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Reportaje:Las actividades extraescolares

Al salir de clase, más clase

Expertos señalan que una mala gestión de las actividades extraescolares puede ocasionar estrés

Clara Martínez, de 15 años, se levanta cada día a las siete y media de la mañana. Desayuna. Monta en su bicicleta y se va al colegio Ferroviario de Córdoba a golpe de pedal para empezar sus clases a las 8.30. A las 15.00 sale del centro y vuelve a casa. Come. Empieza a hacer las tareas que le mandan en su curso de 4º de ESO. Si es lunes o miércoles, pasará de 17.30 a 19.00 nadando en clases de natación. Si es martes o jueves acudirá a una academia privada de inglés de 16.30 a 17.30. El resto de la tarde, de lunes a jueves lo dedicará a estudiar y terminar sus tareas.

Clara no lo lleva mal. Es ordenada y organiza bien el tiempo para sacarlo todo adelante, aunque reconoce que a veces llega algo cansada a casa. Y el curso por ahora, le va bastante bien. "Si estoy de exámenes lo que hago es dejar de ir algún día a natación o inglés y dedico esa tarde a estudiar", apunta.

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Clara compatibiliza bien sus actividades extraescolares en su horario habitual. No obstante algunos expertos advierten que una mala gestión de las actividades extraescolares en un crío, que impliquen un exceso de horas o de concentración, puede derivar en posibles cuadros de ansiedad o incluso estrés en los chavales. Así lo reflejan los primeros datos hechos públicos del estudio que el doctor Antonio Muñoz Hoyos, profesor del departamento de Pediatría de la Universidad de Granada. El estrés puede incluso traducirse en síntomas como dolores de cabeza, molestias estomacales, problemas para conciliar el sueño, agresividad y o aparición de preocupaciones exageradas. "Las actividades extraescolares (...) son positivas, pero siempre que se hagan de acuerdo a unos criterios y de una manera adecuada", explica Muñoz Hoyos.

Para este experto es fundamental tener en cuenta tres elementos a la hora embarcar a un muchacho en una actividad extraescolar. Primeramente, los padres deben consultar con los profesores la necesidad de inscribir al crío en algún curso. En segundo lugar, los padres "nunca deben imponerse de manera obligatoria, salvo de manera puntual, ni plasmar aficiones que el padre ha podido tener y se hayan visto frustradas: como tocar algún instrumento o practicar algún deporte". Y por supuesto, el tercer eslabón es el del propio niño, al que hay, "como mínimo, que pedirle su opinión".

Otra caso es que el niño no quiera recibir clases extraescolares de materias es las que necesita verdaderamente un refuerzo. "En ese aspecto es positivo, desde el punto de vista de la psicología, intentar que ese muchacho haga las actividades, aunque no le guste. Siempre hay que intentar esforzarle un poco".

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Cuando alguno de estos elementos no se cumplen, las actividades fuera de horario lectivo pueden convertirse en un elemento de estrés "y si se prolonga en el tiempo, en un grupo pequeño de críos, puede tener consecuencias graves (...) como cambios en el carácter, comportamiento en la dinámica escolar, trastornos del sueño, o alteraciones del apetito".

Manuel Marín Sánchez es catedrático de Psicología Social de la Universidad de Sevilla y director de un grupo de investigación sobre grupos juveniles ha trabajado mucho sobre la necesidad de aprovechar el tiempo libre de los chavales. Al igual que el doctor Muñoz Hoyos, cree que "los muchachos necesitan un descanso, precisamente, para acoplarse a las nuevas actividades de la tarde. Si eso está mal llevado y no controlado por los profesionales o por los padres, sí le puede producir, en principio, estrés, pero también cansancio psicológico". Además, Marín advierte de que los muchachos se pueden terminar revelando "contra los principios de autoridad que le imponen este régimen de vida. Y esta rebelión contra el principio de autoridad, tarde o temprano se puede traducir contra todo principio de autoridad o en una inhibición social contra la actividad impuesta".

El psicólogo afirma, como el resto de especialistas consultados, que ante los primeros síntomas de que un niño no responde bien a la carga de trabajo, lo que deben hacer los padres es hablar con su hijo. La comunicación es fundamental a la edad que sea. "Y si no se puede resolver lo necesario es acudir a un profesional".

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