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Reportaje:

"Pasábamos hambre"

Los alumnos de una residencia militar universitaria de Sevilla fueron mal atendidos por un supuesto desvío de fondos de los mandos

Javier Martín-Arroyo

"Pasábamos hambre y no es una manera de hablar. Llegabas al comedor, te daban dos patatas y media y cuando pedías más, te contestaban que no había dinero. Yo pagaba 400 euros al mes. Estamos indignados porque se han estado riendo de nosotros". La rabia de una alumna de la residencia universitaria San Hermenegildo en Sevilla, que pide el anonimato, expresa bien el calvario que sus 180 estudiantes vivieron durante cuatro años. A pesar de abonar altas cuotas al Ministerio de Defensa por su estancia, los alumnos sufrieron una carestía inaudita.

Cuatro de ellos lo relataron a la juez togado militar Esperanza Baena, que ha imputado a dos coroneles, un comandante y un subteniente por supuesta malversación de fondos públicos, traducida en una estricta dieta para los alumnos. "Algunas comidas eran incomestibles. Había demasiadas cosas fritas sin que escurrieran el aceite. Algunas comidas estaban en mal estado como, por ejemplo, un arroz agrio que pusieron para cenar un día. La calidad era mala y la cantidad era mínima", declaró el estudiante P. G. M. a la juez el pasado 16 de junio.

"Estamos indignados porque se han reído de nosotros", dice una alumna

Un informe pericial provisional desveló un agujero de 100.846 euros sólo en 2009. La mayoría de alumnos, que comían con frecuencia pizzas y kebabs en establecimientos externos, apuntan al subteniente F. C. B. como responsable de la confección de los menús, aunque será la instrucción judicial la que determine la responsabilidad última y si afecta a los cuatro altos mandos imputados.

El desvío de fondos contó con la supuesta connivencia de los proveedores de productos Femar SL, Acacio y Hermanos Ross. Consistía en ahorrar alimentos pese a tener presupuesto y recibir otros productos no estipulados por Defensa. La juez lo expuso así: "Existen divergencias de productos recepcionados que no han sido facturados, reflejados bajo la rúbrica fuera de lote". También había albaranes transformados en facturas que no coincidían con la entrada real de productos en cocina, según la magistrada.

Uno de los jefes administradores de Femar SL reconoce que todos los meses "había productos al margen de los lotes, como vinos de distintas marcas". Pero matiza que nunca detectaron irregularidades. "Ganamos el servicio por concurso, no a dedo", añade. La empresa Femar SL también suministraba alimentos a Instituciones Penitenciarias. Hasta 2007, cuando los sindicatos denunciaron la llegada de un cargamento de 630 kilos de carne en mal estado a la cárcel de Algeciras (Cádiz). Instituciones Penitenciarias le retiró la certificación de buena ejecución porque "presentó deficiencias en el servicio", según una portavoz. Femar ya no sirve a las prisiones.

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Las quejas de los alumnos se dirigían por escrito al coronel y director de la residencia, de iniciales F. M., pero caían en saco roto. Algunos militares padres de alumnos se dirigieron al Ejército de Tierra, que también ignoró sus quejas y esperó hasta la jubilación del coronel para iniciar una investigación interna que derivó a la justicia militar.

La precariedad se había instalado en la residencia. "La carne estaba mal cocinada y el pescado parecía de plástico (...) era imposible de comer (...) el subteniente me dijo que iba a tener que quitar hasta el tomate porque no tenían dinero, diciéndome todo esto a gritos delante de mis compañeros y que no iba a poder darles folios para que confeccionaran los menús", declaró a la juez el alumno de iniciales J. I. R. En paralelo a la comida, la limpieza comenzó a menguar y si antes las limpiadoras repasaban cada cuarto a diario, con el tiempo la limpieza era cada 15 días.

Ahora la situación ha dado un vuelco. "El desayuno parece una charcutería", ironiza una alumna. Uno de los funcionarios que exige el anonimato afirma que el presupuesto para comida a diario es de 1.200 euros, y el coronel F. M. "tenía destinado el mismo dinero y sin embargo sólo se gastaba 800". "La alimentación de los estudiantes era un día sí y el otro también de huevo fritos", añade.

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Sobre la firma

Javier Martín-Arroyo
Es redactor especializado en temas sociales (medio ambiente, educación y sanidad). Comenzó en EL PAÍS en 2006 como corresponsal en Marbella y Granada, y más tarde en Sevilla cubrió información de tribunales. Antes trabajó en Cadena Ser y en la promoción cinematográfica. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y máster de EL PAÍS.

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