Diez años de expulsión a un senegalés por vender cedés
Un joven senegalés de 24 años ha sido condenado por el Juzgado de lo Penal número 1 de Motril a ser expulsado de España por un período no inferior a diez años por un delito contra la propiedad intelectual.
El 7 de julio del pasado año, en un mercadillo en la localidad costera, Moustapha Ndiaye instaló, según la versión policial, un tenderete sobre una manta en la rambla de los Álamos, donde ofrecía 147 copias de discos de música y 35 películas "burdamente falsificados todos ellos, lo que evidenciaba a simple vista que no se trataban de originales", detalla la sentencia.
En opinión del magistrado, el acusado actuó con "evidente ánimo de lucro, pues es bien conocido que, de hecho, la venta de estos soportes falsificados constituye el medio de vida en nuestro país", argumenta. Por estos motivos, el senegalés ha sido condenado a un año de prisión, que en su caso será sustituida por la expulsión del país durante no menos de 10 años, y 3.240 euros de multa.
En opinión de Plácido Toquero, abogado del joven, la sentencia "no constituye ninguna sorpresa, como tampoco el hecho de que no vaya a ejecutarse, porque Ndiaye se encuentra en paradero desconocido". De hecho, Toquero sólo ha tenido ocasión de hablar con su defendido durante unos minutos, el día de la detención. Tras su puesta en libertad, el joven huyó y el juicio tuvo que celebrarse sin que él estuviera presente. "Estará lejos, eso seguro. De todos modos, no habrá forma de hacerle regresar porque se encontraba indocumentado y Senegal no va a recibir a un ciudadano sin que pueda confirmarse su nacionalidad. No es extraño que en estos casos los inmigrantes destruyan su pasaporte", argumentó.
La pista de Moustapha se pierde rápido cuando se inicia su búsqueda. Su dirección oficial es en el municipio granadino de Churriana de la Vega. La vivienda, que se encuentra en un estado lamentable, alberga a unos veinte senegaleses en un espacio óptimo para cuatro. Se trata de uno de los llamados "pisos patera", la primera residencia de los jóvenes que llegan a la zona, generalmente en embarcaciones que alcanzan la costa de Granada. "Aquí cada dos semanas los negritos son sustituidos por otros, salvo unos cuantos que han conseguido trabajo", explica un vecino mientras uno de los senegaleses enseña cientos de cartas que permanecen junto a la puerta, esperando que su destinatario las reciba algún día, la mayor parte procedentes de organismos oficiales.
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