_
_
_
_
_
Reportaje:

Barcelona, capital de las 'manis'

La ciudad acoge cada día cuatro manifestaciones - El 60% son ilegales y un tercio, de riesgo

A Barcelona le va la marcha. Su alma reivindicativa gusta mucho de calle, pancarta y megáfono. La ciudad acoge cada día una media de cuatro manifestaciones. Un nivel de movilización que la sitúa a la altura de cualquier gran urbe occidental. De las 1.300 manis y concentraciones registradas el año pasado, el 60% fueron ilegales: sus convocantes no pidieron permiso a la policía. Son las más peligrosas para el orden público: en una de cada tres interviene la Brigada Móvil (antidisturbios) de los Mossos d'Esquadra.

Hay movidas para todos los gustos. Algunas se han convertido en clásicos. Por ejemplo, la de los Peones Negros, que el día 11 de cada mes se reúnen en la plaza de Sant Jaume. "Ya ni se cubren, porque sabemos que no dan problemas", precisa el jefe de la Brigada Móvil, intendente Antoni Flores. Otras van en función de circunstancias concretas: las protestas de los vecinos de la Vall d'Hebron contra la narcosala -que cada semana, durante meses, intentaron cortar la Ronda de Dalt- o los encuentros multitudinarios de la plataforma V de Vivienda.

Los manifestantes no pueden, por lo general, bajar por La Rambla

Asociaciones de vecinos (20%), sindicatos (15%) y colectivos antisistema (otro 15%) son los que más se echan a la calle. En 2007, sólo siete manifestaciones acabaron en incidentes graves. La última, en noviembre, cuando 1.000 skins antifascistas arrasaron el centro de la ciudad. La policía cargó, pero no pudo evitar destrozos. A juicio de unos, fueron demasiado blandos; otros opinaron que demasiado duros. "Nunca se resuelven a gusto de todos", bromea Flores.

¿Cómo se gestiona una mani de riesgo para permitir expresar cualquier idea y al tiempo evitar disturbios? "La clave es el equilibrio, saber cuándo toca disolver y hacerlo con la mínima fuerza indispensable. Si cargas porque hacen unas pintadas, puede ser peor el remedio que la enfermedad", alerta el intendente. La Dirección General de Policía decide antes de la protesta sobre el recorrido. Los usos actuales indican que ninguna manifestación puede bajar por La Rambla, y que debe evitarse el Raval. Sus callejuelas facilitan el desmadre. "En caliente, el único que decide es el máximo mando policial; al político se le informa y ya está", dice Flores.

Pero el trabajo previo lo es todo. La división de información se entera de cómo irá una concentración espontánea o no comunicada oficialmente. La policía autonómica analiza cuántos agentes pueden ir para evitar el conflicto.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Flores se reúne una vez por semana con, entre otros, el inspector Josep Saumell, director de Recursos de Barcelona. Hay tantas manifestaciones que hay que organizarse. Su ordenada agenda las prevé todas. Se trata de "jugar con lo que tienes". Cuando coinciden varias manifestaciones en un día, el movimiento es "como el de una coreografía". Por ejemplo, hay que evitar que sindicatos enfrentados se encuentren en el recorrido. A veces, el riesgo no viene tanto por el colectivo, sino por quienes quieren hacerle daño: en la última movilización del colectivo judío, la policía estuvo más pendiente de posibles ataques de neonazis o de grupos musulmanes.

"El nivel de violencia en las manifestaciones es relativamente bajo, aunque hay colectivos que buscan el choque con la policía". En las manifestaciones ilegales también hay espacio para las sorpresas: los agentes constatan que, a menudo, los convocantes no piden autorización por ignorancia, no por buscar conflictos.

Saumell tiene una visión panorámica desde su despacho de la calle de Bolívia. Y advierte de que, en épocas de crisis económica como la presente, las movilizaciones se multiplican. El trabajo policial, también, aunque a veces los vaivenes se explican por cuestiones más banales: "Si los okupas de Gràcia tienen espacio propio para las fiestas, estate tranquilo, si no...". También cuenta la época del año. Con los universitarios de exámenes, hay pocas manis. "La cosa baja por Sant Joan, y en verano ya casi para en seco. Eso sí: el 1 de septiembre tienes al primer manifestante en la plaza de Sant Jaume", bromea.

Guerrilla frente a orden

El intendente Flores opina que si los alemanes perdieron la II Guerra Mundial, fue en parte porque emplearon la misma táctica para invadir Francia que Rusia. Por eso, cree en la innovación. Frente a las tácticas de guerrilla de ciertos colectivos cada vez más coordinados, la formación ordenada de los agentes antidisturbios. "Aquí nadie actúa por su cuenta", dice Flores.

Los policías acaban conociendo muy bien a sus enemigos, por seguir el símil militar. "Pero también al revés. Nos conocen y tenemos que aplicar diferentes tácticas". Desde crear una anilla alrededor del colectivo para impedirle avanzar, hasta quedar en un segundo plano para que la presencia policial no encrespe los ánimos. "Por desgracia, hay manifestantes que sólo buscan la foto del policía malo que levanta su porra y reprime", lamenta.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_