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Reportaje:MÚSICA

La escucha y sus atributos

Habla, habla: te estoy escuchando", le dice Don Giovanni a la estatua del Comendador en la escena final de la ópera de Mozart. Esta frase podría marcar la cesura entre dos modos de escucha cuyo conflicto nos conduce al debate musical de la actualidad. Poco antes, el gran seductor escucha música mientras cena, y esa música dentro de la música es música de moda, arias célebres en la Praga de finales del siglo XVIII: un aria de Una cosa rara, de Martín y Soler, otra de Giuseppe Sarti y, al fin, la célebre aria, entonces y ahora, 'Non più andrai', de Las bodas de Fígaro; Mozart citándose a sí mismo. Pero el Comendador, al cortar esa escucha disoluta, ese escuchar música distraídamente mientras se cena, se ríe y se comenta la actualidad, introduce el riguroso orden de la "escucha estructural"; con sus pasos que retumban ("sentite", dice Leporello a Don Giovanni), y sus golpes en la puerta vienen a recordar que una ópera "debe volver a comenzar desde el principio [...], debe cerrar el círculo de su economía compositiva de la escucha". Con ello la ópera se convierte en "obra" y el frívolo escuchante, y su escucha distraída, reciben castigo.

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Una colección con inquietudes

Esta sorprendente conclusión es una de las ideas más frescas de un libro que acaba de aterrizar en el magro panorama de ediciones musicales españolas. Su autor es un joven musicólogo francés, Peter Szendy (1966), profesor en Estrasburgo y consejero editorial en el IRCAM y la Cité de la Musique de París. Esta "historia de nuestros oídos" (lo del oído melómano es un añadido español poco afortunado) constituye el primer libro suyo que llega al público español, pero ya habían aparecido de él dos deslumbrantes artículos en la revista Doce Notas Preliminares en 1998 y 1999.

A Szendy le interesa el estatuto de la obra musical, la evolución de los derechos de autor, los terrenos peligrosos -cuando no sin ley- de las transcripciones, las apropiaciones, los arreglos, las citas, los plagios, los popurrís..., y en suma, el estatuto de la escucha. ¿Se puede trazar una historia crítica de la escucha? Szendy se lo propone, no sin afirmar que apenas quedan rastros de su historia. Hay algunas trazas, por ejemplo, la lista "normativa" de Adorno en cuya cima se sitúa la "escucha estructural", la del que lo escucha todo. Pero, para Szendy, esta escucha está ligada a un concepto de obra musical que es, a su vez, deudor de la evolución histórica de los derechos de autor: "No está claro que haya una historia de la noción de obra

[...], la idea, aparentemente obvia, según la cual hay obras musicales, ha emergido muy lentamente, en estrecha correlación con la constitución de los derechos de autor y con la consolidación de ciertas prácticas de ejecución". Y erosionando este edificio está todo lo que cuestiona tanto el concepto de obra como el derecho de autor: los arreglos, las transcripciones, los plagios...

Con estos mimbres, Szendy muestra una serie de conflictos desde la época de Bach hasta las prácticas del sampler o los DJs. Por ejemplo, a mediados del siglo XIX, mientras un oyente, el conde Thadée Tyszkiewicz llega hasta los tribunales porque se siente estafado por una representación "alterada" del Freyschutz de Weber en la Ópera de París, esta misma institución se embarca en otro juicio para conseguir que una orquesta popular que toca fragmentos de las óperas al aire libre en los Campos Elíseos sea condenada: "Si se acepta que los empresarios de los conciertos públicos hurten las novedades musicales aún frescas

[...] arruinarán de manera infalible los grandes teatros líricos

[...], está en juego la suerte de la música en Francia", clama el abogado. ¿Quién no vería en este exhorto una analogía con quejas de hoy día ante prácticas de apropiación de diversa índole?

Szendy hace pasar por es

ta historia a nombres ilustres (como Liszt, que con sus transcripciones de las sinfonías de Beethoven para piano, provoca una suerte de apropiación tensa de la obra original, como si una obra orquestal trasladada a un instrumento significara la reinscripción de la música en otro cuerpo). Es una historia fascinante y oculta en la que aparecen debates y querellas como las protagonizadas por Berlioz, Wagner, Verdi, Schoenberg o Stravinsky, pero también algunas curiosas figuras como John Oswald, que crea un disco con diversas manipulaciones de obras y fragmentos ajenos (electrocitas), pone en la portada a Michael Jackson montado sobre un desnudo femenino y distribuye gratis el disco hasta que un juez ordena destruir toda la edición. O el caso de la fábrica Harley-Davidson que intentó en 1994, sin éxito, proteger con copyright el ruido de su motor.

Con el siglo XX se consuma el concepto de obra, el derecho de autor y la escucha estructural, pero la escucha producida por la fonografía y los nuevos medios de intervención en el sonido ha alborotado las certidumbres: "Se trata más bien de mostrar cómo el régimen moderno de la escucha musical no sólo segrega sus propias paradojas y resistencias, sino que también se encuentra enfrentado a otras mutaciones -las de los soportes de la música-, que lo desestabilizan de entrada e impiden su cumplimiento". ¿Qué tipo de mutaciones serían ésas?: "Esta época de la escucha también es la de los oyentes que se convierten en autores . Son los DJs de hoy, que beben también de las fuentes de stocks de grabaciones".

En suma, un libro estimulante e "inaudito" en el ámbito musicólogo español, en el que Szendy propone nuevos modos de pensar lo sonoro y encuentra referencias en esos pliegues de la historia de la música que quedan en oscuro. Queda una pregunta final, perturbadora y sugestiva: "Una cierta distracción ¿acaso no es una condición tan necesaria para la escucha activa como la atención total, estructural y funcional?". La respuesta

..., en lo que queda de siglo.

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