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Columna
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Lectores y cadáveres

Me pareció genial la metáfora, la del forense como lector de cadáveres. Es bueno que las editoriales pongan una sinopsis de los libros en las solapas. A veces, es una buena llamada para comprarlo; otras, un magnífico aviso para descartarlos. En la mesa de un compañero encontré el otro día un ejemplar cuya sinopsis empezaba así: "En la antigua China, solo los jueces más sagaces alcanzaban el codiciado título de lectores de cadáveres, una élite de forenses que, aun a riesgo de su propia vida, tenían el mandato de que ningún crimen, por irresoluble que pareciera, quedara impune".

La medicina forense lleva siglos intentando atar los cabos sueltos de muchas muertes inexplicables partiendo de una base: los muertos hablan. Un cadáver es un jeroglífico y cada detalle un interrogante, leo que dice el doctor Reverte Coma, miembro de la Escuela de Medicina Legal de Madrid. Este forense asegura que su trabajo tiene mucho de traductor y bastante de carpintero de huesos. Y lo explica así: "Los huesos son un papel de calco, una placa fotográfica o una computadora electrónica en la cual quedan registrados todos los acontecimientos que han tenido lugar durante la vida de un sujeto, desde antes del nacimiento hasta incluso después de la muerte". Un crimen, en definitiva, no es más que el resultado de la confluencia en el espacio y en el tiempo de dos vidas que se encuentran violentamente, la de la víctima con su asesino.

A la actual situación del PSOE en Málaga, le pasa un poco como a los crímenes, que no es más que el resultado de la confluencia en el espacio y en el tiempo de dos bandos que se encuentran de forma violenta: la dirección provincial y los críticos que los auparon a esos cargos. Descartada la posibilidad de que la crisis interna se pueda explicar desde el ámbito de la política, bueno será pedir la colaboración de los forenses para dar una explicación a lo que tiene toda la pinta de acabar en una muerte política anunciada. Y a partir ahí, verificar que todos son víctimas, a la vez que asesinos.

Los socialistas en Málaga se han abierto en canal con dos bandos irreconciliables, los que están en la actual dirección y algunos de los que estaban antes, que son los que pusieron a los que están ahora. Y la historia de los dos bandos es como son los huesos: un papel de calco donde cada uno de sus protagonistas lleva registrado todos los acontecimientos que han tenido lugar durante su vida política. La misma táctica y métodos para mantener el control del partido: el reparto de cargos públicos, el premio a las lealtades y el absoluto sectarismo frente al discrepante. La situación es complicada. Se trata de un jeroglífico con dos soluciones: una mala y otra peor.

El PSOE en Málaga, a poco más de 40 días de las próximas elecciones generales, está corriendo un riesgo evidente: la momificación. Convertirse en un partido político que no alcance en esta provincia el 25% de respaldo entre el electorado, que fue lo que logró en las pasadas municipales. Los desaciertos de la actual dirección están minando la credibilidad de sus miembros, con un problema añadido: la credibilidad de los críticos no está por encima de los criticados. En muchos casos, hay una exactitud milimétrica entre el día que perdieron el cargo y la jornada que decidieron empezar a ser críticos.

Los politólogos, al igual que los forenses, son también lectores de la muerte, pero de la política. Diseccionan los partidos y analizan la fauna interna para identificar lo ocurrido. A las derrotas les pasa como a los cadáveres, que también hablan. El recuento electoral del 20-N determinará cómo y por qué se perdió. Y para esa conclusión no hará falta llamar a esos jueces sagaces de la antigua China que llegaban a alcanzar el estatus de lectores de cadáveres. Solo habrá que seguir los restos que se va acumulando por tantas puñaladas traperas.

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