_
_
_
_
_
Crítica:DANZAORA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El espíritu de dos siglos de baile

Hace un tiempo -desde la redonda obra que fue Oro Viejo (2008)- que la bailaora malagueña Rocío Molina, Premio Nacional de Danza 2010, anda buscándose en los adentros. Baila y baila, y se deja llevar (también dirigir: Cuando las piedras vuelen) en la búsqueda de nuevas formas para su expresión. Tan joven como es, 27 años, con el canon asumido desde temprana edad y rodeada de reconocimientos, la artista se asoma al abismo del riesgo para crear y suscita una razonable expectación con cada nuevo guiño creativo.

A la par, su figura rebasa poco a poco los límites del ámbito estrictamente culto, aunque su regreso a la tierra natal se haya producido en un espacio escueto, propicio para la cercanía y casi la intimidad y, de forma obligada, lleno referencias cultas. Un ámbito de cualquier forma apropiado porque, a un mes de presentar un nuevo espectáculo en Sevilla, Rocío se ha echado a los escenarios con una obra de pequeño formato, tan común ya en todos los artistas, y que en su caso supone un honesto ejercicio de experimentación: el tubo de ensayo, quizás, donde sedimentar formas que se puedan trasladar al formato teatral.

DANZAORA

Rocío Molina (baile), Eduardo Trassierra (guitarra), José Ángel Carmona (cante y mandolina), José Manuel Ramos Oruco, palmas y compás.

Auditorio del Museo Picasso de Málaga, 15 de abril de 2011.

'Danzaora', de Rocío Molina, es un honesto ejercicio de experimentación
Siempre cabe la sorpresa de un detalle acometido en su justo momento

Con Danzaora ha renovado su acompañamiento buscando rodearse de músicos que sean capaces de seguirla y parece que lo ha conseguido, aunque aún pueda quedar mucho camino por recorrer en una obra que nace abierta, con vocación de crecimiento. Con Trassierra, por ejemplo, un más que contrastado y virtuoso guitarrista de concierto, Rocío parece haber encontrado un alter ego cómplice para ilustrar y casi alentar las nuevas formas que persigue. La versatilidad de José Ángel Carmona va más allá de su papel cantaor y Oruco es un músico más con el que la bailaora intercambia percusiones de la más diversa condición.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Hay que subrayar que en el nombre del espectáculo, Danzaora, la artista quiere resumir los elementos que integran su forma de bailar: lo clásico y lo flamenco conjugados por la inspiración y unidos a la creación de nuevas formas. Y tampoco es de obviar que la nueva obra vino a estrenarse en Andalucía en un marco más que sugerente por aquello de las viejas y actuales relaciones entre las vanguardias y el flamenco, el Museo Picasso, que clausuraba así su segundo ciclo dedicado a ese arte.

La jornada también invocaba la figura de La Argentinita, porque las sesiones de estos ciclos tienen el formato de conferencia ilustrada, y la tarde del viernes la periodista Marta Carrasco se encargó de recordarnos a la legendaria artista. Lo hizo acompañada de Luisa Triana, pintora, antigua bailaora e hija de Antonio Triana, la pareja de baile de la Argentinita durante décadas. El álbum de fotos de Luisa y algunos documentos sirvieron para mejor comprender la aportación de Encarnación López Julves a la escuela de la danza española, un legado sin el que, según Carrasco, no se podría entender a artistas como la joven malagueña.

En su baile, Rocío viajó desde las formas más primitivas a las más flamencas. Con el solo acompañamiento de un pandero tañido por ella misma, en su inicio pareció reencarnar a una antigua danzarina oriental, de la costa mediterránea o de los propios montes de Málaga, que se fue tornando flamenca por el poder de sus pies.

De la pausa y los silencios pasó al frenesí de una zambra, la de Rosa Linares que popularizara Pepe Pinto, recreada por el cantaor de Los Palacios. Más adelante, con la impecable guitarra de Trassierra, firmaría un zapateado que abundó en la misma tendencia, aunque dejando en el aire algún guiño que no estaba en el guión: la sorpresa de un detalle preciso y, en su momento, uno de esos juegos de formas que ella encarna con pasmosa facilidad.

Similar estructura otorgó al baile de la seguiriya. Lanzada por los aires de los cantes de Los Puertos por Carmona, Molina recreó sus formas, buscó su estremecimiento, y apenas se permitió una tregua hasta un final en el que pareció deformar la belleza creada, desestructurar lo creado para dejar morir el baile huyendo del remate acostumbrado.

Rocío Molina, durante un momento de su obra <i>Danzaora</i> en el auditorio del Museo Picasso de Málaga.
Rocío Molina, durante un momento de su obra Danzaora en el auditorio del Museo Picasso de Málaga.JULIÁN ROJAS

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_