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Reportaje:MÚSICA | Reportaje

Los discos de oro del flamenco

Sólo para sus oídos. Los pueblos la adoraban y la recibían con banda de música tañendo esos campanilleros que la joven cantaora ciega puso de moda. Estamos a comienzos de los años treinta, cuando la Niña de la Puebla hizo de aquella copla que le escribió su padre -En los pueblos de mi Andalucía- uno de los números flamencos más famosos de todos los tiempos.

Quienes creen que el flamenco es una música para elegidos, desconoce nuestra historia. Los que piensan que los Camarón-Tomatito abarrotando el Palacio de los Deportes de Madrid una vez al año marca un antes y un después, ignoran que Pepe Marchena, entonces Niño de Marchena, ponía el cartel de no hay billetes un día sí y otro también en cualquier plaza de toros de España. Eminente creador y fullero bautizador, se inventó e hizo furor en los tiempos de la República con un cante al que dio en llamar colombianas. La flamencología enajenada sigue insistiendo: colombianas, de Colombia. Pues no señor. Marchena tomó una pieza mexicana y le dio aire flamenco; una ranchera que en versión original oiríamos después en la película ¡Viva Zapata!, de Elia Kazan, y ocupaba un lugar destacado en el repertorio sentimental de Frida Kahlo, quien se dibujó como el Pobre venadito de la canción. Sólo que el literario motivo inicial, "Soy un pobre venadito / que habito en la serranía", Marchena lo transforma en "Soy un pobre benedicto...", y lo adoba en su parte final con melodías de zortziko vasco. ¡Viva la mezcla, porque da salud y libertad! Nació entonces la apócrifa colombiana -"Quisiera cariño mío / que tú nunca me olvidaras..."- que se mantiene viva y ultravendedora. Valderrama, otro superventas, en sus memorias recordaba: "Presentar la colombiana por España fue un acontecimiento, daban actuaciones en los teatros, que iban las autoridades a presidirlo y todo, Marchena era una figura principalísima, una personalidad". ¿No querías un éxito? Pues ahora te fastidias y lo cantas. Marchena se vio obligado a colombianear en todo lugar y momento..., salvo cuando no le apetecía: "Distinguido público. Yo les pido mil perdones, porque ha sucedido una cosa que no estaba prevista: yo quería dedicarles esta creación mía que se ha hecho tan popular, pero a mi guitarrista no le han traído a tiempo la guitarra de tocar las colombianas". Aplausos y ¡vámonos que nos vamos! Tanto arraigó la colombiana que desde el Bilbao de los cincuenta fue contestada: "Bilbao, Bilbao, Bilbao, / ¡Ay, cómo has cambiao! / Las colombianas y el flamenco / te han equivocao", grabaron Los Cinco Bilbaínos.

La Niña de los Peines fue la máxima vendedora de discos de pizarra mientras Carmen Amaya y Sabicas se alzaron con el disco de oro en Estados Unidos
Pepe Marchena ponía el cartel de no hay billetes un día sí y otro también en cualquier plaza de toros de España
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'Como el agua', Camarón de la Isla
'Me regalé', Paco de Lucía
'La horita llegó', Carmen Linares

En los años cuarenta Manolo Caracol y Lola Flores, genios bravidos, partirán la pana con sus arrebatadas zambras y su zámbrico vivir: La salvaora, La niña de fuego. La ardiente niña mantendrá su temperamento hasta el final, cuando era abuela de fuego -Calvo/Aguilera dixit-. Lola, por otra parte, inventó el rap en remota época. Porque RAP, que traducido resulta ritmo y poesía, es lo que Lola venía haciendo desde sus tiempos con Caracol. En Zambra 1948 estrenó 'Mi abuelita tenía un pollito', unos tanguillos medio hablados que evolucionarán hasta el rap total en 'Mi abuelita'. Pero ya en 1946 grabó con pasmoso ritmo hablado a son de bulería aquello de "¡Ay!, por mire usted, Bernabé...". En 1958 dio el aldabonazo definitivo con el "monólogo sobre ritmo de tanguillos", según definieron sus autores León y Quiroga, la historia de Catalina Fernández, La Lotera: "¡Treinta mil setecientos cincuenta!, / lo han devuelto de Torrelodones...".

Hemos hablado de dos niñas-mujeres. Nos falta la suprema. Josefina Carabias, periodista adelantada, notificaba allá por el verano madrileño de 1935: "Hasta la calle de Alcalá llegan rumores de que en la plaza de García Hernández (antes plaza del Rey) se agolpa una muchedumbre imponente, que los guardias pueden a duras penas contener. La calle del Barquillo es un río humano, y por la plaza, los caballos de los guardias de Seguridad caracolean de un modo impresionante; los de Asalto, con los fusiles en la mano, parece que van a hacernos polvo de un momento a otro.

-Pero, ¿qué es lo que pasa? -pregunto.

