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La dificultad de ser mujer trabajadora

Existe un hecho observado muy extendido en la mayoría de los países de nuestro entorno, y también en nuestro país, con respecto a la brecha salarial por género: la diferencia en salario por hora trabajada aumenta a medida que comparamos hombres y mujeres de mayor cualificación. Este hecho ha dado en llamarse "techo de cristal", debido a que una vez que nos centramos en comparar hombres y mujeres de similares características en términos de capital humano y del tipo de trabajo que desempeñan, esta brecha salarial no desaparece. Por las características personales de hombres y mujeres parece que tal diferencia no debiera de existir, pero de hecho, está presente y además aumenta a medida que comparamos hombres y mujeres en puestos de trabajo más cualificados.

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La primera pregunta que debemos responder, en vista de este resultado, es por qué se produce esta brecha salarial. Para contestarla es necesario tener en cuenta que cuando se comparan hombres y mujeres sin cargas familiares (en su mayoría jóvenes), no se observan diferencias apreciables ni en participación laboral ni siquiera en salario hora. La diferencia fundamental empieza cuando los trabajadores se enfrentan a cargas familiares, bien sean hijos (en su mayoría) o cuidado de mayores dependientes. En este estadio del ciclo de vida, se observa que los hombres no sufren ningún tipo de "efecto negativo" en cuanto a su situación laboral, pero sin embargo, el efecto sobre las mujeres es muy fuerte, y además, permanente.

¿Cómo afectan las cargas familiares a las mujeres en el aspecto profesional? Se observa que las mujeres se van seleccionando hacia trabajos que, si bien presentan perfiles salariales menos crecientes, sin embargo, conllevan otro tipo de características positivas, como horarios compatibles con una vida familiar (sector público, educación). Este fenómeno se denomina "Mummy Track" en la literatura, e implica que las mujeres renuncian a una vía profesional más activa, a pesar de una alta cualificación en muchas ocasiones, para poder conciliar con la responsabilidad familiar.

¿Podría evitarse? Por supuesto. En primer lugar, debiera evitarse. La sociedad debe internalizar que los niños son un bien público de toda la sociedad, y no un bien privado fruto de un capricho de las mujeres que deciden tenerlos. A partir de ahí, los agentes sociales, que son quienes negocian las condiciones de trabajo (hombres en su mayoría tanto por la parte sindical como empresarial) debieran facilitar la adopción de trabajos con mejores horarios, en la medida de lo posible, jornadas continuas que posibiliten, como en los países de nuestro entorno, que padres y madres estén en casa cuando los niños salen de las escuelas.

Finalmente, la sociedad, en un momento en el que se está planteando un cambio de modelo productivo, con mayor peso en procesos productivos de mayor valor añadido, no puede permitirse el lujo de no aprovechar esta mano de obra, altamente cualificada, y que en las circunstancias actuales se ve obligada a renunciar a una vía profesional plena por no poder conciliar, dadas las circunstancias laborales de nuestro país, la vida laboral y la familiar.

Sara de la Rica es catedrática de Economía de la Universidad del País Vasco e investigadora de FEDEA.

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