El "clásico español" se mueve
El ser casi la única compañía privada dedicada al cultivo y preservación de la danza clásica española tiene su mérito, pero también su riesgo. Es disciplina ésta de gran exigencia técnica y escénica que se realiza, además, conjugando grandes coreografías corales, elementos todos que son complejos de mantener. Antonio Márquez lo hace para mayor gloria de este arte y, por ello, cuando se acude a un espectáculo de su compañía, uno va esperando la excelencia formal del trabajo, la cuadratura geométrica de unas coreografías sincronizadas al milímetro, el cuidado de luces y vestuario... todos los valores, en fin, que abundan en la belleza plástica de esta danza y, también, en el lucimiento de su titular, al que no le faltan seguidores, aunque igualmente se le acuse de cierta autocomplacencia en ese lucimiento.
SMS: "Me gusta ser mujer". La vida breve. Bolero
Compañía de Antonio Márquez. Coreografías: Nuria Leiva, Antonio Márquez, Currillo. Bailarines: Antonio Márquez, Francisco Franco Currillo, Trinidad Artíguez, David Sánchez y Cuerpo de baile. Músicas: Hugues le Bars, Antonio Gómez, Manuel de Falla, Maurice Ravel. Teatro Villamarta, 26 de febrero de 2007
En su actuación en este festival, esos aspectos pudieron ser apreciados con todo su lustre en las coreografías preparadas para La vida breve de Falla y el Bolero de Ravel. Son especialmente vistosos -y brillantes- los planteamientos grupales donde se prima la simetría y el dinamismo sin menoscabo de la perfección perseguida. Otra cosa son los añadidos, en este caso, unas alegrías bailadas por Márquez junto a Currillo, que se alargaron en demasía y sin nada especial que destacar aparte su corrección dentro del parámetro en que se mueven. Tras Falla, y conectado sin interrupciones, el trabajo sobre el Bolero que alterna diferentes soluciones coreográficas adheridas al ritmo creciente de la obra musical. Todo medido, todo ajustado, pero -ay- con una inevitable sensación de déjà vu.
Bien distinta, saliendo de los planteamientos habituales en la compañía, fue la coreografía de Nuria Leiva que abrió la noche. Como a la mañana de cualquier día laboral, le costó coger el tono y el ritmo entre músicas diversas y un tratamiento danzístico moderno. Con la llegada del flamenco, la cosa cogió cuerpo, aunque los esquemas fueran algo estereotipados. Al fin y al cabo, su autora ya había adelantado que se inspiraba en la publicidad dirigida a la mujer.
[Hasta apareció la menstruación, como en el anuncio, pero disfrazada con bata de cola]. La mujer y sus labores, el caos de cada día, dio paso a la rebelión con aires de levante: "Que ya no puedo más". Luego llegó el maltrato, curiosamente por unas alegrías que eran las de la denuncia antes de convertirse en las de la emancipación entre guajiras o bulerías que acompañaban diferentes pasajes de la trama. Ironía y humor en una obra que no deja indiferente y que se presenta con la calidad acostumbrada de la compañía. [La resolución final con El carro de la compra de La Cabra Mecánica también fue estereotipada, pero el personal se pudo reír a placer].
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