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Columna
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De incompatible a implacable

En lo que a la valoración de la corrupción se refiere, se ha producido un cambio significativo en el PP, después de que se haya conocido el auto de medidas cautelares contra Jaume Matas dictado por el juez José Castro. Hasta este momento no se había producido oficialmente una revisión de la doctrina sentada en su día por José María Aznar acerca de la incompatibilidad del PP con la corrupción. A partir del martes, el PP ha pasado de la incompatibilidad a la implacabilidad.

Es un primer paso. Y lo digo sin ningún tipo de ironía. El PP es un partido de gobierno y lo que ocurre en el interior del PP no afecta solamente a sus militantes y votantes, sino que nos afecta a todos. En un asunto tan grave para el funcionamiento del Estado como es este de la corrupción, es de la máxima importancia que un partido como el PP abandone la ficción de la incorruptibilidad y admita que pueda verse afectado por esta lacra como cualquier otro. Entre otras cosas porque es posible que, a partir de la aceptación de esta posibilidad, pueda llegar a acuerdos con otros partidos sobre cómo diseñar instrumentos para hacer frente a la misma.

Ahora bien, para que tales acuerdos sean posibles, tiene que demostrarse con hechos y no sólo con palabras que lo de la implacabilidad con la corrupción va en serio. Si la dirección del PP no hace real y efectiva su doctrina de la implacabilidad con la corrupción en el interior del partido, es prácticamente imposible que pueda llegarse a ningún tipo de acuerdo para hacer frente a la misma en el sistema político en su conjunto, es decir, en todos los niveles de ejercicio del poder que contempla nuestra fórmula de gobierno.

Y en este terreno, la dirección del PP tiene que adoptar medidas y hacerlo pronto. Es difícil que nadie pueda aceptar la doctrina de la implacabilidad mientras el ex tesorero del PP durante más de un decenio, Domingo Bárcenas, siga siendo senador, se le mantenga el despacho en la calle Génova y el partido le pague los gastos de su defensa jurídica por una acusación de corrupción. La implacabilidad no puede esperar a que exista una sentencia firme, porque en tal caso la voluntad de la dirección del partido es completamente irrelevante.

La implacabilidad tiene que ser la expresión de una voluntad política, que tiene que ir muchos cuerpos por delante de la investigación judicial. Y que tiene que expresarse, además, en no obstaculizar la investigación judicial una vez que ésta se ha puesto en marcha. Los afectados por la investigación judicial por un asunto de corrupción tienen a su disposición todos los derechos que la Constitución les reconoce para definir su estrategia de defensa, pero el partido no debería participar en dicha estrategia. Justamente lo contrario es lo que está ocurriendo en todas las ramificaciones del conocido como caso Gürtel.

Casos de corrupción ha habido en todos los partidos. No en todos por igual, pero sí en todos. Pero la forma en que ha reaccionado el PP, en que todavía sigue reaccionando el PP, frente a tales casos, es marcadamente diferente de la forma en que han reaccionado los demás. No ha habido ninguno que haya diseñado una estrategia obstruccionista, como la que ha puesto en práctica el PP.

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La investigación del caso Gürtel va a seguir su curso, de la misma manera que va seguir el suyo las que se vayan conociendo en otras comunidades y ayuntamientos gobernados por el PP. Antes de que se llegue a la próxima convocatoria electoral sería bueno que el PP pusiera en práctica su doctrina de la implacabilidad y nos ahorrara a todos los ciudadanos que la campaña electoral estuviera dominada por acusaciones de corrupción. Bastantes problemas tenemos como para gastar energías en denuncias de esta naturaleza.

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