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Entrevista:CHUCHO VALDÉS | Pianista | Signos

"Mozart también improvisaba"

Por la casa de Quivicán de Chucho Valdés pasaban a diario algunos de los mayores maestros de la música cubana. Siendo un niño, Chucho tuvo la oportunidad de vivir la música sin ningún tipo de complejo. Por eso no duda en afirmar: "soy músico porque soy hijo de Bebo Valdés". El pasado domingo, el joven que admiraba a su padre y a sus afamados visitantes demostró que con los años se ha convertido en uno de los más grandes pianistas de jazz del mundo. Chucho Valdés clausuró el Festival Internacional de Jazz de Granada con un concierto en el que dio un repaso a su amplia discografía.

En Cuba existe una pasión especial por la música. "Es culpa del ambiente. El cubano es muy musical, muy rítmico. Además, hay muy buenas escuelas que hacen posible que el primer impulso creativo pueda verse reforzado por el aprendizaje de la técnica", explica.

Observando la trayectoria de Chucho hay dos nombres que se repiten una y otra vez, Bebo y Cuba. Al preguntarle a quién le debe más, el pianista no lo duda ni un instante. "A mí me formó mi papá, él es mi maestro. Yo aprendí viéndolo a él, si soy músico es porque él ha existido, aunque después haya asimilado muchas otras influencias y haya tenido diferentes maestros", aclara.

Gracias a su casa, convertida en escuela musical, a los tres años tocaba el piano de oído y a los catorce terminó solfeo, teoría y piano. Además, con nueve años se subió al escenario del Tropicana y dio muestras de su talento a un público que no se creía que aquel niño pudiera ser responsable de aquellas melodías. "Recuerdo que aquel día mis padres se enfadaron bastante. Habían tratado de evitar que tocara en el Tropicana porque al día siguiente tenía que ir al colegio", comenta.

Después llegarían los años de la fundación del grupo Irakere, la primera formación cubana de la historia que logró un premio Grammy. "Ahora se cumplen 35 años de Irakere. Habrá conciertos por Europa y algunos de los miembros fundadores volveremos a juntarnos con algunos años más", comenta Chucho, que, además de tener más años, también tiene más Grammys, un total de cuatro. "Se trata sólo de un premio. Unas veces ganan los mejores y otras no, así que tiene una importancia relativa", puntualiza.

Además de su talento para el jazz, Chucho no ha renunciado nunca a la música clásica. "En mi casa era Bebo el que traía el repertorio cubano, pero también tuve otros profesores con los que aprendí piano clásico. Aprendí que Mozart también improvisaba, que las líneas que separan los géneros no son tan firmes. Una vez, en un festival de piano clásico en Bérgamo (Italia) se me ocurrió improvisar sobre una sonata de Mozart. La gente se sorprendió mucho pero al final aplaudió. Ahora quiero grabar versiones de diferentes clásicos", afirma.

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Interesado por la experimentación, Chucho mantiene abiertos muchos frentes. Son infinidad los proyectos y compromisos que saca adelante, sin perder nunca esa compostura tan cubana al hablar, sin acelerarse, como sin miedo al tiempo. "No pienso todos los proyectos que tengo pendientes porque de hacerlo no los haría", comenta mientras se muestra ilusionado por un disco que espera que pronto vea la luz y que se titulará El sonido Quivicán, el pueblo al sur de La Habana en el que se crió su padre. "Allí había un músico popular que se llamaba Cecilio. Cecilio inspiró mucho a mi padre y me debo a los sonidos de mi tierra, a mis orígenes, que son sonidos sureños", explica.

Finalmente, Chucho agradece a los organizadores del Festival Internacional de Jazz de Granada haberle concedido "el honor y la responsabilidad de clausurar este evento, por el que han pasado nombres muy importantes para el jazz". "Debo decir que la organización es perfecta y que el prestigio internacional del festival no ha hecho más que crecer", asevera, no sin recordar su actuación del pasado año en el Festival de Jazz en la Costa, en Almuñécar (Granada). "Fue una noche mágica en un lugar muy hermoso", concluye.

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