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Reportaje:

Las aguas de la identidad

El ascensor deposita al visitante enfrente de un escritorio al que se agarran, abigarradas y en sutil equilibrio, decenas de cajas, papeles, cuadernos, lapiceros, fotos... Es la mesa de trabajo de Roni Horn (Nueva York,1955). Flanqueada por una inmensa librería donde también se pelean por hacerse un hueco cientos de libros, es sólo una imagen del inmenso estudio que esta artista, que se niega a ponerse la etiqueta de fotógrafa, tiene en el barrio de Chelsea, en Nueva York.

"No me gusta que me clasifiquen. Sé que es sólo un deseo, siempre te van a clasificar, aunque trates de evitarlo. Pero a mí no me interesa un solo medio, me interesan muchos. Lo que ocurre es que a la gente le hace falta clasificar para dar sentido al trabajo de otros, pero a mí eso no me interesa. Tampoco espero que la gente sepa todo lo que hago, no me preocupa".

Ésta es una premisa esencial para entender el trabajo de una creadora que será una de las estrellas invitadas a la próxima edición de PhotoEspaña. Lleva tres décadas moviéndose entre la escultura, el dibujo y la fotografía, pero será precisamente el universo que ha sido capaz de atrapar con su cámara lo que los visitantes del mayor festival de fotografía de España tendrán la oportunidad de conocer. Es una mujer menuda, masculina, de pelo muy corto, y cargada de ironía en la mirada. Viste vaqueros, una camiseta blanca y zapatillas de deporte muy simples, y todo su estudio parece una enorme sala de pruebas donde esculturas que podrían ser pequeños glaciares a la deriva conviven con copias inmensas de su serie To Place, colocadas en suelos y paredes. To Place (colocar, situar) es un proyecto profesional y vital que inició en Islandia en 1989 y al que Horn, de 53 años, no le ha puesto fecha de caducidad. Consta de nueve libros -que también pueden transformarse en fotoinstalaciones como las que se verán en PhotoEspaña- en los que explora, a través del paisaje islandés, ideas como la variabilidad de la identidad y la transformación de los lugares.

Los libros muestran imágenes tomadas en diferentes momentos y lugares de una isla a la que Horn no puede dejar de regresar, aunque se niegue a definirla como un segundo hogar puesto que considera que su casa es Nueva York. "Para mí, To Place ha sido una manera de conocer ese país. Viviéndolo, sin imponer mis expectativas. Es una serie en la que probablemente trabaje toda la vida porque es mi manera de entender". Se declara incapaz de explicar qué la llevo hasta Islandia la primera vez. "Nunca he sabido contestar a esa pregunta. En realidad, también podríamos decir ¿y por qué no Islandia? Simplemente ocurrió, fui y me gustó. Me encantó el clima, tan fuerte, tan extremo, durante años acampaba por toda la isla, pero incluso si estás puertas adentro, adoro sentirlo. Me encanta el invierno, ese sonido del silencio, y la falta de luz..., aunque la gente se vuelve muy agresiva... Y la belleza del campo es indescriptible. Yo no busco nada, no busco el silencio, el ruido, la luz o la oscuridad..., acepto el mundo como es". Horn cierra los ojos y se transporta hasta allí por un instante. Después, sonríe y le da un trago, relajada, a una cerveza.

Sin duda, un lugar completamente opuesto a Nueva York. "Exacto. Seguramente la respuesta sea precisamente que la isla me atrajo porque es la antítesis de Nueva York. Debe de haber una razón completamente inconsciente que me ha llevado a buscar así un equilibrio".

Algunas imágenes, como las que desarrolla en los libros Artic Circles o Lava, donde paisajes helados o rocas volcánicas interrogan al espectador, obligan a pensar que en su trabajo también hay una fuerte preocupación por la naturaleza. Incluso su último gran proyecto, la Biblioteca del Agua, una instalación-residencia sobre un acantilado islandés encargado por el Gobierno de ese país y en la que Horn ha creado "un archivo" de aguas procedentes de sus diferentes glaciares, sugiere que esa preocupación subyace también en su obra.

"No lo sé. Lo que yo hago está circunscrito a un marco concreto. Y además, no creo que podamos hablar de naturaleza, sólo de puntos de vista. La intervención humana ha llegado a todas partes, ya no existe naturaleza sin la intervención del hombre. Es cierto que siento una fuerte sensación de pérdida por lo que veo que ocurre a mi alrededor y quizás sea cierto que en parte se refleje en mi obra", explica dubitativa.

