_
_
_
_
_
Signos

Un libro describe el mundo de la delincuencia y el bandolerismo en la Málaga de los años treinta

Campesinos que no poseían tierra y rechazaban el estado de pobreza se lanzaron en los años treinta al mundo de la delincuencia y el bandolerismo, según el historiador José Velasco Gómez, que presentó ayer el libro Luchas políticas y sociales durante la II República en Málaga: 1931-1936, con el que ganó el primer Premio de Historia Gerald Brenan. Velasco señala que en aquellos años el robo de caballería, cometido por "quirinistas" o "cuatreros", estaba "muy extendido".

"Toda caballería robada era conducida campo a través y normalmente se guardaba en cuadras subterráneas, donde se practicaba la transformación de la misma, bien quitándoles las manchas o pintándole otras, para luego poder venderla en otro lugar", añade el libro.

Por su parte, los "gumeros" asaltaban los cortijos y caseríos en busca de las aves de corral, y los "luises" o "balachores" se dedicaban al robo o hurto de cerdos, cuyas matanzas se practicaban en los ventorrillos con la complicidad de sus dueños.

También alcanzó protagonismo la figura del bandolero. Por ejemplo, generó alarma social a finales de 1931 la aparición en la zona próxima al Torcal de Antequera de una banda de salteadores de caminos que tenía como cabecilla a El Chirri, un ex legionario que, vestido a la vieja usanza del bandido del siglo XIX, intentaba imitarlo en su práctica.

La actividad de Francisco Flores Arrocha comenzó por la oposición de su cuñado a venderle un trozo de tierra. Como venganza, le asesinó a él y a su hija, lo que le llevó a seis meses de numantinismo en la sierra hasta que fue abatido por los disparos de la Guardia Civil en los límites entre Marbella y Ronda a principios de 1933.

Uno de los más conocidos fue Pasos Largos, quien, después de cumplir una larga condena, salió de la cárcel ya sexagenario, aunque volvió a empuñar la escopeta y, después de asesinar a un guarda rural, se echó al monte y murió en 1934 también en un enfrentamiento con guardias civiles.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Antonio Fernández del Pozo, El Almirez, comenzó sus andanzas con asaltos a labradores, aunque después mató al guardia civil José Pendón, que inspeccionaba la cueva donde se había refugiado. A continuación, se arrepintió y achacó su comportamiento a su analfabetismo, que le impedía tener conciencia de la gravedad de los hechos.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_