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Columna
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"Amabile"

GRACIAS A LA encomiable labor de Jorge Gimeno, que se ha encargado de la selección, traducción, prólogo y notas, poseemos una excelente edición antológica en castellano de los escritos del príncipe Charles-Joseph de Ligne (1735-1814), que lleva el expresivo título de Amabile (Pre-Textos), inspirado no sólo en el de un cuento suyo, sino también en el talante vitalista de este aristócrata ilustrado, al que, un año después de morir, Goethe calificó como el hombre más feliz del siglo XVIII. Aunque la fortuna prodigó sus dones sobre este singular personaje, perteneciente a una de las más viejas y linajudas estirpes europeas, de agraciado aspecto físico, enorme talento literario y gran acopio de bienes materiales, que supo disfrutar sin temer su pérdida, no está claro que ser feliz dependa necesariamente de esta abundancia al iniciar la vida, en cuyo transcurso -y no digamos al final- se acumulan las pérdidas. En todo caso, basta con leer los escritos de De Ligne, sobre todo, en su parte aforística, para comprobar la importancia que tiene la sabiduría para sacar provecho de la vida, incluso cuando ésta nos muestra su peor perfil.

La sabiduría entendida naturalmente como experiencia existencial inteligentemente acumulada; o sea: como moral, pero, si se me permite, la felicidad también depende mucho de la época que nos toca vivir. En este sentido, el siglo XVIII, atosigado por un sinfín de privaciones materiales e injusticias, estuvo más predispuesto a disfrutar con lo poco que comparativamente entonces había, que nuestra época, en la que paradójicamente el equipamiento material para gozar es muy superior, por no hablar de la agobiante ideología hedonista que nos domina, que no permite que haya límite alguno para la satisfacción más descabellada. No obstante, la neurosis colectiva aumenta hoy a un ritmo galopante, cebándose principalmente en las sociedades más opulentas de Occidente, donde la gente parece atiborrada de frustración. Sin pretender sacar fáciles conclusiones de esta indudable paradoja, se me ocurre, leyendo lo que escribe Charles-Joseph de Ligne sobre la bondad de la admiración, del entusiasmo, de la gratitud, del desinterés, de la generosidad, de la humildad, de la magnanimidad, del cultivo del buen gusto, etcétera, que la felicidad del sabio no depende tanto de colmar nuestra insaciable glotonería.

En 1814, justo el año en que murió De Ligne, a los 79 años, William Hazlitt (1778-1830) escribió el texto titulado '¿Por qué las artes no progresan? Un fragmento', recién publicado en castellano, junto a otros de este autor, en el libro Ensayos sobre el arte y la literatura (Espasa) al cuidado de Ricardo Miguel Alfonso, un texto donde este agudo ensayista británico argumentó sobre cómo la vida humana en general y, por supuesto, el arte no podían ser medidos sólo por un rasero científico, con cuyo progreso se tiene garantizado casi todo menos la felicidad, algo que concierta mejor con poseer un talante precisamente "amabile".

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