-Casi nada... La Niña... Decir niña es lo mismo que decir don Niceto... No hace falta más para que todo el mundo sepa de quién se trata..., la Niña de los Peines, la Pastora, que está esta noche en el circo... ¿O es que no ha visto usted los carteles?...

Ahora me lo explico todo". (Crónica, 21 de julio de 1935).

La Niña de los Peines fue la máxima vendedora de discos duros, de pizarra. Llegado el microsurco un dúo incomparable arrasaba allí donde el elepé se inventó. En Nueva York, Carmen Amaya y Sabicas, la irrepetible bailaora-cantaora y el guitarrista fetén, se alzan con el disco de oro. ¡En Estados Unidos y en 1956!

¿Cómo entró el flamenco en nuestras listas? Lo más parecido al flamenco que encontramos en las primeras listas españolas, entre 1959 y 1960, es a la popera Gelu con una canción francesa en compás de bulería titulada Los gitanos. En 1961 triunfaba a grititos sobre un "flamenco rock" de italiana procedencia. Lejanos del todo a semejante tinglado, ese año Los Chiquitos de Algeciras, Paco y Pepe de Lucía, debutan: no se comen una rosca. Empieza a estar claro que con Chacón y Niño Ricardo, por mucha valerosa juventud que se le eche al asunto, no se alcanza el éxito. Y decimos empieza, porque varios de los incontestables triunfos del primer microsurco, nacional e internacional, llegaron de la mano del flamenco: álbumes del guitarrista Luis Maravilla, la antología de Hispavox o Carmen y Sabicas. Pero los tiempos estaban cambiando, yeh-yeh-yeh.

En 1962, por fin, La Paquera de Jerez se hace con una parcela entre los superventas con Maldigo tus ojos verdes. Registró esos tientos de Gallardo y Sánchez en 1958, pero ni su voz sísmica consiguió hacerse oír masivamente en el momento. Mas era caballo ganador. Tú y yo lo sabíamos. La esperanza es lo último que te pueden distraer. Y Maldigo tus ojos verdes se convirtió en un verdadero hit inaugural de la historia del cante impreso a 45 revoluciones por minuto: "¡Eso sí que fue una bomba! Me abrió muchos caminos", revelaba la cantaora.

El flamenco entró en los primeros hits parade despacito, sin correr: con mucho tiento y por tientos, que son tangos lentos. Ya sabemos de La Paquera. Su compañera Niña de Antequera también hubo de esperar las mismas cuatro temporadas para que con su cuestión canina por tientos, ¡Ay mi perro!, arrasara en ese 1962. Ítem más: ya emperrados los flamencos de sana fonación en captar oyentes, llegó a los amplios auditorios Rafael Farina con Mi perro amigo, otra canción por tientos... Así que empezamos con mucho tiento y haciendo perrerías de arte.

Desde antiguo se demuestra la preeminencia de los aires binarios, derivados del tango flamenco, en el ejercicio de enganchar al público y lucrar las arcas. El productor Mario Pacheco lo constatará con sus Jóvenes flamencos. Quiere decirse que la avisada industria musical carga las tintas en el tango, y en la rumba, su briosa hija flamenca.

Con la rumba arrasa Peret en El Duende, el tablao de Pastora Imperio y Gitanillo de Triana en Madrid. Le había precedido en el escenario Chano Lobato, patriarca que será del cante gaditano, quien se destapó en el vinilo como un rumbero de alto voltaje. Así nos lo contaba: "Cacharrito fue el éxito, que pegó fuerte. Pero fuerte, que podría haber trincao bien y haber tomao otra dirección. Tuvo un éxito horroroso. Cacharrito era un personaje que conocí cuando llegué a El Duende; un negrito que se cantaba una cosa: 'Adónde quieren llevar al negro... / Cacharrito p'aquí / Cacharrito p'allá'. Después ya salió Peret, y fue el que... Pero ése fue el primer éxito. Manuel Portela quiso echarme mano pa montar una cosa y presentarme como figura. ¡Como estos pelotazos que dan ahora! ¿No?".

El alcance popular de Cacharrito (1960) tuvo sus consecuencias. ¿Verdad, Chano?: "La rumba tuvo tal éxito que un muchacho de Sevilla, El Quini, que iba en una procesión de Semana Santa a caballo tocando la trompeta, cuando encerraron las imágenes, tocó Cacharrito y, ¡ojú, no veas la que se formó! En aquel tiempo había mucha rigurosidad. La Semana Santa estaba llevá así. Y el hombre largó fresco Cacharrito con la trompeta... Se la liaron, pero fue de arte. Después también yo escuché en las academias de baile montar el Cacharrito, en televisión bailarlo...".

En la España de 1964, cuando inician camino discográfico en solitario Paco de Lucía y Manolo Sanlúcar, y Los Sonors hacen su versión de Los campanilleros, resuena por doquier el tema América, de Leonard Bernstein, en toda clase de arreglos binarios para darle carácter popero; porque el original quiso su autor construirlo sobre el compás ternario de una bulería. Dijo: "Lo único que musicalmente me interesa de España es el flamenco". En tanto, a España lo único que le interesaba es americanizar aquello: "Ésta es la historia, la disparatada historia, del mundo al revés" (canta Amaral). Y no ha hecho más que comenzar la dislocante aventura en pos del disco dorado.

