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Reportaje:

La danza vital de Peeping Tom

La compañía belga reflexiona sobre la juventud y las reglas sociales en Sevilla

Bajo la vida cotidiana subyace una maraña de reglas sociales. Todo este entramado determina las acciones de la gente. Cada individuo se adapta al sistema de órdenes, prohibiciones y mandatos de distinta manera. La obra 32 rue Vandenbranden avanza, a través de la danza y el teatro, por este terreno hecho de complicidades y decisiones.

Esta producción de la compañía belga Peeping Tom ofrece un espectáculo para siete actores y bailarines. La dirección de la obra corre a cargo de la argentina Gabriela Carrizo y el francés Franck Chartier. 32 rue Vandenbranden, que se encuadra dentro del programa Territorio Flamenco 2009/2010, podrá verse hoy y mañana en el Teatro Central de Sevilla. La obra, que es estreno en España, gira en torno a las decisiones individuales que marcan el curso de cualquier vida.

Carrizo hizo ayer hincapié en la voluntad narrativa del grupo. "En Peeping Tom siempre tenemos presente la búsqueda de una cierta narración. Siempre está esa búsqueda de contar algo con esos jóvenes. Hacia dónde van a evolucionar", explicó la coreógrafa. El aporte visual es fundamental en la propuesta de Peeping Tom. "La imagen es lo primero que viene. Una imagen ultrarrealista, fortísima", aseveró Carrizo.

Los jóvenes se encuentran en la cima de una montaña. Están confinados en un lugar que, a la vez, se halla abierto a todos los vientos. Ese aislamiento propicia que los reunidos buceen hasta lo más hondo de sí mismos para sacar todo lo que llevan dentro.

32 rue Vandenbranden tiene un punto de partida en una célebre película: La balada de Narayama. La película de Shohei Imamura se centra en una comunidad cerrada que lucha por la supervivencia y se mueve bajo un código rígido. Hay una brutalidad y una barbarie que resultan lógicas a las personas criadas en ese ambiente. Sin embargo, esa red de deberes y obligaciones puede parecer desconcertante para los forasteros.

Varios bailarines se han unido a Peeping Tom en este proyecto. La contorsionista holandesa Sabine Molenaar hace gala de su flexibilidad junto a la bailarina de Flandes Marie Gyselbrecht. El bailarín inglés Jos Baker y los coreanos Seoljin Kim y Hun-Mok Jung completan un arco iris de danza que llega hasta el límite de las más variadas propuestas. La mezzosoprano Eurudike De Beul aporta su voz.

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Chartier recalcó que la obra se adentra en un periodo vital en el que la realidad se abre con sus múltiples posibilidades. Los jóvenes ven la vida ante sí y afloran las dudas y los temores. "Aparece en la obra ese miedo de la vida, de la crisis... Ese planteamiento de qué van a hacer", indicó el coreógrafo. "Son jóvenes que sueñan. Tienen la vida delante de ellos. Por ello la música es una mezcla de realidad y sueños", añadió Chartier.

La nueva obra de Peeping Tom supone un corte radical en su trayectoria. La apuesta por el individuo de 32 rue Vandenbranden contrasta con su trilogía de obras (Le Jardin, Le Salon y Le Sous Sol), con la que Peeping Tom obtuvo varios premios. La trilogía, que fue representada en más de 350 ocasiones por todo el mundo, unía a cuatro generaciones en el escenario para contar la ruina de una familia de la aristocracia. De lo familiar se ha pasado, así, a lo individual. 32 rue Vandenbranden disecciona por ese camino las fuerzas interiores que determinan muchas decisiones del ser humano.

"32 rue Vandenbranden" une a bailarines de distintos países
"32 rue Vandenbranden" une a bailarines de distintos países

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