue sin aparecer nadie con capacidad de raciocinio, o con talento para enhebrar una resolución sorprendente del caso. O espabilan, o el final parece obvio. Elemental, que diría el querido Watson.

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