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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Inventario del desorden

Un recorrido por el último libro del poeta granadino Antonio Jiménez Millán

La poesía de Antonio Jiménez Millán es cada vez más reflexiva, más consciente, más calculada. La poesía de Antonio Jiménez Millán se acerca cada vez más a la intuición, a la sugerencia, al sentimiento. Parece que la reflexión y el cálculo le sirven al poeta para adentrarse en el mundo de las intuiciones y los sentimientos. Se trata de una música lograda, de una atmósfera que invita a indagar con lucidez en el pasado y fija los versos en ese territorio flexible en el que la historia se cruza con la experiencia personal. La voz de Antonio Jiménez Millán, contenida para fluir con intensidad, brota como un pensamiento que ya se ha convertido en estado de ánimo. Esa es la perspectiva desde la que se atreve a plantear su Inventario del desorden (Visor), libro por el que recibió el Premio Ciudad de Melilla. Un ejercicio de inventario suele relacionarse con la disciplina, el orden, el estado de cuentas bien ajustado y controlado. Si se desplaza a los campos del desorden, se convierte por necesidad en una aventura de inteligencia sentimental, en un ajuste de cuentas con las viejas ilusiones desde el espectáculo rutinario y frío del presente. La poesía de Antonio Jiménez Millán se hace cada vez más reflexiva para que los estados de cuentas se conviertan en ajustes sentimentales de cuentas.

El primer poema del libro, Dominio de la herrumbre, es un diálogo con la figura del padre, el recuerdo de un hombre que participó de los sueños y de las banderas patrióticas del franquismo, y vio cómo su mitología desembocaba en una estricta moral de flores muertas. Este recuerdo se asume en un momento en el que el poeta asiste también, desde la madurez, a la propia descomposición de algunas de sus ilusiones. Los mundos diferentes llegan a encontrarse en un estado de ánimo que permite la nostalgia, el recuerdo de los libros compartidos y de las antiguas experiencias infantiles. El último poema del libro, sugiriendo así una arquitectura bien trazada en la memoria, se dedica a la madre. Desde una biblioteca antigua parte del recuerdo de la madre en los años sesenta, cuando era bibliotecaria de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Granada. El niño jugaba por el patio del Palacio de las Columnas en las tardes de trabajo materno. Muchos años después, el poeta y profesor universitario consulta los ficheros de la biblioteca de la facultad y se encuentra con la letra clara de la madre, una verdadera caligrafía del pasado que une el esfuerzo intelectual con los ecos que nacen del interior del sentimiento.

El poema termina con el verso "cómo va acercándose la muerte hacia nosotros", que lleva directamente al lector a las Coplas de Jorge Manrique por la muerte de su padre. La intuición de la muerte provoca de forma inevitable una ética, que en el caso de Antonio Jiménez Millán no significa la negación de la vida, sino la afirmación humana del tiempo, de la nostalgia y la ilusión como ámbito moral. Porque el ajuste de cuentas de este Inventario del desorden da como resultado una ética alejada del cinismo. La pérdida de la mitología personal, la revisión del pasado, el regreso a las calles de la ciudad, la desacralización del Aullido de Ginsberg, la peripecia triste de un mundo que pasa del Gran Hermano de Orwell a la televisión basura, no conduce a la renuncia, sino a la afirmación ética de la vida. El tiempo, ese pasajero escondido en todos los asuntos humanos, invita al calor de los amores terrenales, y a seguir buscando la luz del futuro en la mirada de los niños. Entre las ruinas iluminadas por la inteligencia y la cercanía de la muerte, los versos amorosos y los dedicados a su hija Laura, o a la hija de un amigo, perfilan la voluntad moral del libro, y hacen de la poesía de Antonio Jiménez Millán un ejercicio de pensamiento sentimental, una intuición lúcida del mundo.

Este Inventario del desorden vuelve a demostrar que, en tiempos difíciles, los buenos poemas son una compañía moral para los viajeros que no desean engañarse.

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