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Columna
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La victoria del PP

El Partido Popular está convencido de que si se cumple la ley de la gravedad ganará las próximas elecciones en España y en Andalucía. Se trata de sentarse, mirar al árbol, esperar que madure la manzana y que ésta caiga despachurrada por el suelo. Tan seguros están de ello que han decidido acudir a los comicios desafiando las encuestas, esas que además de otorgarles la mayoría absoluta en el Estado y rozarla en la comunidad autónoma andaluza, les advierte de que los únicos datos negativos que predicen los sondeos tienen que ver con sus candidatos a presidentes, Mariano Rajoy y Javier Arenas. Los dos obtienen una peor valoración de los ciudadanos que los líderes del PSOE a los que pretenden sustituir, por lo que mejorarían mucho las expectativas si los cambiaran.

Esteban González Pons, que es el vicesecretario de Comunicación del PP, ha estado este fin de semana en Andalucía para comprobar en persona el estado de madurez de la manzana. Y la conclusión ha sido clara: "El cambio político ya está hecho, por lo que tan solo falta que se materialice en las urnas lo que nos dicen las encuestas". Como todavía falta más de un año para las autonómicas, habrá que suponer que González Pons, además de certificar este hecho histórico, le ha traído a Arenas el consejo que en su día le dieron a Rajoy, que más vale que empiece a estar calladito, ya que a partir de ahora todo lo que puede hacer es empeorar las expectativas. Y de empeorar expectativas, a estas alturas de su trayectoria política, Arenas sabe un rato.

El líder del PP andaluz es el único dirigente en activo que ha perdido tres elecciones como candidato. La única vez que salió a un balcón para festejar una victoria fue en 1993, como dirigente nacional del PP, y la alegría le duró diez minutos. El PSOE de Felipe González terminó ganando las elecciones contra todo: contra tres millones de parados, contra tres devaluaciones de la peseta, contra la resaca del 92, contra el cansancio de los ciudadanos por más de una década de Gobierno socialista y, sobre todo, contra todo pronóstico. Al año siguiente, Arenas, como candidato a la Junta, ni tan siquiera salió al balcón. La victoria que le daban las encuestas no le alcanzó ni para asomarse a una ventana.

En el PP están convencidos de que estos hechos son irrepetibles, por eso van ahora por España y por Andalucía con una cara de felicidad que se les nota a la legua. Ganando elecciones sin que estén convocadas y convencidos de que las leyes de la física, en esta ocasión, no se van a equivocar. La manzana está madurando en el árbol, día a día y parado a parado, a un ritmo vertiginoso, por lo que en el PP solo esperan a que caiga por el propio efecto de la gravedad. De la gravedad de Newton y, sobre todo, de la gravedad de la situación económica. González Pons no solo ha estado en Andalucía para asegurar que el cambio político "está ya aquí", sino también para animar a los suyos a sacar pecho. Están que se salen y les da igual ocho que ochenta. Solo esta arrogancia del que se ve ganador puede explicar que Arenas acuda este domingo a un acto con alcaldes de Málaga y ponga como ejemplo de gestión a Juan Martín Serón, el primer edil de Alhaurín el Grande, que podrá presentarse a las elecciones por haber pagado una fianza para eludir la cárcel.

Falta más de un año para las elecciones autonómicas, por lo que resulta bastante atrevido finiquitar la contienda como está haciendo el PP. Nuestra visión intuitiva del mundo incluye saber que todo lo que sube tiene que caer. Y, ahora mismo, lo único que está subiendo son las expectativas electorales del PP. Además, hay que tener en cuenta que el movimiento de los objetos que caen a la tierra está siempre relacionado con el movimiento de los planetas que giran alrededor del Sol. Y algún día, digo yo, el PSOE tendrá que empezar a girar. A girar a la izquierda.

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