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Agrocarburantes

Hasta ahora hemos usado los recursos naturales como si éstos fuesen ilimitados, sin imaginar que sólo se trataba de un préstamo y tal parece que el banco de la naturaleza pretende reclamar su devolución en el siglo actual. Hemos dilapidado los ahorros geológicos del planeta y con ello hemos afectado los equilibrios que nos permiten disfrutar del bienestar actual. Reparar los desaguisados no va a salir gratis.

Entre las alternativas emergen los agrocarburantes. Teóricamente, se trata de una forma relativamente asequible de sustituir el petróleo desde una fuente renovable de energía. Sin embargo, su cultivo compite con la producción de alimentos. Eso en un momento caracterizado por un incremento notable de la demanda desde nuevos países emergentes (China, India, etcétera). En suma, introducimos una restricción de oferta en un momento de fuerte incremento de demanda.

Las prisas son malas consejeras y puede que estemos buscando la solución en la fuente de nuevos problemas

En este contexto se están produciendo notables desajustes. Los precios de los cereales se han multiplicado de forma espectacular. Consecuentemente, se han incrementando los costes de la alimentación animal, tema especialmente sensible en Cataluña por la importancia de su ganadería intensiva. Finalmente, su repercusión en la tasa de inflación comienza a ser motivo de preocupación. Un reciente informe del Canadian Imperial Bank of Comerce decía: "La masiva política de desviación del maíz americano de la producción animal y del consumo humano hacia la producción de etanol ya ha producido enormes distorsiones en los precios agrícolas y amenaza incluso con mayores distorsiones si los patrones de uso del suelo continúan cambiando". Como dato: la alimentación representa directamente una cuarta parte de nuestro IPC.

Las causas de este desbarajuste de precios son múltiples, entre ellas factores coyunturales y otros de corte meramente especulativo. Pero, a largo plazo, todos los síntomas nos llevan a pensar que estamos ante una modificación de las bases estructurales de los precios agrícolas a partir del efecto sumado del incremento de la demanda mundial y de las sensibles limitaciones de oferta alimentaria propiciados por la producción de agrocarburantes y las previsiones anunciadas de su expansión en los próximos años. Es difícil suponer que no vayan a producirse serios desajustes por el incremento generalizado de agrocarburantes en el mundo, cuando el propio USDA (Departamento de Agricultura de Estados Unidos) prevé que en los años 2009 y 2110 el 30% de la producción de maíz de Estados Unidos (que produce el 38% de la producción mundial) se destinará a producir etanol, y a esta llamada a incrementar la producción de agrocarburantes se han sumado también la Unión Europea y los grandes países.

Parece querer allanarse el camino de la diversificación de las fuentes de energía, ante la necesidad de dar respuesta urgente a los riesgos derivados del entorno geopolítico actual. Pero las prisas son malas consejeras y puede que estemos buscando la solución en la fuente de nuevos problemas, soslayando aspectos cruciales tales como las repercusiones en el proveimiento alimentario o la previsible deforestación en países en desarrollo que deseen ampliar su base productiva.

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No obstante, es acertado pensar que para restablecer los equilibrios ambientales deberemos contar con la fábrica biológica de la que ya disponemos, que es la naturaleza. Y con la agricultura como gestora de su uso. Ahora bien, el camino debe contar con unos objetivos que miren el más largo plazo, la serenidad necesaria, transparencia en su desarrollo, algunas importantes renuncias y las herramientas apropiadas. Hasta ahora la tecnología ha posibilitado grandes progresos en productividad, pero también en sostenibilidad. Se trata de la mejor herramienta de futuro para abordar los retos de la biotransformación respetando los necesarios equilibrios, entre los que el alimentario se encuentra en primer lugar como factor limitativo y clave de los desajustes. En cualquier caso, deberemos recuperar la sensatez hacia un modelo de desarrollo sostenible situando a la agricultura en la línea de salida de nuestras preocupaciones estratégicas.

Francesc Reguant es economista

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