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Columna
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La constancia de Arenas

Mi viejo amigo el fotorreportero Pablo Juliá solía decir de las personas especialmente persistentes que eran más constantes que el número pi.

Javier Arenas es una de esas personas que han hecho de la constancia su estandarte. Desde su regreso a Andalucía, tras la derrota del PP en las elecciones generales de 2004, Arenas está en permanente campaña electoral con la vista puesta en la presidencia de la Junta.

Su actividad es incesante: atiende docenas de actos cada semana, pronuncia discursos, hace declaraciones, preside reuniones, asambleas, comités. Rodeado de un buen aparato de comunicación inventa cada día una foto, con alcaldes de las capitales, con alcaldes de la costa, con alcaldes de las comarcas, con la ejecutiva provincial, con una local, con las mujeres diputadas...

Sin embargo, como dice otro buen amigo, camina decidido y con paso firme hacia su cuarta derrota en unas elecciones autonómicas, esta vez frente a José Griñán.

Recién iniciado el nuevo curso político, Arenas ha entrado con mal pie. Su infatigable pelea por la presidencia corre el peligro de estrellarse una vez más.

Porque la tenacidad, una envidiable virtud, está a un paso de la terquedad y la ofuscación, esa "oscuridad de la razón, que confunde las ideas" (RAE). Así debía de estar, ofuscado, cuando el pasado mes de agosto calificó el sistema democrático español de dictadura. Hasta ahora se conformaba con afirmar que en Andalucía había un "régimen". Confiemos en que no suscriba lo dicho por su correligionario valenciano, Francisco Camps, el amigo de los trajes gratis, quien afirma que vivimos en un "régimen de terror".

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Arenas lo tenía y lo tiene aún fácil: con una gravísima crisis; con casi un millón de andaluces en paro; con la bandera de la bajada de impuestos; con un gobierno que anda, como otros muchos, tanteando soluciones que no terminan de cuajar; con un partido socialista que sufre el desgaste de tres décadas en el poder... lo lógico sería que Arenas diera el salto definitivo a la presidencia.

¿Qué es lo que lo impide? Su negatividad y su obsesión enfermiza con el anterior presidente de la Junta, Manuel Chaves.

Arenas debió aprovechar el relevo en la presidencia de la Junta, tras la marcha obligada de Chaves al Gobierno central, para hacer borrón y cuenta nueva. Emprender un nuevo tipo de oposición. Nuevo adversario, nuevas armas. Pero utilizó las mismas: intentó deslegitimar a José Griñán y desde entonces no ha dejado de tildarlo de títere de Chaves.

En segundo lugar, a Arenas le pierde su contumaz negativa a todo lo que se le ofrezca desde el Gobierno andaluz. Aunque presume de proponer pactos, hasta por 20 años en Educación, son sólo pactos de boquilla. Para salvar el titular del día.

Se equivoca Arenas al negarse a acordar con el Gobierno soluciones a los grandes problemas: la crisis, el paro, la educación. En eso sigue las pautas de su jefe Rajoy.

La pasada semana, el presidente Griñán propuso consensuar tres grandes leyes: Régimen Local, Aguas y Economía sostenible. La respuesta de Arenas fue contundente: apoyará la primera sólo si hay compromisos presupuestarios. Pero, ¿cabe otra forma de sacar adelante una ley que debe resolver los problemas financieros de los ayuntamientos? La Ley de Aguas se la quita de en medio diciendo que significará "más tasas e impuestos para las familias". Por último, el chiste: la de Economía sostenible es en sus palabras la ley del "engaño sostenible".

Así, imposible. Es el triunfo del no por el no. El catastrofismo antropológico.

Arenas debería dar un vuelco a su estrategia. Ser más positivo. Su constancia merece un premio. Pero a este paso, muchos temen que seguirá impasible y con paso decidido caminando hacia otro abismo electoral. Tan constante como pi.

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