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Reportaje:

Ruptura tras 15 años de idilio

Los votantes del GIL en Marbella asumen la operación Malaya con resignación pero sin sorpresa

Javier Martín-Arroyo

Confusión, desconcierto, adulación, arrepentimiento, resignación. Nunca sorpresa. Los votantes del GIL en Marbella acumulan sentimientos encontrados tras la operación Malaya, que culminó con la disolución del Ayuntamiento. Escépticos ante el futuro político de la ciudad, se empeñan en hacer notar que la actuación policial que descabezó el equipo de gobierno municipal no ha cogido por sorpresa a nadie. La mayoría resalta que los desmanes eran un secreto a voces y que incluso les ha extrañado que se retrasara tanto la intervención de la justicia.

Hoy día, 15 años después, la polémica figura de Gil sigue contando entre sus votantes con un gran prestigio. "Este hombre prometía pero hacía muchas cosas, porque antes estuvieron los socialistas y no habían hecho nada. En la segunda legislatura podía haberlo hecho mejor y luego ya fue el caos total, porque todo el que entró a su lado entraba a robar", afirma José Antonio Merino, quien votó al GIL hasta 1999.Para otros, el desconcierto inicial ha provocado, después de unos meses, una toma de conciencia. "Claro que me arrepiento, porque nos han dejado sin un duro. El Ayuntamiento de Marbella siempre fue muy rico y ahí nos ve, sin dinero ni para las fiestas patronales", critica Ana Rodríguez, vecina que insiste en que su voto fue para que Julián Muñoz se alzara con la alcaldía, no para Marisol Yagüe, que se convirtió en alcaldesa tras una moción de censura en 2003. "Nadie se esperaba eso de una vecina del pueblo", dice con cara de asombro.

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Vergüenza

Los votantes del GIL no esconden su condición. "¿Vergüenza? Para nada, al principio no había tantos impresentables", justifica Ángel Jiménez. Ante la comisión gestora formada tras la crisis, estos vecinos muestran una indiferencia y desconocimiento.

A mediados de los noventa, el GIL llegó a tener 11.000 afiliados, que no pagaban cuota pero cuyo carné se convirtió para muchos en el mejor salvoconducto para obtener jugosas ventajas en el ámbito local. A Jesús Gil le encantaban los baños de masas y si un día entregó más de mil jamones, otro día subió el listón y entregó las llaves gratis de una promoción de más de 300 viviendas. "No era un partido al uso, sino que el pueblo reaccionó por la ilusión de Gil", rememora Julio Izquierdo, de 79 años, último secretario del partido.

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La portavoz municipal del GIL hasta su disolución, Mariló Miñones, concejal de Cultura durante ocho años con Gil, diferencia la última etapa vivida. "No se puede juzgar a todo un grupo político, porque en todas las familias y partidos hay sinvergüenzas. Nos han demonizado y después de una época de ilusión me he sentido engañada", critica a raíz de la operación Malaya.

El triunfo del populismo de Jesús Gil tiene su origen en muchos factores, pero entre ellos destaca que Marbella se nutre en su mayor parte de una población de aluvión, compuesta por personas desarraigadas de distintas provincias, y que experimentaron un gran desencanto ante las opciones políticas de la Costa del Sol a finales de los ochenta. Esta patente desilusión coincidió con una crisis económica generalizada a principios de los noventa que creó el caldo de cultivo perfecto para que el GIL cuajara en las elecciones de 1991.

"Una sociedad con poca tradición como comunidad, sin raíces fuertes y con intereses más instrumentales, fue el objetivo perfecto para el populismo. Una comunidad atípica donde era fácil hacer la vista gorda", ejemplifica Manuel Pérez Yruela, presidente de la Federación Española de Sociología. Este tejido social llegó dispuesto a copar los crecientes puestos de trabajo en el sector servicios y construcción y su primera preocupación fue siempre la protección del nivel de renta, por encima de las anomalías políticas. "Los marbellíes se vieron desbordados por estos aluviones", añade el sociólogo.

Plantilla

El mayor activo de Gil residía en la dualidad entre la estructura política y la social, ésta última potenciada a través de una plantilla de empleados desorbitada que generaba numerosísimos votos cautivos. "El problema de aquí es que había un arca muy grande y, como todo el mundo metía la mano y podía coger, decían para adelante, que aquí no pasa nada...", se queja el ex militante José Antonio Merino.

Según indican las últimas encuestas, el candidato independiente alejado de los grandes partidos, disfrutará de su hueco en las próximas elecciones municipales. Y este hueco será considerable, porque el resultado esbozado arrojaba una horquilla de entre tres y cuatro concejales al voto independiente. Entre los nombres que las quinielas locales barajan figuran el ex presidente del Real Madrid Lorenzo Sanz, y el ex coordinador del PGOU marbellí Arturo Moya, aunque lo cierto es que nadie se ha lanzado a la piscina. El impacto de la operación Malaya es demasiado reciente y aún resta un año para que se celebren las elecciones.

"Lo ocurrido en Marbella ha sido una especie de boomerang con efectos perversos, que se vuelve no sólo por el problema moral sino por la necesidad de mantener un sitio turístico puntero, que requiere una visión de futuro ausente estos últimos años", concluye Pérez.

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Sobre la firma

Javier Martín-Arroyo
Es redactor especializado en temas sociales (medio ambiente, educación y sanidad). Comenzó en EL PAÍS en 2006 como corresponsal en Marbella y Granada, y más tarde en Sevilla cubrió información de tribunales. Antes trabajó en Cadena Ser y en la promoción cinematográfica. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y máster de EL PAÍS.

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