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Entrevista:Dias & Riedweg | Exposiciones

"Entendemos el arte como subversión de la cultura"

Ironía y parodia han sido siempre excelentes vehículos para dejar en evidencia las verdaderas lacras de la sociedad. Y la mejor forma de conectar con el público. La literatura, el teatro, todas las artes las han utilizado desde la antigüedad. La exposición Tragicomedia, en Sevilla, recoge los trabajos en vídeo de ocho artistas que utilizan ese medio de expresión para abordar algunos de los más acuciantes conflictos sociales: Gustavo Artigas, Jennifer Allora & Guillermo Calzadilla, Dias & Riedweg, François Bucher, Gabriela Golder y Yoshua Okon.

Mauricio Dias (Río de Janeiro, 1964) y Walter Riedweg (Lucerna, 1955) trabajan juntos desde 1993. Habituales en las grandes citas internacionales del arte, se aproximan a diversos grupos sociales creando dinámicas entre el documento y la imaginación; puestas en escena poéticas y a veces con toques de humor. En Devotionalia (1994) hicieron moldes de pies y manos de 1.268 niños de la calle de Brasil, como exvotos por los deseos cumplidos; Voracidad máxima (2003), realizado para su retrospectiva en el Macba, enmascara con los rostros de ambos artistas a chaperos en Barcelona que cuentan sus experiencias, y Paraíso cansado (2009), encargo de la Bienal de Canarias, trata sobre el cruising en la playa nudista de Maspalomas, en Las Palmas. "El arte es para mí un ejercicio diario, un ejercicio de comprensión, de reflexión, de traducción", confiesa Dias.

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PREGUNTA. ¿Qué intención tuvieron como dúo de artistas al principio de su colaboración con respecto al mundo del arte contemporáneo y cuál es su posición ahora que han elaborado un lenguaje propio?

MAURICIO DIAS (MD). Walter estudió e interpretó música desde muy joven en Suiza y más adelante llegó al teatro en Nueva York, en los años ochenta, dentro de la escena de la performance. Yo estudié Bellas Artes en Río de Janeiro y, después de viajar un año por Europa trabajando en agricultura, retomé los estudios de arte en la Schüle für Gestaltung en Basilea (Suiza). Fue allí donde nos conocimos, bailando, no en el trabajo.

WALTER RIEDWEG (WR). Vivimos como pareja dos años antes de empezar a colaborar, en realidad, antes de interferir uno en el trabajo del otro. Durante esa época yo dirigía una obra de teatro titulada Wanderzeit (Tiempo de migración) en la que apliqué al teatro mucho de lo que había aprendido en el campo de la performance. Mauricio terminó poniendo elementos visuales que contribuían a narrar la historia tanto como los propios actores. Fue así como empezamos.

MD. En esa época trabajamos también juntos en el sistema de educación pública suiza como profesores para niños extranjeros. Eran chavales de Bosnia, Serbia, Croacia, Irak, Burundi, Ruanda y otros sitios. Algunos estaban recién llegados a Suiza. Estas clases eran unos increíbles laboratorios culturales del mundo. Fue un trabajo muy comprometido y una influencia definitiva en nuestra forma de ver el mundo y nuestro propio lenguaje artístico. Pero, sobre todo, fue el poder de una íntima y profunda relación a través de la vida cotidiana lo que nos llevó a trabajar juntos.

P. Después de vivir cada uno varios años en el país del otro, ¿se han convertido los dos en una especie de extranjeros (en el propio país y en el otro)? ¿Ese alejamiento/cercanía forma parte de la mirada sobre los demás?

MD. Es una preciosa pregunta y la respuesta es sí. No hemos planificado nuestras vidas y tampoco planificamos nuestro trabajo. La inmigración es un tema crucial en nuestro trabajo como artistas y también en nuestra vida. No sólo por los desplazamientos físicos en la geografía que ambos hemos vivido -Mauricio, nacido en Río de Janeiro, es ciudadano suizo y Walter, suizo, se ha hecho brasileño- sino por nuestra elección vital: dejar los lugares donde crecimos para emigrar al país del otro. Un lugar ajeno. Todo nuestro trabajo está basado en esta atracción, esta preferencia por todo lo que no nos pertenece. Nos ha inspirado mucho el Manifiesto Antropofágico de Oswald de Andrade (São Paulo, 1922), en nuestra opinión el primer y auténtico documento en asentar una posición poscolonial. La inmigración es algo inherente a ello. De alguna manera, migramos hacia el otro para encontrarnos a nosotros mismos. Por otro lado, un artista, un narrador, es una especie de turista, un fantasma, un migrante eterno incursionando en esferas que no le son propias. No es que no tengas un territorio propio, pero es el territorio del otro el que te permite ver mejor lo que eres en realidad.

P. Ustedes trabajan sobre todo con colectivos de personas, pero enfatizan el sello de la individualidad de cada uno. ¿Cómo elaboran esa dinámica?

MD. De alguna manera es a través de estas prácticas colectivas en las que hemos desarrollado ciertas metodologías que evocan y despiertan la individualidad subjetiva. Es diferente formular un pensamiento y ser capaz de expresarlo a otros. Requiere un esfuerzo de reflexión. Hay algo muy fuerte, a veces definitivo, cuando alguien rompe las barreras y logra decir algo que ha pensado. La expresión consiste precisamente en el momento exacto en el que uno decide convertir algo privado (un punto de vista propio) verbalizando una declaración o una pregunta. Gran parte de la experiencia del arte reside en este territorio limítrofe entre la percepción y la expresión, y muchos de nuestros trabajos subrayan la importancia de estas experiencias subjetivas que tenemos todos. Para nosotros el arte es una experiencia absolutamente individual que se hace más intensa cuando parte de una base colectiva. Entendemos la experiencia del arte como una subversión de la cultura.

P. ¿Cómo han desarrollado esa mirada "no paternalista" hacia gente muchas veces desamparada?

WR. Aunque trabajamos con otra gente y sobre el tema de la alteridad, no intentamos juzgar, clasificar, enseñar, curar, mejorar o cambiar nada en la vida del otro. Nosotros entendemos nuestro trabajo principalmente como encuentros con el otro, diseñados conceptualmente para, más adelante, convertirse a su vez en representación para unos terceros. Procuramos que cada participante sea capaz de definir en qué medida está dispuesto a contribuir y cuánto prefiere conservar para sí. Queremos que esa contribución sea valiosa para todos, pero es cada uno de los participantes el que lo define.

P. La exposición se titula Tragicomedia. ¿Podría aplicarse a toda su obra?

MD. No tanto como le encajaría a la historia de la civilización...

Dias & Riedweg. Tragicomedia. Salas Cajasol. Plaza de San Francisco, 1 y calle de la Imagen, 2. Sevilla. Hasta el 14 de junio. Segunda Bienal de Canarias. TEA. Santa Cruz de Tenerife. Hasta el 3 de mayo. En todas partes. Políticas de la diversidad sexual en el arte. Centro Galego de Arte Contemporánea. Del 15 de mayo al 1 de septiembre.

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