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Reportaje:

La obra crítica de Caballero Bonald

El poeta jiennense Juan Carlos Abril rescata en un libro textos inéditos del Premio Nacional de Poesía

Ginés Donaire

El poeta jiennense Juan Carlos Abril ha profundizado en la obra y la trayectoria del escritor jerezano José Manuel Caballero Bonald, que esta semana ha logrado el Premio Nacional de Poesía, en el libro Copias rescatadas del natural (editorial Atrio). El volumen no pretende complementar al anteriormente publicado por Caballero Bonald, Copias del natural (1999), sino que ha intentado rescatar aquellos textos, la mayoría inéditos, que no han llamado demasiado la atención a la crítica y que incluso el propio autor fue olvidando, la mayoría de las veces de manera deliberada, considerándolos de nulo o escaso valor teórico. Sin embargo, Abril no comparte esa visión: "El mismo rigor que nos brinda en sus poemas y novelas, hoy podemos afirmar con rotundidad que se extiende de igual modo a su obra crítica".

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Juan Carlos Abril (Los Villares, Jaén, 1974) es Licenciado en Filología Hispánica, Teoría de la Literatura y Literatura Comparada y Filología Románica. En la actualidad es becario de investigación en el Departamento de Literatura Española de la Universidad de Granada. Ha publicado los libros de poemas Un intruso nos somete y El laberinto azul. La obra que ahora publica ha servido como trabajo de investigación y una primera escala de la tesis sobre Caballero Bonald que está realizando y que dirige el poeta y catedrático Luis García Montero. Él fue quien le informó de la existencia de esos textos y artículos dispersos en revistas y le puso en la pista de esta etapa en la obra del poeta jerezano.

Para el autor de Copias rescatadas del natural, los textos que se recogen en el libro "ofrecen un excelente mapa literario de los años 50 y 60, de los debates que preocupaban a los intelectuales y a los poetas, y son un importante testimonio que aclaran precisamente el estado de ánimo de esa época, y de las diferentes posturas de casi toda la generación del 50".

La actividad como crítico literario de Caballero Bonald (Jerez de la Frontera, Cádiz, 1926) comenzó a mediados de los años 50, apoyándose fundamentalmente en la revista Papeles de Son Armadans, que, junto a la publicación Ínsula, acaparan buena parte de los artículos recogidos en la obra de Abril. "Los artículos destacaban por su compromiso social y la naturalidad en la que se desenvuelven, atendiendo la mayoría de ellos al carácter de crónicas. Las reseñas, en muchos casos, ostentan el carácter de noticias y presentan un aspecto altamente divulgativo, sin miedo a las críticas negativas", indica Abril.

En una época marcada por el garcilasismo y las soflamas patrióticas, Caballero Bonald no ocultó su pasión y atracción por Vicente Aleixandre, en especial por su obra Sombra del paraíso que, junto a Hijos de la ira, de Dámaso Alonso, y la edición de Cántico, de Jorge Guillén, marcan el inicio o lento resurgir de la poesía, algo que se vio plasmado en la Colección Adonáis, fundada por Juan Guerrero Ruiz.

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En uno de sus artículos, Caballero Bonald no esconde sus críticas hacia la Generación del 36, con dos excepciones: "(...) Casi todos ellos dieron el paso en falso de no ser fieles a su tiempo. Gabriel Celaya y Blas de Otero están desligados de ella por su actitud y su obra".

En la revista Ínsula dedica a Gabriel Celaya algo más de cinco páginas de análisis penetrante a su obra. Caballero Bonald sintonizó con Celaya y Otero en la disensión frente a los poetas vencedores del 27. En una reseña por el vigésimo aniversario de la muerte de Antonio Machado, el escritor jerezano reflexionaba así sobre la situación agonizante del realismo social: "El realismo social murió de muerte natural. (...) Claro que también influyó el cansancio, la decepción, la frustración política, el excesivo triunfalismo, la evidencia de una crisis colectiva que vino a ser como la suma de una series de crisis personales".

Caballero Bonald es uno de los miembros destacados del grupo del 50, junto a autores como Valente o José Agustín y Juan Goytisolo y otros hispanoamericanos que, más tarde, le proporcionarían una plaza como profesor de Literatura Española en la Universidad de Colombia.

Otra figura clave en su trayectoria fue Dionisio Ridruejo, al que conoció en 1952 en un congreso poético en Segovia. "Dionisio habría que erigirse en mi primer preceptor político y con quien viví muchas y muy variadas peripecias, desde las conspirativas a las carcelarias", asegura el autor gaditano.

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