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Reportaje:

Marionetas del statu quo

Nuestra sociedad está regida por el denominado "orden social establecido", también conocido como establishment. Este mecanismo de poder y de control se viene empleando desde que los seres humanos comenzamos a organizarnos en comunidades. De ahí que su raíz etimológica proceda de la frase latina "statu quo", que significa "estado del momento actual". Y entonces, ¿quién mueve los hilos en nuestra sociedad? ¿Qué tipo de fuerzas determinan que nuestras vidas sean como son? ¿Cómo funciona el statu quo? Lejos de promover ninguna teoría de la conspiración, basta con mirarnos en el espejo. Dado que solemos pensar que somos como somos y que no podemos cambiar, en general creemos que el sistema es como es y que no puede transformarse.

Pese al control de la élite económica sobre el individuo, somos libres para cambiar

Ahora mismo, por ejemplo, muchas de nuestras decisiones y conductas están regidas de forma inconsciente por el miedo, el control y el instinto de supervivencia. Por eso solemos llevar una existencia orientada a saciar nuestro propio interés. Y dado que la sociedad no es más que la proyección de cómo pensamos y actuamos cada uno de nosotros, las estructuras socioeconómicas que hemos ido creando suelen organizarse de forma jerárquica, permitiendo que una minoría de individuos ostente poder sobre una gran mayoría.

Así, el objetivo de todas estas instituciones no es promover nuestro bienestar. Y mucho menos cuidar y respetar la salud del planeta que todos compartimos. Su principal finalidad es ocuparse de sí mismas, de su propia supervivencia económica. Y dada la enorme influencia que tienen sobre nuestra sociedad, en parte lo consiguen frenando e incluso deteniendo el avance de nuevas formas de conocimiento que posibiliten cambios beneficiosos para todos nosotros.

De este modo, la élite financiera, empresarial, política y religiosa -haciendo un uso legítimo de su poder- suele preservar el actual estado de las cosas con los medios y mecanismos de que dispone. El objetivo es conseguir que los miembros que forman parte de la sociedad impongan sobre las nuevas generaciones unas determinadas creencias, valores y aspiraciones con los que perpetuar el modo de funcionar del sistema, el cual -claro está- favorece a los intereses de dicha élite. De ahí que la función subyacente del statu quo sea que nada cambie.

Tal como explica el activista Peter Joseph en el documental Zeitgeist Addendum, ahora mismo contamos con la tecnología suficiente para obtener energía de un modo más limpio, abundante y sostenible. Sin embargo, la industria energética establecida -la que ostenta el poder hoy en día- promueve la creencia de que las energías renovables (solar, eólica, mareomotriz y geotérmica) no son suficientes para autoabastecernos como especie. Dado que apenas hemos desarrollado el inmenso potencial que estas energías renovables pueden ofrecernos -en parte porque son más caras que las convencionales-, dicha propaganda se utiliza para seguir perpetuando la estructura de lucro que sus diversas corporaciones han creado en torno a los medios de extracción tradicionales.

Este es uno de los motivos por los que los combustibles fósiles (el petróleo, el carbón y el gas natural) siguen siendo las fuentes de energía predominantes, por más que sean altamente contaminantes, escasas e insostenibles. Dado que el funcionamiento de la industria energética establecida está inspirada y regida por el afán de lucro en el corto plazo, este monopolio empresarial tiene miedo de reducir drásticamente su cuota de mercado y, por consiguiente, los beneficios económicos que posibilitan su supervivencia. De ahí que en la medida de lo posible trate de impedir el crecimiento de las energías renovables.

Cabe señalar que esta orientación patológica al propio interés -que promueve la competencia en detrimento de la cooperación y el bien común- es exactamente la misma en cualquier sector económico. De hecho, los diferentes lobbies (o grupos de poder) cuentan con la influencia y los medios necesarios para hacernos creer que "el actual estado de las cosas" es el único posible. Esta es su estrategia para justificar su presencia y prolongar su existencia, obstaculizando una manera alternativa y más evolucionada de organizarnos como sociedad y de relacionarnos con el medio ambiente que posibilita nuestra subsistencia.

Aunque es evidente que esta élite socioeconómica cuenta con una serie de mecanismos para preservar su poder, su influencia y su control sobre los individuos, en última instancia somos libres para tomar decisiones con las que construir nuestro propio camino en la vida. De ahí que si nada se transforma es porque -en primer lugar- la mayoría de nosotros nos resistimos a cambiar. En general no se nos ocurre cuestionar los fundamentos sobre los que se edifica la sociedad. Más que nada porque dicha actitud implicaría dar el primer paso hacia una dirección aterradora: cuestionarnos a nosotros mismos. Es decir, al sistema de creencias con el que fuimos condicionados, y con el que hemos creado nuestro falso concepto de identidad.

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