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Tres acusados curtidos en interrogatorios

Benítez, Delgado y García se mostraron ágiles y seguros de sus coartadas

Si alguna conclusión se puede sacar de las tres primeras sesiones del juicio del caso Marta es que a los imputados no les asusta un tribunal. Una de las bazas de las acusaciones podía ser el miedo escénico, jugar con los nervios, apretar los tornillos en los interrogatorios hasta que la presión acabara por traicionar a alguno de los acusados. Pero Miguel Carcaño, Samuel Benítez, Javier Delgado y María García llevan casi tres años contestando preguntas de policías, jueces, fiscales, abogados, familiares y amigos. Y si en algún momento les tembló la voz cuando relataron sus movimientos del 24 de enero de 2009, ya no.

Igual que el temple de Carcaño llamó el martes la atención de todos, la locuacidad de Samuel Benítez dejó ayer boquiabiertos a los que le escucharon. Respondió rápido, con fluidez, con su coartada tan aprendida que en ocasiones caía en la tentación de adelantarse a preguntas que todavía no le habían hecho.

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Lleva en libertad provisional desde diciembre de 2009 y se nota que se ha leído, solo o con su abogado, todo lo que se ha escrito sobre él y su implicación en el crimen. Como cuando se puso a explicar, sin que nadie le hubiera preguntado, por qué llegó al dispositivo de búsqueda de Marta la noche de su desaparición muy desabrigado para ser enero. "Cuando llegué a mi casa me quité una chaqueta de color beige y la dejé allí...".

Benitez ha dejado su defensa en manos de su exnovia y los amigos con los que asegura que estuvo desde el mediodía hasta las dos de la madrugada de aquel 24 de enero. Si ellos testifican a su favor, su coartada es sólida. Pero en su contra tiene también que, el día que le detuvieron, se inculpó ante la policía. Ayer insistió en que lo hizo por "presiones, coacciones y amenazas". "Pensé que luego con mis testigos ya podría demostrar que todo era falso", le explicó al tribunal. Su relato, siempre coherente, deja una gran duda en el aire: ¿Cómo pudo un tipo, que ayer demostró ser muy listo, confesar su participación en un delito en el que no tenía nada que ver?

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Parecidos, por contundentes, fueron los testimonios del hermano de Carcaño, Javier Delgado, y su novia, María García. Él, sumamente correcto y hasta con un punto pedante. Ella, más coloquial. Pero ambos compenetrados paso a paso, minuto a minuto sobre lo que hicieron la noche del crimen y los días posteriores.

Delgado se presentó como una víctima del engaño de su hermano, que siempre le negó su implicación en los hechos. "Yo estaba convencido de que no había hecho nada. Y creo que mi obligación era darle ánimos y apoyo". En esta fe ciega en Carcaño y un gran afán de "protección" explica Delgado muchas de los decisones que tomó aquellos días y de las que recelan el fiscal y la acusación particular, como aconsejarle a su hermano no acercarse al barrio de Marta o contactar con un abogado ("le estaban destrozando la vida en televisión", sostuvo).

Carcaño tampoco levantó nunca las sospechas de la novia de Delgado, según contó esta ayer. María García, que en aquellas fechas era una estudiante de Podología que asegura que apenas había cruzado tres palabras con el hermano de su novio, insiste en que la noche del crimen estaba estudiando en la casa en la que supuestamente se cometieron los hechos y que por allí no pasó ni Carcaño, ni Benítez, ni El Cuco. Lo mejor de su coartada es que no tenía una razón de peso para encubrir a tres desconocidos.

Los padres de Marta atienden a los medios de comunicación
Los padres de Marta atienden a los medios de comunicaciónALEJANDRO RUESGA

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