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Crítica:ARTE | Exposiciones
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El ruido de la gran ciudad

Cuando en 1934 Shostakóvich compuso la Suite número 1 de jazz para orquesta es posible que no se enterara de lo que era. Su deliciosa pieza, precedente directo de la estética de Nino Rotta, parece más una parodia de la música militar de banda, con marchas y valses estrafalarios, que una versión culta de los ritmos y melodías afroamericanos que estaban transformando la música y la cultura occidental. Stravinski, sin embargo, se había mostrado mucho más receptivo con los orígenes del jazz en su Ragtime de 1918 ilustrado por Picasso, igual que Satie, Cocteau o Picabia.

En el fondo, el jazz tiene mucho que ver con el cubismo. Viene a ser su equivalente musical: una auténtica revolución. Los dos beben de la misma fuente africana, aunque por vías distintas, uno desde fuera y el otro legítimamente desde dentro. No es de extrañar, pues, que se mezclaran en la época del art déco, cuando la geometría cubista se popularizaba por medio de las artes aplicadas, la publicidad y la moda al ritmo trepidante del charlestón y el foxtrot, dando la entrada triunfal a los tiempos de la modernidad, superada ya la nostalgia romántica y melancólica del art nouveau. En los años cincuenta pasaría algo parecido, la música del arte abstracto seguiría siendo el jazz, naturalmente más evolucionado, libre y cerebral.

El siglo del jazz

Centre de Cultura Contemporània

de Barcelona (CCCB)

Montalegre, 5. Barcelona

Hasta el 18 de octubre

El siglo del jazz es una exposición que se estrenó en el parisiense Quai Branly y que ahora se puede ver en el CCCB. Su comisario, el filósofo y crítico de arte Daniel Soutif, ha planteado una ambiciosa revisión del jazz y su incidencia en el arte, con múltiples lecturas. Una vitrina inacabable de partituras originales, desde mediados del XIX hasta el final del XX, recorre de forma cronológica la exposición, acompañada de ilustraciones musicales que generan un barullo considerable, como un paseo por la neoyorquina calle 42 en sus momentos más gloriosos. Enfrente: espacios que acogen las diversas manifestaciones artísticas conectadas con el jazz a lo largo del siglo, distribuidas en apartados temáticos, pero sin establecer jerarquías. La pintura -bien escogida como el resto- goza del mismo protagonismo que el cine -quizá demasiado comprimido por falta de espacio-, los juguetes, las carátulas de disco, programas y carteles, en un calidoscopio hipnótico y fascinante. El montaje es nítido y discreto y no compite con la pletórica iconografía que presenta.

Pero contemplar y digerir mil piezas en poco más de una hora es imposible, se necesita tiempo para asumir tanta información sonora y visual. Para abrir boca, el CCCB ha creado la web: www.cccb.org/elsegledeljazz en donde se puede acceder a un eufórico y rápido pack que hace de buen reclamo para acercarse al Raval barcelonés o para que, simplemente, hurguemos en las pilas de CD medio olvidados -ahora se escucha mucho menos jazz que en tiempos pasados- y nos reencontremos con la estremecedora I'm A Fool To Want You, de Billie Holiday, una My Funny Valentine versionada por Chet Baker, o con cualquier otra melodía o anti-melodía que tengamos clavada, escondida o esperando en lo más recóndito del alma.

Interpretación de Harlem Jazz (1925), de Winold Reiss.
Interpretación de Harlem Jazz (1925), de Winold Reiss.

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