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Columna
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Mentiras y tele circo

La joven sevillana Marta del Castillo ha sido presuntamente asesinada por su ex novio Miguel Carcaño. La policía sospecha que un hermano de Miguel y dos amigos han participado de alguna forma en el ocultamiento del cadáver.

Casi doscientos efectivos de la policía, del ejército y de la Guardia Civil recorren los ochenta kilómetros del Guadalquivir desde el punto en que posiblemente fue arrojado el cadáver hasta la desembocadura del río. Familiares y amigos de Marta lloran su muerte.

Al tiempo, docenas de periodistas informan sobre el trágico suceso. La mayoría lo hace con rigor y prudencia. De otros no puede decirse lo mismo.

Determinados programas de televisión han encontrado en la muerte de Marta otro filón para desplegar su particular telecirco. Han tardado muy poco en contactar con los amigos de la víctima y de los implicados en el crimen. El domingo, una joven de 14 años, acompañada de su madre, que dice haber sido novia de Miguel Carcaño, se sometió a un grosero interrogatorio en una televisión nacional. Al día siguiente, la joven apareció en otras televisiones.

Las alarmas han saltado una vez más. El defensor del Pueblo, José Chamizo, ha recordado que los derechos de los menores deben ser protegidos, aunque sus padres consientan en que acuda, invitada o pagada, a los platós televisivos. La fiscal jefe de Sevilla, María José Segarra, ha abierto diligencias para averiguar si esas apariciones públicas atentan contra la intimidad y el honor de los propios menores. El Consejo Audiovisual de Andalucía estudiará las informaciones emitidas por las televisiones públicas y privadas en la comunidad.

Es difícil para un periodista pedir la prohibición o censura de un programa de televisión. Yo, desde luego, no lo voy a hacer. Aunque antes habría que discutir si esos programas y esos presentadores pueden ser amparados bajo el paraguas del periodismo. Creo que no. Son presentadores de un circo que explota sucesos tan dramáticos como el de la desaparición y muerte de Marta con tal de ganar audiencia.

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Hay una manera mucho más inmediata y sencilla para que esa telebasura no siga contaminando las televisiones. Está en el mando a distancia. Simplemente con apretar un botón, se apaga la tele tonta o se cambia de canal. No es obligatorio ver la televisión.

El ciudadano es quien debe rebelarse ante el insulto a su inteligencia que significa este tipo de programas. Ya está bien de quejarse de la telebasura, pero seguir engordando macabras audiencias.

Las mentiras del PP. Las matemáticas son una ciencia exacta. No fallan. Dos y dos son cuatro. Punto.

El pasado domingo, el PP reunió a un nutrido grupo de militantes y simpatizantes en Málaga. Sus dirigentes cifraron en 50.000 los presentes en la plaza de la Constitución y la calle Larios. La Subdelegación del Gobierno dio la cifra de 13.000. Este periódico fue más preciso: había 12.861 personas. Calculó los metros cuadrados del espacio ocupado y lo multiplicó por el número de personas que caben en un metro cuadrado: cuatro si están muy apretadas. Estamos a la espera de que el PP diga qué sistema de cálculo empleó. Sea cual sea, es imposible que en ese espacio acotado quepan 50.000 personas.

El PP miente y lo sabe. Y en contra de lo que dicen algunos de sus voceros, la discusión sobre el número de asistentes no es un asunto baladí. No es una anécdota.

La pregunta es: ¿confiaría usted en un partido que engaña en algo tan elemental como el número de personas que caben en una plaza?

Mal deben andar de ánimos y de moral cuando tienen que engordar sus cifras. Pero las plazas y las calles no se estiran a voluntad de quien las ocupa. No dan de sí. Se atienen a las leyes de las ciencias exactas y éstas dicen que dos y dos siempre son cuatro.

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