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JOSÉ A. RUIZ ALMENARA | EL PERFIL

Un beato para después de la batalla

Los socialistas acuñaron la denominación cambio tranquilo para incorporar a la dirección del partido a una generación nueva de políticos. Pero ¿a qué se refiere la tranquilidad? ¿Al cambio en sí? ¿O al sosiego, casi rayano en la beatitud, de los personajes de recambio? A José Antonio Ruiz Almenara lo definen sus conocidos como un tipo tranquilo, la bondad personificada, la encarnación de la temperancia y un dechado de discreción, templanza, dulzura y cordialidad. En fin, un beato. Todo ello a pesar de haber vencido al candidato apoyado por la ejecutiva regional y haberse formado políticamente al rebujo de José Mellado, el hombre que abrió una brecha con Manuel Chaves que trajo graves consecuencias.

¿Pero cabe colocar a un santo al frente de una secretaría provincial que se ha caracterizado hasta anteayer por los pugilatos fratricidas? ¿Será un santo con dos pistolas? La generosidad de Ruiz Almenara, testimonian sus hagiógrafos, ha llegado al punto de ofrecer la presidencia del partido a José Mellado, la persona a quien ha relevado al frente del PSOE. ¡Las virtudes teologales y las potencias del alma encarnadas en una sola persona! ¡Bendito sea Almenara!

Almenara, por lo demás, no fuma, no bebe, no se le conocen aficiones salvo el paseo y la lectura serena de un libro de Miguel Delibes, adora la campiña, es familiar, discreto y austero. Si mezclamos estas virtudes y trazamos una línea vital nos saldría un perfil plano. Pero, insistimos, ¿puede ser plana la silueta de un dirigente político encargado de pacificar un país donde aún humean las fumarolas de la batalla? No, dicen sus incondicionales, pues tiene vida interior. Ruiz Almenara, dicen, es un tipo de gran calidad humana, comprensivo, que no rehuye el debate pero sin recurrir al tremendismo o la altisonancia, un maestro vocacional que aplica sus cualidades pedagógicas a conversaciones que en otros casos acabarían en bronca pero que tampoco se deja apear del burro.

Antes de que Ruiz Almenara fuera proclamado secretario del PSOE de Córdoba por cuatro votos de diferencia, las disputas entre José Mellado y Manuel Chaves llegaron al extremo de que fueran destituidos varios delegados de la Junta por su afinidad con el secretario provincial. Ahora, dicen, los socialistas cordobeses, hartos del guirigay, más que a un secretario han elegido a un hermano cartujo: fray Almenara.

Durante los rifirrafes entre las familias socialistas, Ruiz Almenara permaneció atrás, observando, sin hablar. Este hombre, a quien también se refieren como el bálsamo, nació hace 44 años en Palma del Río, e inició su carrera política como concejal encargado de Deportes, la misma área que dirigió más tarde cuando se incorporó a la Diputación Provincial. Su carrera política se cimentó cuando fue designado vicepresidente de la institución provincial. Todos estos cargos, sin embargo, no han logrado arrancarlo de su pueblo, y durante años y años ha recorrido a diario los 70 kilómetros que median entre su casa de Palma del Río y la capital. Muchos días, cuando tenía que quedarse a trabajar hasta tarde, Almenara llegaba a la Diputación provisto de un bocadillo envuelto en papel de aluminio que devoraba con disciplina monástica a la hora del almuerzo junto a un mazo de expedientes.

Si en política es un tipo desacostumbradamente equilibrado, personalmente tampoco hay mucho donde escarbar. José Antonio pertenece a la rama pobre de los Almenara y la mayor audacia juvenil que se le conoce es su afición al balonmano. Almenara no sólo jugó en la División de Honor sino que incluso fundó un club de balonmano, el Ars, en el que los propios jugadores debían lavar y planchar los atuendos deportivos que estrenaban los domingos frente al equipo de la competencia. Y pare usted de contar. El resto es disciplina, abnegación y silencio.

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Ruiz Almenara está casado y tiene una hija adolescente. Entre ella y su esposa reparte el tiempo libre. Nunca ha hecho vida social y los que lo han visto participar en la feria de su pueblo se aprestan a puntualizar que pese a las altas horas y la música retumbante de la caseta donde charla siempre llega sobrio a la madrugada. Hay rumores de que le gusta la música clásica, de que lee ensayos y novelas históricas, pero no se les debe prestar demasiado crédito pues son noticias cogidas al azar, secretos desprendidos de un carácter sobrio y ensimismado.

Si toda esta placidez y calma que hemos predicado de la biografía de Ruiz Almenara es la característica esencial del cambio tranquilo habrá que convenir que el PSOE, dentro de unos años, será una congregación perfectamente centrada salvo que aparezca algún apóstata que turbe las aguas mansas.

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