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Reportaje:

Una obsesión por Picasso

Una exposición analiza la atracción de Kippenberger por el artista malagueño

Martin Kippenberger (Dormunt, Alemania, 1953-Viena, Austria, 1997) fue un enfant terrible de la escena artística internacional en la década de los 80 del siglo pasado. Artista prolífico, que amaba la controversia y combinaba la irreverencia con su pasión por el arte, Kippenberger mostró su talento en campos diversos: pintura, escultura, dibujo, instalaciones y fotografía; y, además, grabó varios discos con un grupo punk. Fue también el cabecilla de la generación de artistas jóvenes, los chicos malos nacidos después de la II Guerra Mundial, que surgió en la estela del neoexpresionismo alemán. Entre sus compañeros artísticos estaban Markus y Albert Oehlen, Georg Herold y Günther Förg, casi tan célebres por sus juergas como por su arte. Precisamente, una de sus esculturas de esta época se titula Farol para borrachos y puede verse hasta el 29 de mayo en el Museo Picasso Málaga (MPM), que hoy inaugura la exposición Kippenberger miró a Picasso.

Las fotografías del malagueño en 1962 inspiraron obras del creador alemán
'Jacqueline: los cuadros que Pablo ya no pudo pintar' es una de las series

La muestra exhibe 55 obras entre pinturas de gran formato, dibujos, esculturas, 48 libros de artista y 73 carteles y tarjetas de invitación realizados a lo largo de su carrera. También reúne una selección de imágenes, comentarios y entrevistas en vídeo de 1979 a 1997 que documentan los trabajos expuestos.

Kippenberger miró a Picasso es la segunda exposición que acoge el Museo Picasso, tras la de Bill Viola, que busca la huella de Picasso en los artistas de la segunda mitad del siglo XX. Así, se muestra el acercamiento de las obras de Kippenberger a las del artista malagueño, pero, según destacó ayer el director del MPM, José Lebrero, "centradas en un Picasso como un icono complejo o poderoso en el dominio de la cultura contemporánea y no solamente haciendo una especie de interpretación formalista de su obra".

Por su parte, la comisaria de la muestra, Eva Meyer-Hermann, aseguró que a Kippenberger le interesó de Picasso "la personalidad, el papel que desarrolló y cómo eso lo presentaba a su entorno mediante sus obras o sus apariencias públicas". Según la comisaria, no hay que hablar de "la influencia estilística" de Picasso en el artista alemán; sino de "paralelismos", es decir de "la presencia de Picasso como el nombre asociado al arte moderno".

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Y es que, la obra de Kippenberger se compromete con los conceptos culturales, y en ese sentido es moderna y a la vez vanguardista. Kippenberger toma al pie de la letra los clichés de los medios de comunicación, los políticos y las imágenes de publicidad, poniendo en tela de juicio tanto nuestra realidad social como la historia de nuestra cultura.

A Kippenberger la obra de Picasso le fue familiar desde la infancia. En su casa convivió con reproducciones de sus obras y, al igual que el genio malagueño, mostró un temprano interés por la pintura alentado por su padre, un pintor aficionado. Desde entonces y hasta el final de su vida, las alusiones a Picasso se repitieron constantemente.

Ya a mediados de los ochenta, para una exposición en Tenerife, Kippenberger realizó el cartel y la tarjeta de invitación utilizando una conocida fotografía tomada por David Douglas Duncan en 1962 en la que Picasso posa en calzoncillos con un perro. Esta misma imagen le sirvió de inspiración para las fotografías con las que ilustró un calendario de 1988 y para crear, ese mismo año, una serie de autorretratos en gran tamaño, Sin título (1988), que pinta durante su estancia en Carmona (Sevilla), donde residió después de vivir en Tenerife y antes de afincarse una temporada en Madrid. Una selección de estos óleos pueden verse en el MPM.

Un año antes de morir, con sólo 43 años debido a un cáncer de hígado, Kippenberger volvió a interesarse por las fotografías que Duncan realizó a Picasso y a su esposa Jacqueline Roque. El resultado fue Jacqueline: los cuadros que Pablo ya no pudo pintar (1996), una serie de óleos que reflexionan sobre los límites difusos entre retrato y autorretrato, entre lo masculino y lo femenino, la identidad y la pérdida. El propio Kippenberger explicó entonces: "Picasso ha muerto, y ella se ha puesto triste. Así que yo me hago cargo de su trabajo. Basándome en las últimas fotos que había de Jacqueline, en blanco y negro y desenfocadas, intento trasladarlas al color y convertirlas en picassos. En cierto modo, completar su obra, por así decir. Al fin y al cabo, ella fue uno de sus temas principales".

Un fotógrafo en la exposición <i>Kippenberger miró a Picasso</i>, en el Museo Picasso Málaga.
Un fotógrafo en la exposición Kippenberger miró a Picasso, en el Museo Picasso Málaga.GARCÍA SANTOS
La muestra exhibe 55 obras entre pinturas de gran formato, dibujos, esculturas, 48 libros de artista y 73 carteles y tarjetas de invitación realizados a lo largo de su carrera.
La muestra exhibe 55 obras entre pinturas de gran formato, dibujos, esculturas, 48 libros de artista y 73 carteles y tarjetas de invitación realizados a lo largo de su carrera.MUSEO PICASSO MÁLAGA

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