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Una sepultura a 1.300 kilómetros

La familia de un almeriense musulmán se ve obligada a enterrarle en Casablanca

Es inusual que la muerte llegue a los 41 años. También lo es que, cuando eso ocurre, uno tenga que ser enterrado a 1.300 kilómetros de la ciudad en la que se ha vivido toda la vida y donde se encuentran los seres queridos. Ambas cosas le ocurrieron a Antonio G., Mustafa, desde que se convirtió al Islam. Como él, decenas de almerienses se convierten al Islam al año y, como cualquier musulmán, no encuentra en la provincia de Almería un sitio en el que poder ser enterrado.

El entierro musulmán ha de hacerse bajo tierra, no en nicho. Y la distancia entre las tumbas es mayor que en un cementerio convencional de este país. Otras ciudades andaluzas -Sevilla, Córdoba, Granada, Jerez o Fuengirola, por ejemplo- han sido sensibles a las necesidades de la población musulmana y han reservado espacios en sus cementerios para el entierro de sus nuevos vecinos.

Ningún municipio de Almería cuenta con un camposanto para islámicos

Sin embargo, en Almería, donde se estima que residen 105.000 musulmanes, no se han tenido en cuenta estas consideraciones, pese a existir peticiones formales a tal efecto. "Es una situación miserable", describe el imán de la mezquita de Almería y portavoz del Centro de Imanes de la provincia, Abdallah Mhanna.

Él preparó a Mustafa para su entierro. Le lavó y le vistió, después de los nueve días que tuvo que pasar en la cámara frigorífica del Tanatorio de la capital a la espera de encontrar un cementerio en el que poder ser enterrado.

No pudo ser en ninguna ciudad andaluza por cuestiones burocráticas y, finalmente, admitieron su cadáver en el cementerio de Casablanca, junto al municipio del que es natural su pareja, quien pidió ser identificada como Lakbira. "Si Marruecos no lo acepta, ¿qué hago?", se pregunta, y ya prepara el viaje que realizará en verano para visitar la sepultura de su marido en compañía de la hija de ambos, de cuatro años.

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Mustafa celebró la shahada [conversión al Islam] y acudía a su comunidad a orar, respetaba el Ramadán y participaba en la fiesta del cordero. También era su deseo ser enterrado por el rito musulmán y, después de mucho sufrimiento familiar, lo ha conseguido.

"En nuestra religión se respeta mucho a los muertos", destaca Lakbira. "Tienen que conseguir una solución a este problema. El musulmán marroquí va a Marruecos, pero el español no tiene adónde ir" y añade que todas estas molestias las toman "por todos los hermanos musulmanes, ya sean españoles o no".

La comunidad musulmana confía en que algún municipio almeriense abrace la idea de contemplar un espacio para el entierro de musulmanes en su camposanto. "Lo hemos reclamado en varias ocasiones", recuerda con indignación Abdallah Mhanna.

Asegura que, a través de la Subdelegación del Gobierno en Almería, quisieron concertar entrevistas con diversos municipios almerienses en los que la población de vecinos de religión musulmana es mayoritaria y "ni siquiera nos respondieron". Las conversaciones con el Ayuntamiento de Almería son anteriores, desde 2003. "Somos una población, pagamos todos nuestros gastos, es una cuestión de ley. No es que nos tengan que hacer un favor", destaca el imán de la mezquita de Almería, ciudad en la que, calcula, viven unos 11.000 musulmanes.

Para ninguno de ellos habría espacio en el camposanto municipal, a no ser que fuera en nicho. Actualmente, el Consistorio ha previsto una ampliación del mismo para la instalación de un tanatorio y crematorio. El nuevo Plan General de Ordenación Urbana (PGOU), que acaba de ser aprobado, contempla un parque cementerio de cerca de 40 hectáreas. En él, según la concejal de Salud y Consumo, Rafaela Abad, podría tener cabida un espacio para el enterramiento musulmán. Una cuestión "a largo plazo", dijo, pero "uno no sabe cuándo va a morir", sabe Lakbira por experiencia propia.

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