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Reportaje:verano

Una catedral con 30.000 años

La cueva de Ardales esconde un millar de joyas del arte rupestre

Juan Diego Quesada

A Pedro Cantalejo le entusiasma que los visitantes comparen la cueva de Ardales con una catedral. "¿Por qué no vamos a una catedral y decimos que es una gran cueva? La humanidad está siempre construyendo cuevas", comenta el conservador.

Hubo un tiempo en el que los hombres se reunían en ellas y en sus paredes manifestaban su forma de ver la vida: las inquietudes, los miedos o el silencioso paso hacia la muerte. La de Ardales, situadas en la provincia de Málaga, esconde en su interior un millar de motivos artísticos que realizaron sus pobladores durante el paleolítico, hace unos 30.000 años.

El amante del turismo interior podrá descubrir en ella huellas de manos, signos abstractos y gráficos que sirven como mapa de este hito de la prehistoria. La cueva de Ardales se encuentra en el centro de Andalucía. Desde ahí se ve el río Guadalhorce, la serranía de Ronda y, casi al fondo, la de Cádiz. Al norte, las campiñas de Sevilla, y al este las de Córdoba. El visitante hace a su vez una visita de territorios, de paisajes, del entorno. Cerca de la cueva, surgen unas fuentes de agua sulfurosa, malolientes, pero muy buenas para la digestión. Los cazadores las usaban. Los habitantes de la cueva pertenecían a sociedades móviles, que frecuentaban el interior y la costa andaluza.

La historia de la cueva está ligada a la de la burguesía malagueña del siglo XIX. Trinidad Grund regentaba un hotel en Carratraca y ofrecía como atracción turística la explotación de los baños y la visita a la cueva. Hay pocas experiencias anteriores a esta de turismo interior en Andalucía. Grund fue una pionera, a pesar de que las visitas se realizasen con alpargatas y teas.

El franquismo fue una época nefasta, la cueva se abandonó por completo. No fue hasta los años ochenta cuando se cierra y se crean medidas de protección. Ahora, las visitas de especialistas para comprobar su conservación son constantes. Cantalejo asume que su misión es que la cueva "olvide la presencia de los hombres y el deterioro del tiempo". "El arte rupestre no puede estar vinculado a su destrucción, sino a su conservación. Este es un lugar con miles de años de historia escrita", resume.

José Ramos, profesor de la Universidad de Cádiz lleva más de 20 años estudiando la cueva. Habla de una de las sociedades más igualitarias de la historia, con una esperanza de vida de 40 años. Controlaban la natalidad, ya que no podían desplazarse con muchos hijos. Tienen una cierta territorialidad, pero las batallas por el terreno no eran tan cruentas como las que sucederán más adelante (hasta hoy)

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"Ardales la ocupaban en primavera grupos nómadas, compuestos por 30 o 40 personas, que se juntaban en la cueva para relacionarse entre sí y abrir el círculo social", explica el profesor. Después, en el neolítico, aparece la propiedad privada, la sociedad jerarquizada e indicios de desigualdad entre hombres y mujeres. Pero esa es otra historia. La de Ardales, pues, no es otra que la del hombre, en su viaje por el tiempo, construyendo cuevas en las que dejar rastro de su existencia.

Un grupo de visitantes, en la Cueva de Ardales (Málaga).
Un grupo de visitantes, en la Cueva de Ardales (Málaga).JULIÁN ROJAS

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Sobre la firma

Juan Diego Quesada
Es el corresponsal de Colombia, Venezuela y la región andina. Fue miembro fundador de EL PAÍS América en 2013, en la sede de México. Después pasó por la sección de Internacional, donde fue enviado especial a Irak, Filipinas y los Balcanes. Más tarde escribió reportajes en Madrid, ciudad desde la que cubrió la pandemia de covid-19.

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