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Columna
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Cómo salir de la crisis

La incertidumbre se ha apoderado del futuro. Parece que vivimos a la intemperie, bajo una tormenta de la que nadie sabe nada. Los analistas sesudos hacen previsiones, pero ellos mismos deben revisarlas de un mes para otro. En la prensa se aplauden decisiones y medidas inteligentes, que poco después son criticadas por su falta de resultados. No se sabe cuándo saldremos de la crisis. Pero las brumas sobre el futuro empiezan a preocuparme menos que las confusiones y los olvidos del pasado, porque tener buena memoria es imprescindible para saber por qué estamos en crisis, o lo que es lo mismo, cómo debemos salir de esta crisis. Observo con inquietud el desplazamiento de responsabilidades que se está produciendo poco a poco entre los especuladores y los políticos. Al principio todo el mundo sabía que la avaricia del capitalismo especulativo, la ausencia de regulación pública forzada por el neoliberalismo, y la temeridad de muchas prácticas bancarias, estaban en el origen de la tormenta que atravesamos. Soy de los que creen que mientras existan tantas desigualdades económicas, viviremos siempre en tormenta. Pero es verdad que las nubes negras que cubren hoy nuestro cielo son especialmente crueles. Hace unos meses estaba claro que los culpables eran los tiburones de las finanzas, unos codiciosos a los que se les había ido la mano. Pero empiezo a notar síntomas de un interesado cambio de rumbo.

El presidente de la Cámara de Comercio de Valencia acaba de despacharse contra la clase política. Profetiza que la catástrofe económica hará que los españoles abandonemos el país en patera, y desprecia a nuestros políticos, afirmando que todos son unos embusteros. Tampoco me gustó ver al Presidente del Gobierno en el tan cacareado programa de televisión Tengo una pregunta para usted. Ciudadanos en paro le interrogaban, apoyados en sus vidas particulares, como si él fuese el causante de las pérdidas de sus puestos de trabajo. Ahora los partidos y los sindicatos anuncian manifestaciones y protestas. Está bien, pero será muy conveniente que precisen el sentido de sus protestas. Reducir la responsabilidad a la Junta y al Gobierno sería preparar el terreno para un definitivo descrédito de la política o, lo que es lo mismo, para una salida de la crisis con giro hacia la derecha.

Los políticos son a veces responsables del descrédito de la política. La prisa que se dan para atribuirse el calor de los éxitos económicos, se vuelve en su contra cuando llega el frío. La práctica de un bipartidismo reduccionista, en el que un bando está dispuesto a responsabilizar al otro hasta de que nieve en invierno, hace que los ciudadanos perciban la sensación de que la política tiene la culpa de todos sus resbalones, retrasos o desgracias. Y el descrédito de la política sólo sirve para dejar las manos más libres a los tiburones de la especulación, esos que se encuentran en el origen de la crisis. El Foro Económico Mundial y la élite neoliberal de Davos están deseando volver a la carga. Charles Grant, director del Centre for European Reform ya ha amenazado con que España se verá forzada a abandonar el euro si no se produce un recorte seco de salarios y si no renunciamos al endeudamiento público necesario para mantener los amparos sociales. Al señor Grant y a sus amigos querría yo hacerles más de una pregunta.

El PP, muy cercano en sus intereses al neoliberalismo y al descrédito de la política, puede permitirse el lujo de no matizar. Pero la izquierda, toda la izquierda, debería estar interesada en que los votos que vaya a perder el PSOE por culpa de la crisis no vuelen hacia la derecha. A la hora de gobernar, o a la hora de criticar al gobierno por sus responsabilidades, no conviene olvidar a los verdaderos causantes de la crisis. ¿Cómo salir de ella? Mirando hacia la izquierda.

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