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Barcelona, aturdida por el ruido

El 84% de las denuncias a la Guardia Urbana en la ciudad son por alboroto - Los turistas se quejan de que el jaleo es lo peor de la capital catalana

El ruido. Esto es lo que más trabajo da a la Guardia Urbana de Barcelona. Entre enero y mayo de este año, la policía recibió en la línea del 092 un total de 17.640 llamadas de ciudadanos (el 84% de las quejas) que no podían dormir por culpa del jaleo de la calle, el bar o el vecino. Y no solo los habitantes de la ciudad se quejan. Para los turistas, lo peor de la capital catalana no son los precios ni los robos de carteras. Es el bullicio, según reveló la última encuesta de Turismo de Barcelona.

Pasear por La Rambla llena de visitantes es complicado. Vivir cerca requiere ser inmune al alboroto. Para caminar hasta el mercado de la Boqueria hay que sortear a los cientos de turistas que curiosean en los puestos de recuerdos y evitar a los grupos que se paran a mirar las estatuas humanas o los espectáculos improvisados de bailarines. Hay que tener la paciencia a prueba de bombas, igual que los oídos. Según una medición realizada por este diario en la calle con un sonómetro (a modo de ejemplo y sin pretensiones científicas), a medianoche todavía se pueden registrar entre semana 70 decibelios en esta vía. El límite a estas horas, que por tratarse de una zona turística es más alto de lo normal, es de 60 decibelios, el tope que la Organización Mundial de la Salud (OMS) señala como adecuado para no generar daños auditivos.

La Rambla supera los límites que fija la Organización Mundial de la Salud

El Raval, que se ha convertido en un punto de atracción turística por su oferta de ocio nocturno, es una zona protegida, por lo que según la ordenanza de medioambiente vigente y como explica la jefa del departamento de Control y Reducción de la Contaminación Acústica del Ayuntamiento, Arantxa Millas, de día no se pueden sobrepasar los 65 decibelios, y de noche, los 55. La norma se cumple, en general, de 7.00 a 22.00 horas, pero se registran cerca de 65 decibelios (de media entre la Rambla del Raval y Sant Pau, Hospital, Sant Ramon...) pasadas las once de la noche.

En los alrededores del templo de la Sagrada Familia, por la noche reina el silencio, solo roto por alguna ambulancia. Pero a las diez de la mañana un día laborable se registran 70 decibelios, que suben en picos de entre 5 y 10 decibelios más cada vez que suena el claxon de las grúas que trabajan en su eterna construcción o llegan autobuses de turistas o camionetas para descargar material. El ruido no para ni el fin de semana. El pasado sábado aprovecharon la mañana de descanso de los obreros para llenar de escombros y hierros inservibles contenedores metálicos.

Los mismos puntos anteriormente citados, en el mapa de ruido oficial de la ciudad, elaborado por el Ayuntamiento en 2008, tienen cifras algo distintas. La Sagrada Família tiene de día una media de 60 decibelios. Igual que La Rambla. En el Raval de noche, oficialmente, hay entre 55 y 60. Uno de los principales motivos para los desfases entre sus valores y los que ha registrado este periódico puede guardar relación con que el mapa oficial incluye solo mediciones con valores medios y sostenidos.

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3El mapa que elabora el Ayuntamiento de Barcelona se centra en el tráfico y el bullicio habitual. Si una calle la perforan con un martillo neumático, no computa. Tampoco el estruendo de una moto con el tubo de escape modificado para hacer más ruido, una persona que tira cristal en un contenedor de reciclaje en plena noche o los gritos nocturnos de borrachos. Aun así, concluye que el 18% de los barceloneses conviven con una contaminación acústica excesiva.

En el caso de Gràcia, en el plano oficial las plazas no están "zonificadas", según explica un técnico del Ayuntamiento, porque no pasan coches ni vive gente en medio de ellas, de manera que se tiene en cuenta la medición de las calles que dan a la plaza. Según el mapa, en la plaza del Sol hay de media entre 60 y 65 decibelios. Un viernes a medianoche, con un centenar personas haciendo botellón y varias terrazas abiertas, se registraban entre 70 y 75 decibelios.

La diferencia entre las mediciones del Ayuntamiento y la percepción de ruido que tienen los vecinos es lo que destaca Jordi Giró, vicepresidente de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona (FAVB). Giró expone el caso de los helicópteros turísticos que sobrevuelan a unos 150 metros de altura zonas como el parque Güell, las playas o Montjuïc. Según dice, los impactos de esta contaminación auditiva no se valoran, pero la molestia está ahí.

