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Reportaje:TEATRO

Auschwitz, a escala 1:20

Javier Vallejo

La compañía holandesa Hotel Modern reproduce un campo de exterminio nazi y la suerte de sus prisioneros en Kamp. Un espectáculo en el que 3.000 muñequitos de resina son manipulados, filmados en directo y proyectados en tiempo real sobre pantalla grande en Sevilla.

Rousseau predicaba la bondad natural del hombre, pero envió a sus cinco hijos a la inclusa. Dieciséis siglos antes, los gnósticos distinguieron entre hombres con espíritu y desalmados. ¿Tendrán los genocidas alma? En Whiteman y Cararroja, un western judío, George Tabori pone a un indio cherokee a discutir con un hebreo cuál de los dos es más desgraciado y cuál de sus pueblos ha sido más perseguido. Apenas hay obras teatrales sobre el destino fatal de los indios norteamericanos, porque perdieron la guerra. Alguna ha aparecido abordando el genocidio de Ruanda. Sobre el Holocausto hay muchas, pero ninguna que reproduzca la suerte de los prisioneros enviados a campos de extermino con el verismo de Kamp, que la compañía holandesa Hotel Modern representa en el Teatro Central de Sevilla el 26 y el 27 de enero. Sus creadores han reconstruido Auschwitz a escala: los edificios del campo son un juguete enorme desplegado por todo el escenario. El centro lo ocupan una calle ancha, una estación y una vía muerta en la que entra un mercancías. De sus vagones de madera descienden centenares de hombres, mujeres y niños vestidos de calle, engalanados. Una microcámara los filma en picado, y las imágenes se proyectan en tiempo real sobre la gran pantalla que ocupa el fondo de la escena. El zoom nos acerca sus rostros, todos diferentes, boquiabiertos de espanto, extrañamente humanos. A un lado de la vía están los 19 barracones de los prisioneros; al otro, las casas de los militares y la iglesia. Tres intérpretes manipulan los muñequitos de ocho centímetros de altura, los iluminan, los siguen cámara en mano a través de una maqueta de cien metros cuadrados, respiran con ellos.

A la puerta de la cámara de

gas se amontonan los zapatos y la ropa de los recién llegados: un grupo traspasa el umbral, y luego otro, y nosotros con ellos. Vemos la puerta cerrarse desde dentro. Con sus cuerpos de resina traslúcida desnudos y sus bocas abiertas sin labios, los que van a morir son clones del protagonista de El grito. Oscuro total. Por un agujero entra un rayo de luz... y el gas. Fuera, un prisionero recoge las ropas y objetos personales que se quedan sin dueño: maletas minúsculas, fotos, prismáticos, candelabros, una llave inglesa, una tetera, un elefante de juguete... La pantalla muestra ahora el punto de vista del guardia de la torreta de vigilancia. Varios presos cargan un carro de arena. Uno no puede con la pala. Se derrumba. Un guardián lo muele en el suelo: el micrófono de la cámara recoge y amplifica los golpes hasta lo insufrible. Buena parte del espectáculo es de una crudeza extrema: duelen esos cuerpecitos de resina vestidos de rayadillo, conmueve la expresión de sus rostros servida en primeros planos en blanco y negro. Afortunadamente, Hotel Modern da respiro: al anochecer, mientras cantan los pájaros y se encienden las farolas y las luces de los edificios, Auschwitz parece un pueblecito plácido y confiado. Es un espejismo: la cámara entra de improviso en los dormitorios colectivos, muestra centenares de cuerpos hacinados en tres pisos de nichos, roncando y respirando pesadamente con el aliento real de sus manipuladores, recogido por micros y amplificado.

Kamp desasosiega y revuelve las tripas, pero encandila. Vale la pena cruzar el puente de la Barqueta, entrar en el Central y exorcizar allí lo peor del pasado reciente de la vieja Europa.

Kamp.

Teatro Central de Sevilla. Isla de La Cartuja. Del 26 y el 27 de enero.

Imagen del espectáculo 'Kamp'.
Imagen del espectáculo 'Kamp'.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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