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Reportaje:

Una frontera conflictiva

Un libro describe el Gran Norte de México entre 1540 y 1820

El Gran Norte de México fue una frontera llena de contrastes y violencia. Su larga duración -casi tres siglos- fue una de sus características esenciales. En este territorio hubo expediciones, combates, revueltas indígenas, fundación de ciudades y adoctrinamiento religioso. El libro El Gran Norte de México, de Alfredo Jiménez, resalta las complejidades de esta zona de América a través de documentos de la época. El libro, que ha sido publicado por la editorial Tébar, tiene como subtítulo Una frontera imperial en la Nueva España (1540-1820). Licenciado en el Departamento de Antropología de la Universidad de Chicago, Alfredo Jiménez es catedrático emérito de la Universidad de Sevilla. Durante varios años fue director del Departamento de Antropología Americana de la Universidad de Sevilla.

Los textos del libro, en su mayoría inéditos, describen la visión que tenían numerosos personajes de la política imperial, la Iglesia, la sociedad y la economía. España introdujo la cultura europea y occidental en América. Dentro de su proyecto imperial se creó la frontera del Gran Norte español cuyos puntos extremos eran Santa Fe (Nuevo México), San Antonio (Tejas) y Los Ángeles (California).

El libro recoge las voces de los colonizadores españoles, que muestran sus temores, esperanzas y quejas a través de cartas dirigidas en su gran mayoría al monarca. Gobernadores, obispos, miembros de los ayuntamientos y vecinos enviaban sus misivas a la metrópoli. Su contenido solía tratar asuntos repetidos: la guerra interminable con los indios, la labor de los misioneros, los conflictos sociales, la concepción de la justicia, la lealtad a la corona, el honor, la moral familiar, los delitos... Jiménez ha utilizado un centenar y medio de documentos. El más antiguo tiene fecha de 1533; el más moderno data de 1809.

El historiador señala que su libro es la "culminación de muchos años de interés por el norte de México y el suroeste de EE UU". La larga duración de esta frontera es una de sus características más relevantes. "Antes de la presencia de los españoles fue frontera ecológica entre el centro del México fértil y el norte de México, árido y estéril. Los aztecas no pensaron en cruzar esa frontera. Había un cambio brusco de situación climática con una mínima población de indios nómadas, salvo en algunos enclaves muy adentro hacia el norte, concretamente en el actual Nuevo México, donde había indios agricultores", explica Jiménez.

Ese territorio desconocido fue pronto objeto de la codicia de los conquistadores. "Los españoles penetraron de inmediato hacia el norte. En torno a 1540, una expedición se adentró hacia Nuevo México y regresó en dos años sin encontrar lo que buscaba: oro y población. La Iglesia buscaba población a convertir y los militares, población que incorporar a la corona. No hallaron oro y la población nómada que encontraron estaba tan poco desarrollada socialmente que fue prácticamente imposible incorporarla a una sociedad compleja y jerarquizada", relata el catedrático emérito de la Universidad de Sevilla.

"La frontera nunca fue una línea. Era un gran espacio sin límites. Se trataba de enclaves españoles rodeados de tierras sujetas a continuas sublevaciones. Casi todo el siglo XVII fue una constante rebelión de pueblos indígenas. Indios cristianizados tras varias generaciones se levantaron en armas y produjeron las reacciones españolas. Cabecillas indígenas se levantaron contra los españoles, pero haciéndolo con elementos españoles, utilizando el báculo y la mitra y declarándose inmortales. Los indios nómadas no dejaron nunca de entrar por la frontera. Apaches y comanches mantuvieron en los siglos XVIII y XIX esa situación de indios nómadas. No fueron sometidos. Esa situación la siguieron soportando EE UU y México tras su independencia", comenta Jiménez.

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El encuentro entre españoles e indígenas nómadas tenía su destino sellado, en opinión del catedrático. "Cuando entre dos mundos que se encuentran -sociedades elementales frente a sociedades complejas- hay un desnivel tan grande, el resultado es antes la extinción del débil que su incorporación. Es más fácil destruirlos que vencerlos", afirma.

Españoles y romanos

Alfredo Jiménez señala que la frontera imperial del Gran Norte de México tuvo unos rasgos muy marcados. "En el extremo opuesto del imperio español en América había otra frontera: la de los araucanos en Chile. Pero no se puede comparar en extensión ni en complejidad. En el Gran Norte de México había muchos grupos étnicos. Pocas fronteras ha habido en la historia donde un imperio se extienda en un espacio tan escaso en evolución cultural. La frontera norte del imperio romano era muy distinta. Los bárbaros del imperio romano estaban muy romanizados, hablaban latín...", comenta Jiménez.

La situación de la frontera de la Nueva España parece no haber cambiado demasiado en los últimos siglos. "Hoy esa frontera es más frontera que nunca. Intervienen en ella millones de personas y no cientos de miles, como en el periodo colonial. En ella se produce el encuentro de dos ramas de la civilización occidental: la hispana y la anglosajona. Ese espacio sigue siendo frontera de encuentros, choques, problemas, soluciones y esperanzas", concluye el historiador.

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