A veces denunciar da resultado. Les ha ocurrido a los vecinos del paseo de Taulat, en el Poblenou. Los vecinos de los bloques aledaños a la nueva sede del Banco de Sangre y Tejidos de Cataluña debían usar tapones para dormir y cerrar las ventanas en pleno verano. El ruido constante del sistema de refrigeración del edificio no los dejaba descansar. Rafael Folk, que vive en la quinta planta de uno de los inmuebles afectados, incluso cambió la distribución del piso. "Hemos tenido que irnos a dormir al salón, al otro lado de la casa, y cerrar todas las ventanas", lamentaba hace dos semanas. Este periódico midió con un sonómetro la intensidad del ruido que llegaba a su balcón continuamente: 65 decibelios a las once de la noche.

Los vecinos se quejaron al Gobierno catalán y la semana pasada el Consorcio de la Zona Franca de Barcelona, promotor de la obra, comenzó a instalar pantallas que absorben el ruido de los aparatos de refrigeración. "Se seguirá oyendo, pero se supone que mucho menos", asegura ahora Folk, resignado.

El Ayuntamiento asegura que la reducción del ruido es una prioridad. Ha invertido 17 millones de euros en el Plan para la Reducción de la Contaminación Acústica 2010-2011. El tijeretazo en las cuentas públicas no ha afectado a este programa, que destina ocho millones a la pavimentación sonorreductora. De momento, no hay alteraciones en el calendario. De los 11 millones de metros cuadrados de calzada que hay en Barcelona, 3,5 -un 32%- ya incorporan este pavimento, que reduce el ruido del tráfico entre tres y cinco decibelios.

Para los ruidos que no tienen relación con el tráfico, el Ayuntamiento prepara una nueva Ordenanza General de Medio Ambiente Urbano. El texto es mucho más restrictivo que la norma vigente, de 1998. La quinta teniente de alcalde de Medio Ambiente, Imma Mayol, explicó en la presentación del borrador que la normativa permite "una base legal para futuras políticas ambientales más prohibitivas".

Cuando entre en vigor la ordenanza, no se podrán rebasar los 70 decibelios en ninguna zona, habrá un límite de contaminación acústica en una nueva franja horaria -de 21.00 a 23.00- y se rebajarán cinco decibelios los niveles de ruido permitidos. Según el borrador de la ordenanza, se prohibirá tirar botellas de vidrio al contenedor entre las 22.00 y las 8.00. La sanción por incumplirlo es de hasta 1.800 euros, la misma que se impondrá a quienes dejen solos en casa durante más de 12 horas a los animales domésticos que puedan molestar a los vecinos. Poner música alta en un coche con las ventanillas bajadas será considerada una falta grave, multada con hasta 9.000 euros.

El texto también restringe el ruido en conciertos al aire libre. El Ayuntamiento obligará a instalar limitadores acústicos conectados a un centro de control municipal en todas las actividades -con sistemas de sonido amplificado- que se hagan a menos de 50 metros de zonas habitadas. La medida se aplicará a las fiestas mayores -ya se ha probado en Gràcia y Sants- y a los conciertos del Camp Nou.

La actual Ordenanza de Civismo ya castiga el ruido con multas, cuya efectividad se desconoce. Según el Ayuntamiento, desde que entró en vigor, en 2006, hasta mayo de este año hubo 236.982 llamadas al 092 para denunciar alborotos, de las cuales 23.947 acabaron con multas.

Esta información ha sido elaborada por Cristina Delgado, Camilo S. Baquero y Anna Flotats.

Solo los mimos guardan silencio

El barrio de Gràcia es famoso por sus plazas. De día las llenan los vecinos. Por las noches, especialmente los fines de semana, jóvenes de toda la ciudad. Algunos acuden a las terrazas de los bares, pero otros se conforman con sentarse en el suelo y comprar latas de cerveza a vendedores ambulantes.

En la plaza del Sol, una de las más concurridas del barrio, hace dos semanas este diario registró a medianoche 70 decibelios. Lejos quedan los 55 decibelios que deberían registrarse como máximo al tratarse de una zona residencial.

Cinco días después de esta medición, el Ayuntamiento anunció la campaña contra el ruido que genera el ocio nocturno en la calle. Para bajar el volumen a los visitantes de Gràcia y Ciutat Vella, el Consistorio ha contratado a un grupo de 16 actores profesionales. Son mimos que tratan de recordar al gentío que tras los balcones que dan a la plaza hay gente que intenta dormir. Solo ellos guardan silencio.

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