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Un candidato a contramano llamado Griñán

El aspirante socialista a la Junta afronta su responsabilidad más difícil

Lourdes Lucio

El hombre que ha elegido hoy el PSOE como cuarto candidato socialista a la presidencia de la Junta de Andalucía lleva yéndose de la política desde principios de este siglo. Fue consejero de Salud en 1990 y ministro de Sanidad y de Trabajo con Felipe González desde 1992 a 1996. Con 65 años, este inspector de Trabajo, licenciado en Derecho, se estrena como líder de cartel electoral. Pero a diferencia de sus antecesores (Rafael Escuredo, José Rodríguez de la Borbolla y Manuel Chaves), afronta las novenas elecciones autonómicas a contramano.

Los socialistas andaluces siempre han ido a favor de la corriente electoral por sus propios aciertos y, también, por los errores de sus adversarios. La duda, en siete de las ocho convocatorias andaluzas anteriores, era por cuánto ganaría el PSOE. En las de marzo de 2012 es por cuánto perderá y si esa derrota le permitirá a Griñán seguir siendo presidente de la Junta con apoyo de Izquierda Unida. No se trata solo del pronóstico de todas las encuestas publicadas desde 2009: hace ocho meses, en las municipales, el PP ganó por primera vez en Andalucía por siete puntos y hace un mes lo volvió a hacer en las generales por nueve de diferencia.

Sus amigos le apodaban en 2008 'El Cometa' por su brillantez
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Griñán empezó la legislatura en 2008 siendo vicepresidente segundo, responsable económico y amigo de Manuel Chaves. Y con un apodo, El Cometa. Así le bautizaron sus amigos de pandilla del PSOE. Lo veían como un astro luminoso, el mejor para suceder a Manuel Chaves tras 19 años continuados como presidente andaluz. A su preparación económica, su solidez intelectual y su solvencia en el sector empresarial y sindical -hasta Javier Arenas le dijo, a principios de este mandato, que lo consideraba lo mejor del Gobierno- unía otra condición básica y mucho más importante en esos momentos: era el único que garantizaba una transición sin ruptura en el PSOE, el consenso total y absoluto.

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Sus amigos también tenían motes: El Tomate, Charrán y Pulpón, sobrenombres que corresponden a Martín Soler, Luis Pizarro y Antonio Fernández. La pandilla se rompió el día en que Griñán, al que hubo que convencer para que aceptara ser presidente de la Junta, tomó su segunda gran decisión de esta legislatura -la primera fue la de aceptar la presidencia-, al provocar el adelanto del congreso del PSOE andaluz para asumir la secretaría general del partido en marzo de 2010. Lo exigió cuando comprobó que para hacer los cambios que pretendía necesitaba exhibir ese galón. Y ahí empezaron los problemas con Chaves y con los otros tres miembros de su pandilla que de consejeros pasaron a ser exconsejeros.

Griñán nunca ha llevado el maillot amarillo en su carrera política y ahora lo hace en las condiciones más adversas para todos los gobernantes, cuando parece imposible sumar más problemas que afrontar. Empezó su mandato con una tasa de paro del 17,8% -ahora es del 30%- y con una mano atada por las limitaciones presupuestarias. Aún así, en su investidura logró descolocar al PP e ilusionar no solo al PSOE sino a los sectores progresistas con un discurso en el que se envolvió en la bandera del mérito y la capacidad y proclamó a la educación "como la principal política económica" de su Gobierno, un mensaje que Arenas le ha copiado ahora.

El discurso de la meritocracia lo ha atropellado la herencia de los ERE, un caso de corrupción que le ha supuesto un fuerte desgaste, en el que ni siquiera ha tenido el consuelo de decretar el cese de los responsables políticos de este desaguisado porque no están ya en el Gobierno.

También se han producido algunos nombramientos de delegados en las provincias, en las que el partido ha seguido proponiendo al que le ha venido en gana, valga o no valga. Y además está la torpeza con la que su Ejecutivo y su querida Carmen Martínez Aguayo han gestionado la reforma del sector público. Los aceptables resultados en política educativa, sanitaria y de bienestar social no lucen en una legislatura tan durísima como ha sido esta.

Los cambios más radicales los ha hecho en el PSOE, donde ha apostado por un relevo generacional que, según ha dicho en muchas ocasiones, Manuel Chaves "no supo, no quiso o no pudo hacer". No obstante, a este cambio se vio en cierta medida obligado porque él, que pertenece a la generación de la foto de la tortilla y que también es un dinosaurio del socialismo -por cierto, ¿dónde están las dinosaurias del PSOE?- no encarna esa renovación. El equipo que eligió para el partido y el grupo parlamentario no genera confianza en muchos ámbitos del PSOE, sobre todo, aunque no solo, porque carece del aval de unos buenos resultados electorales.

A lo largo de los dos años y ocho meses que lleva como presidente, la incertidumbre sobre si la elección de Griñán fue la correcta ha ido en aumento en el partido socialista. El candidato a la presidencia de la Junta de Andalucía para 2012 es un político muy atípico. Es muy espontáneo, tiene una idea de cualquier cosa -sus amigos le llaman "el hombre que lo sabe todo"- y esa franqueza provoca que acabe cometiendo griñanadas porque acaba desdiciéndose de lo que ha dicho unas horas o unos días antes. Todo lo contrario de lo que hacía cuando era vicepresidente económico, cuando su máxima era la de no hables si no mejoras el silencio y no salgas si no mejoras el paisaje, claro que entonces era un gregario que no lucía el jersey de líder.

Al contrario que a su rival, Javier Arenas, y que a la mayoría de sus compañeros de oficio, a Griñán no le gusta dar titulares. "La práctica mediática se ha convertido en un mundo de titulares, más que de noticias, donde es difícil que se entiendan ideas complejas", pontificó en un acto. Y lo dice alguien que está entusiasmado con escribir desde el móvil 140 caracteres que como máximo permite un tuit. A El Cometa, al político que se estaba yendo, le ha confiado el PSOE andaluz su misión más difícil.

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