La ropa sucia del PSOE
El presidente José Griñán tiene una oportunidad histórica: demostrar que es posible limpiar la propia casa de corruptos.
Ganara o perdiera las elecciones, pasaría a la historia. Sería recordado como el líder de un gran partido que fue capaz de anteponer la ética y la honradez a los intereses partidistas. Se lo merece un partido con 132 años de vida.
Clausuraría así una larga etapa de tres décadas en el poder que arrojan, a pesar de los graves problemas actuales, un balance muy positivo. Este territorio es mucho más moderno, más progresista y esta sociedad es mucho más justa y solidaria después de tres décadas de Gobiernos socialistas.
Pero hoy soplan vientos de cambio. La derecha andaluza, dicen las encuestas, está más cerca que nunca del poder. Ahora sí parece que su líder, Javier Arenas, puede alcanzar la presidencia que tan ansiosamente persigue.
Varias causas justifican el avance de la derecha. La primera es la crisis económica que de manera tan brutal ha castigado a Europa y muy especialmente a Andalucía. El peor rostro de esa crisis es el dato ofrecido ayer: 944.707 andaluces están en las listas del paro.
En segundo lugar, hay un rechazo frontal a la política de recortes del Gobierno Zapatero. Por último, un lógico agotamiento del ciudadano que, 30 años después, pide un cambio de partido en el poder. Así lo cree el 72% de los andaluces, según la encuesta publicada por este periódico el lunes.
A la vista de estos datos y de una docena de encuestas que dan la victoria al PP, la cuestión es: ¿Puede salir airoso el PSOE en los próximos comicios?
Los socialistas han ganado las ocho elecciones autonómicas celebradas hasta ahora. Cinco veces, con mayoría absoluta. En la situación actual, nadie podría reprocharles una derrota el próximo año. Otra cosa es si esa derrota es asumible o vergonzosa. En gran parte, depende del presidente y secretario general Griñán.
Porque, si ya lo tenía mal, el escándalo de los intrusos en las pólizas de los ERE y de la sorprendente distribución de fondos destinados a empresas en crisis, puede ser el golpe definitivo que lo hunda en las urnas.
De las dos opciones que tenía Griñán ante las derivaciones del caso Mercasevilla, ha elegido la mejor: la del camino de la honestidad, la transparencia y la denuncia en el juzgado de todos cuantos se hayan lucrado con fondos públicos. Caiga quien caiga.
La otra opción, la de mirar para otro lado, la de minimizar el problema, ocultarlo, obstruir la investigación judicial, debe ser descartada. Esa es la vía adoptada por el PP en los casos de corrupción que le atañen. Que no son pocos. Porque chorizos los hay en todas las carnicerías.
Buena parte de los votos que se le escapan al PSOE son de antiguos simpatizantes. La encuesta de Metroscopia señala que casi la mitad de quienes le votaron en 2008 no piensa hacerlo en 2012. La única posibilidad de ganar que tiene Griñán es convencerles de que vuelvan a confiar en el PSOE.
Al contrario que la derecha, la izquierda no perdona la corrupción en sus filas. Mientras que el valenciano Francisco Camps, a punto de sentarse en el banquillo como acusado de cohecho (propio o impropio, según quien acuse), consigue aumentar su electorado, Griñán lo pierde.
Por ello, debe mostrar a esos desencantados que los socialistas saben barrer su casa. Que no esconden trapos sucios. Lo decía gráficamente la consejera de la Presidencia, Mar Moreno, el martes: "Nosotros descubrimos y limpiamos; el PP tapa e intenta salpicar a todos los demás".
Así, si Griñán pierde, que está por ver, al menos se iría con la cabeza alta. Habrá demostrado que mientras Arenas aúpa y protege a los corruptos, los socialistas los expulsan y denuncian.
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