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Columna
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Una sorpresa

Nos hemos acostumbrado mansamente a considerar que los miembros del Tribunal Constitucional o de los Consejos que gobiernan la Justicia no son imparciales, sino obedientes a los partidos que los propusieron para el cargo. Y lo mismo pasa con otros organismos colegiados que, independientes del Ejecutivo, vigilan el buen funcionamiento del Estado: sus miembros, en caso de pleito o conflicto, suelen asumir las razones del partido que los colocó donde están. Los partidos no buscan la independencia de estos jueces o consejeros, sino todo lo contrario: no valoran la libertad de criterio, sino la fidelidad partidista.

Pero hay en Andalucía un Consejo Audiovisual ("autoridad independiente encargada de velar por el respeto de los derechos, libertades y valores constitucionales y estatutarios en los medios audiovisuales", dice el Estatuto), que, a propósito de las últimas elecciones, ha resuelto que Canal Sur "vulnera la neutralidad informativa" y "ha incumplido su misión de servicio público". Se basa en resoluciones de la Junta Electoral, según contaba el miércoles en estas páginas Fernando Pérez Monguió. ¿Qué pensaba la Junta Electoral sobre Canal Sur? Que no siempre se ajusta "a los principios de pluralismo político, objetividad, veracidad, imparcialidad e independencia".

La opinión del Consejo Audiovisual ha provocado sorpresa, incomodidad, angustia e irritación entre los socialistas, entre los responsables de Canal Sur. Yo no discuto la verdad o mentira de lo que sostiene el Consejo, cuyos miembros fueron elegidos por unanimidad en el Parlamento. Veo, sin embargo, que la parcialidad política de Canal Sur no es algo que haya que descubrir con métodos detectivescos. Es pública, previsible y normal. La dirección de Canal Sur la ha elegido el Gobierno, y supongo que el Gobierno habrá optado por una persona de su total confianza. Me figuro que nombraría a esa persona para que cumpliera los propósitos del Gobierno, y que el Gobierno la destituiría si no le fuera afín y fiel. Así que Canal Sur es, en principio, políticamente parcial, y sería un prodigio si no lo fuera. La lealtad del director a sus jefes se da por supuesta. La dirección de Canal Sur depende del Gobierno, y, por lo tanto, más allá de buenas o malas intenciones, Canal Sur no puede ser un observador neutral que informa objetivamente sobre cómo gobierna el Gobierno al que sirve.

Lo que ha debido parecer extraordinario, llamativo y original a los socialistas es que un miembro propuesto por el PSOE vote en contra de los criterios del partido. Porque, si el Consejo Audiovisual ha decidido que Canal Sur "vulnera la neutralidad informativa", lo hace gracias al voto de su presidente, ahora en contra de los intereses socialistas, y en su día propuesto al Parlamento por el PSOE. ¿Cómo no vota de acuerdo con el partido, aunque el Consejo Audiovisual sea una autoridad independiente? ¿Cómo no obedece al partido, a la mayoría absoluta gobernante? Supongo que, si el director de la radiotelevisión andaluza fuera tan díscolo como el presidente del Consejo Audiovisual, ya habría perdido el puesto.

La parcialidad política de Canal Sur es una trivialidad cotidiana, administrativa, al margen de la voluntad individual de los trabajadores de Canal Sur. Lo preocupante es que sea un escándalo enfatizar lo obvio: que un medio de comunicación que depende del Gobierno es un medio gubernamental. El director de la RTVA será elegido en el futuro por el Parlamento, y el PSOE dice que quiere negociar "de verdad" con la oposición el nombre del futuro jefe de Canal Sur. Pero, teniendo en cuenta su nueva mayoría absoluta, y después del incidente del Consejo Audiovisual rebelde, temo que no modifique sus costumbres de dominio sobre la radiotelevisión. No creo que quiera repetir sorpresas como las del presidente del Consejo Audiovisual.

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