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Los cambios en el Gobierno

Vuelve el incombustible Plata

Paulino Plata regresa al Gobierno después de tres años como titular de Cultura

Vuelve el incombustible Paulino Plata. Tras un breve paréntesis de algo más de dos años sin salir a diario en los medios de comunicación, uno de los cargos públicos socialistas omnipresentes en el devenir andaluz regresa de la mano de José Antonio Griñán a la cartera de Cultura cuando ya todos le daban por amortizado. Su último destino, que aceptó como un galeote su cadena, fue la candidatura a la alcaldía de Marbella en 2007, ganada, como él mismo se había barruntado (por eso no quería ir) de manera esplendorosa por la popular Ángeles Muñoz. A los cuatro meses de penar como concejal dio por cumplido su compromiso con el partido y se marchó.

Antes, Paulino Plata (Melilla, 1953) había ocupado una rica antología de puestos en las administraciones: siete años de alcalde de Antequera (Málaga) -su pueblo, en el que nunca ha dejado de vivir, ni siquiera durante su amarga experiencia marbellí-, diez como consejero de Agricultura y Pesca, y tres de titular de Turismo, Comercio y Deportes, de donde salió a regañadientes rumbo a la Costa del Sol. Todo, sin dejar de ser diputado durante 28 años, exactamente los mismos que tiene el Parlamento andaluz.

"Sigo en las listas porque me llevo bien con todo el mundo", dijo hace seis años en una entrevista como una manera de explicar la habilidad que le atribuyen para situarse siempre en el lugar adecuado. Y profundizaba: "Para cuatro días que vamos a estar aquí, lo importante es hacer amigos. La inteligencia emocional tiene cada vez más importancia". Desde que Griñán accedió a la presidencia de la Junta apostó por él. Le gusta, dicen. Sin embargo, no lo puso en primera fila, le encargó erradicar los cansinos tópicos que arrastra esta tierra con el proyecto denominado Andalucía 10. A la segunda oportunidad, el flamante secretario general del PSOE regional y presidente de la Junta le ha asignado una consejería exenta de polémica, casi tan amable y lucida como Turismo, desde donde Plata solía aparecer en las encuestas de opinión como uno de los consejeros mejor valorados, incluso por encima de Manuel Chaves.

Y podría haber lidiado toros más bravos. Como se puede deducir de su historial político, Paulino Plata es un superviviente. Al llegar en calidad de cuota guerrista en 1994 a la Consejería de Agricultura y Pesca, supo enseguida sacarle partido a un departamento árido y, además, sumamente conflictivo, con la reforma del olivar decretada por Bruselas y los enfrentamientos con el ministerio que dirigía la popular Loyola de Palacio. Lucía por entonces un bigotillo que le daba aire de galán de cine de los años cincuenta y corría ya un buen puñado de kilómetros diarios. De carácter socarrón, se sentó con un sinfín de asociaciones -a las que acabó metiéndose en el saco-, descubrió el filón político de la aceituna como seña de identidad andaluza y paseó la idea de un anuncio americano de jamón y aceite con Antonio Banderas que nunca se hizo.

Turismo le vino como anillo al dedo. La imagen y, sobre todo, la pericia en venta y promoción son valores capitales en este departamento. Cuentan que si no hubiera ido a Cultura, habría sido el portavoz parlamentario. Cuando fue alcalde de Antequera, su antecesora Rosa Torres era concejal. Ahora le sucede él. Todo queda en el llamado clan del mollete.

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