A una década de los primeros escarceos rumberos se prepara la revolución nonaino. Llegará el llamado Gipsy Rock, con las producciones de José Luis de Carlos donde los guitarreos enchufados se atrevían con el mismísimo Jimi Hendrix. Es el tiempo de Los Chorbos -con Manzanita-, El Luis y Las Grecas... Aquel Te estoy amando locamente (1973) será citado, en tonalidad menor, por Paco de Lucía, en una rumba semiimprovisada llamada Entre dos aguas que tras pasar casi inadvertida, con Jesús Quintero a los mandos del business process management, resucita a fines de 1974 en forma de boom mundial. Manolo Sanlúcar a lomos de su Caballo negro (1975) se encarama también al número 1. Le seguirán en 1976 Víctor Monge, Seranito, con Luz de luna, y Paco Cepero, con Azabache. En la banda sonora original de la España que asiste a la agonía del dictador y vislumbra la transición, las festivas guitarras flamencas abundan iluminando el nuevo amanecer.

Con una bulería, Tápame (1974), había entrado en listas Pansequito acompañado por Juan y Pepe Habichuela, y con unas bulerías que anunciaban un Nuevo día (1975) se incorporaron al momento joven Lole y Manuel. A la sazón Tío Manuel Soto, Sordera, también entra en Los 40 Principales sin darse cuenta. Cantaba unas coplas de José Manuel Caballero Bonald que resultaron ser de abierto compromiso social, y en algún compromiso se vio envuelto. A Enrique Morente le envolvían entonces los miles de mecheros que en los macroconciertos se encendían para dar calor a la Estrella (1977) de sus tangos, que guiaba hacia un "mundo con más verdades, con menos odios", "un mundo nuevo, sin fusiles ni venenos". El gas del mechero da para poco: nos seguiríamos matando. Pero nacerá otra Estrella: Estrella Morente.

Camarón de la Isla iba ganando adeptos y sus producciones buscan ahora el crossover. Llega La leyenda del tiempo (1979), que sólo alabó la prensa roquera; pero eso mismo fue un gran paso. Cumplida una década se hace con el disco de oro apenas pone en la calle Soy gitano. La gloriosa obra completa de Camarón reeditada da dividendos de muchos quilates, y sus hermanos flamencos ven crecer también sus caudales. Raimundo y Rafael Amador, Pata Negra, se buscaron unos mánager-garrafón para triunfar en 1981 con el cachondo pasodoble de Kiko Veneno. Junto a su productor Ricardo Pachón saborearán el placer del reconocimiento masivo a su rock-flamenco-gitano.

Con Ketama llegó Ray Heredia, que en 1991 nos deja un par de himnos generacionales: Alegría de vivir y Lo bueno y lo malo. Y resultará al final que sus kompañeros no estaban lokos. Tardaron en triunfar pero lo hicieron de forma inkontestable en 1995, protagonizando el mundo del espectákulo nacional. A los tres años José Mercé con Vicente Amigo se pondrá las pilas -alcalinas, por supuesto-, y emprenderá camino al aplauso general seguido de cerca por las fans: esa niña que al final del concierto se escabulle buscando al ídolo; el segurata que la persigue porra en mano; la muchacha que alcanza el camerino y ve a Mercé en calzoncillos..., y el segurata que ha de tirar la porra para procurar que la cría no se pegue un porrazo en su desmayo. José consigue el Disco de Platino al tomar Aire con Isidro Muñoz, vendiendo en un mes 100.000 copias. Más tardó Carmen Linares en obtener esa cifra con su antológico doble álbum La mujer en el cante o su compadre Enrique Morente con Omega, dos piezas cumbre del género nacidas en 1996. Fue cuando Paco Ortega, asistido por Alejandro Sanz, da a conocer a Niña Pastori. Tú me camelas, podrá decirle de inmediato al público. Pitingo, con sus pitinguerías por soulerías, es hasta el momento el último en apuntarse al carro de la fama.

En lo que llevamos de siglo XXI hay un protagonista arrasando en el quejío. Se llama Ramón, Dieguito le puso Camarón y hoy por El Cigala es conocido. Junto a Bebo Valdés, Javier Limón y Fernando Trueba, este sobrino de Farina marca tendencia desde que registra Lágrimas negras (2003) y multilaureado se da un garbeo por el orbe latino en olor de multitudes. Acaba de volver con Dos lágrimas. Esperemos que si llora en negro, no sea por el pirateo.

Y hemos dejado para el final el golpe de gracia: el que sobre el respaldo del sofá del estudio ejecutaron a cuatro manos Manolito Soler y Dr. Keli reforzando el "aaaaahi" de Los del Río en la grabación de Macarena. ¡Qué golpe de suerte! ¡Esto sí que es dar el golpe definitivo para poderse retirar!

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