Hablar del sentido de su trabajo le inquieta un poco. Y es posible que la razón sea precisamente la percepción que tiene del lenguaje. "Mi obra cambia tanto como la identidad. En mi trabajo trato de explorar y discutir esa idea de clasificación que nos impone la sociedad. Lucho contra las imposiciones y las definiciones. Trato de dirigirme al espectador sin ideas preconcebidas, sin imponer nada. Por eso también utilizo títulos abiertos, que permitan al espectador interpretar como quiera. En el fondo, el lenguaje es algo político, es parte de las jerarquías y de la forma en que organizamos la sociedad". La suya, Estados Unidos, es culpable de algunos de los grandes males que afectan a la humanidad, afirma. "Hoy es un país muy difícil de respetar por el rumbo que ha tomado y el efecto que está teniendo en el resto del planeta. Crecí con una idea muy positiva de Estados Unidos. Creo que el capitalismo te da un incentivo para atreverte a intentar lo desconocido, pero ahora el capitalismo es exactamente lo contrario: si decides hacer las cosas dentro de unas reglas puedes ganar una fortuna, pero, si te sales del camino marcado, estás jodido. Y el mundo está jodido también porque ya no hay respeto para todo lo que no tenga un contenido económico y eso marginaliza el espacio y la experiencia. Todo esto, unido a la política y cómo el conjunto influye en el mundo, da un resultado escalofriante. Este país ha tenido una influencia devastadora en todo el planeta a través de la publicidad, de las empresas farmacéuticas... y esta mentalidad contable, todo se compra y se vende. Por otro lado, el mundo parece adorar todo lo que viene de América, así que creo que el problema no es mi país, es la humanidad. Estados Unidos es sólo la punta del iceberg", lamenta.

Pese a ese fuerte pesimismo, esta artista que ha hecho del aquí y ahora uno de sus credos afirma sentir una conexión muy fuerte con el planeta. "A pesar de sentir que el mundo es un lugar terriblemente oscuro, siento una intensa conexión con el resto de la humanidad de una forma que nunca había sentido antes. Y quizás sea porque la cantidad de contenidos y de información es tan grande hoy en día. No sé si tú sientes esto, pero el mundo se mueve cada vez más deprisa y ahora estamos completamente conectados con cosas que ocurren a kilómetros de distancia, eso es muy extraño. Es un nuevo nivel de complejidad, muy intenso".

Complejidad es una palabra que Horn utiliza a menudo y que repite cuando habla de su próximo proyecto: una exposición retrospectiva que el próximo invierno se verá en la Tate Gallery de Londres y en el Whitney Museum de Nueva York. "Ellos lo llaman retrospectiva, yo 'examen de reconocimiento'. Es complejo mirar hacia atrás, sobre todo porque descubres que tu obra está circunscrita al tiempo. Si miro una escultura de los años ochenta, sé que soy yo pero ya no me reconozco. La identidad está relacionada con el tiempo. Aquello fue entonces y ahora es ahora. Siempre he pensado que la persona que eres es también el lugar en el que tú estás". Sobre una pared de su estudio se apoya una escultura de aluminio sobre la que se lee: "La cosa más intangible es la más pegadiza". "Es una frase de Emily Dickinson, cuyos escritos he utilizado a lo largo de mi obra. Siempre vuelvo a ella, es como la Biblia. Siempre encuentro en sus libros nuevas ideas. La mayoría de la gente no entiende exactamente qué hago y ni siquiera entiende que esto sean esculturas, pero es perfecto así. Eso es precisamente lo que siempre he querido, que nadie sepa clasificarme".

Roni Horn. To place. PhotoEspaña 2008. Círculo de Bellas Artes. Marqués de Casa Riera, 2. Madrid. Del 4 de junio al 27 de julio

Arriba y abajo, <i>Sin título, nº 13</i>, y <i>Sin título, nº 15</i>, de la serie <i>Pares de pájaros.</i> En el centro, <i>Búho muerto</i>, de Roni Horn.
Arriba y abajo, Sin título, nº 13, y Sin título, nº 15, de la serie Pares de pájaros. En el centro, Búho muerto, de Roni Horn.

Enciclopedia islandesa

Para Roni Horn, la serie llamada genéricamente To Place es una especie de enciclopedia de la identidad, que la artista considera el meollo de toda su obra. Empezó con ella en 1988 y tiene su línea central en una serie de libros que, conforme van apareciendo, añaden nuevas preguntas y elementos visuales y textuales a los anteriores. En el fondo es un fino equilibrio en la relación entre el espectador y el paisaje (con una clara referencia a Islandia). Una experiencia tan íntima como la del lector y el libro.

To Place consta hasta ahora de nueve volúmenes en los que caben casi todos sus proyectos artísticos. La exposición que se presentará en Madrid incluye fotografías, dibujos y los libros del trabajo, todo ello elaborado en el sobrio lenguaje casi minimalista y conceptual de esta creadora. El CAC Málaga expuso hasta finales de marzo una muestra de la última década de su obra.

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