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Reportaje:

El viaje de ida y vuelta de Jenaro

El empresario que fingió su muerte para huir de las deudas declara ante el juez

Jenaro Jiménez quería escapar, huir de la losa que le suponía su vida anterior. El peso de enormes deudas contraídas como empresario y que se vio incapaz de pagar. Al menos ésta es la explicación que él ha ofrecido para justificar su simulada desaparición en aguas de Tarifa (Cádiz). Le dieron por ahogado pero, en realidad, él se había marchado a Latinoamérica. Él ha explicado que quería dar un vuelco a su existencia pero lo cierto es que al otro lado del Atlántico tampoco se enmendó. Formó una nueva familia bajo un nombre falso y abrió un negocio en un local cuyo alquiler nunca pagó, según la dueña. El viaje de Jenaro fue de ida y vuelta. Ayer tuvo que responder, por primera vez ante un juez, de algunos de los delitos que le achacan. Su abogado ha explicado que Jenaro está arrepentido.

En Paraguay, en un año, conoció a una ex miss, se casó con ella y tuvo una hija

El empresario decidió desaparecer en abril del año pasado. Dejó aparcado su BMW cerca del espigón de la playa de los Alemanes y sacó los utensilios para pescar. Nada más se supo de él durante un buen tiempo. Durante tres días Salvamento Marítimo y la Guardia Civil rastrearon la zona en busca de su cuerpo. Su familia recordaba que Jenaro padecía diabetes y no descartaba que hubiese sufrido un desvanecimiento. En aquel momento, estaba casado, tenía un niño y su esposa estaba en avanzado estado de gestación. Las labores de búsqueda concluyeron sin éxito pero pronto la Policía comenzó a sospechar que aquella desaparición escondía algo más.

La Comisaría de Cádiz reclamó a la Interpol una búsqueda internacional de Jenaro cuando empezaron a llegar continuas denuncias de acreedores y de bancos, a los que el empresario debía dinero. Poco antes de su marcha había acordado un crédito para sacar adelante una promoción de viviendas en la capital gaditana. Los rastreos se centraron en Latinoamérica porque allí había tenido varios socios. No se equivocaron. Para entonces él ya estaba en Paraguay. Allí no perdió el tiempo. El empresario, de 42 años, conoció a la ex miss Rossana Villalba, se casó con ella y tuvo una hija, tal y como han revelado los medios de comunicación de Paraguay, a los que la historia de Jenaro ha aportado todo un filón informativo. En Paraguay se presentó con un nombre distinguido, Álvaro Domeq de Carvajal, y con él reconoció a su nueva descendencia.

El viaje de ida de Jenaro acabó en agosto de este año. En junio había dicho a su familia paraguaya que tenía negocios en España y que debía resolver algunos asuntos. Su esposa se enteró por la prensa de la verdadera identidad de su marido. En apenas un año Jenaro había engañado a dos familias enteras, que ahora no saben cómo alejarse de él. Su esposa española ya ha presentado una demanda de divorcio y ha pedido una orden de alejamiento. Su mujer paraguaya se enfrenta a un periplo legal para quitarle a su hija un apellido que ni siquiera es real.

Ayer el empresario respondió por primera vez ante un juez de algunos de los delitos que se le imputan: estafa, apropiación indebida y falsedad documental. Fue la estela que dejó en España antes de huir. Tiene otras cuentas pendientes en un juzgado de Algeciras de acreedores que le reclaman dinero. Jenaro seguirá en la prisión de Puerto II mientras se le sigue tomando declaración. Su abogado, el gaditano Alfonso Jiménez, es uno de los pocos que ha encontrado coherencia a la historia. "Fue una ofuscación. Se agobió con las deudas. Su cabeza no está bien. Que se pusiera de nombre Álvaro Domeq es una muestra de ello", explica. El letrado insiste en que nadie reclamó su regreso, ni la Policía ni su familia. Fue él mismo quien fijó su vuelta. "Está arrepentido de lo que ha hecho y quiere resarcir el daño".

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