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Columna
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Bicentenario de Balmes

"En los párrafos balmesianos que acabamos de transcribir, ¿quién no ve como delineada la silueta moral de nuestro actual jefe del Estado, el Generalísimo Franco, y quién no ve, asimismo, la concordancia entre los conceptos fundamentales en dichos párrafos contenidos y el pensamiento del excelso Caudillo, reiteradísimamente expresado?". Así deliraba, en una conferencia en Vic en 1939, Ferran Valls i Taberner. Habían hecho de Jaume Balmes un maître à penser de la ultraderecha católica española. La revista Acción Española, fundada durante la República con la finalidad confesada de legitimar moralmente la rebelión, reproducía textos suyos. Según Raúl Morodo, especialista en aquella revista y el grupo político homónimo, sus tres grandes maestros fueron Balmes, Menéndez y Pelayo y Vázquez de Mella, y, en menor medida, Donoso Cortés.

Pío IX le llegó a consultar sobre el nacionalismo, que en mayo del dramático 1848 amenazaba a los Estados Vaticanos

El bicentenario del nacimiento de Balmes, el próximo 28 de agosto, me lleva a recordar lo que realmente fue. Cuando la gran mayoría de obispos y clero identificaban la religión con el carlismo y la guerra santa, Balmes propugnó la pacificación mediante el matrimonio de Isabel II con el pretendiente Carlos VI. Fundó en Madrid un partido, monárquico pero no absolutista, católico pero no integrista, y con marcada preocupación social y educativa. Fracasó totalmente en el campo estrictamente político, pero inició, al menos en Cataluña, una línea de pensamiento católico abierto y moderado, que continuará con los obispos Morgades y Torras i Bages y, una generación más tarde, con Carles Cardó y Lluís Carreras.

Seguía el pensamiento contemporáneo con sus infatigables lecturas, los repetidos viajes y la estrecha relación con lo más destacado de la intelectualidad católica europea: Wiseman, Chateaubriand, Affre, Veuillot, Lacordaire, Montalembert. El nuncio en Bruselas, Pecci (futuro León XIII), le ofreció una comida con asistencia de los católicos belgas más notables. Pero lo más significativo de Balmes es su posición ante Pío IX. El cardenal Mastai-Ferretti tenía fama de liberal y, cuando en 1846 fue elegido Papa, cuentan que Metternich exclamó: "¡Todo lo había previsto en el Congreso de Viena, menos un Papa liberal!".

Los integristas españoles se enfurecieron con las noticias de sus primeras reformas: amnistía de presos políticos, otorgamiento de una constitución, creación de la Consulta (cámara deliberante elegida por sufragio universal, aunque censitario), nombramiento de un seglar, el conde Rossi, como jefe del gobierno, etcétera. Los demócratas italianos lo vitoreaban y algunos esperaban que encabezaría la unidad nacional, pero en España se rezaba por la conversión del Papa. Fue entonces cuando Balmes, en diciembre de 1847, probablemente por indicación del delegado apostólico Brunelli, salió en defensa del Papa con su Pío IX. Decía el mejor conocedor de Balmes, el P. Ignasi Casanovas, S. J., que aquella obra cayó como una bomba en el campo de los católicos españoles, y que todas las murmuraciones que en secreto corrían contra el Papa se volvieron descaradamente contra Balmes, "el cual quedó solo, amargado y herido de muerte al verse tratado como un hereje por haber defendido al Papa".

Pero en 1848 estallaron revoluciones en toda Europa, incluidos los Estados Vaticanos. El conde Rossi fue asesinado, el Papa tuvo que huir a Gaeta, y cuando las potencias europeas lo restablecieron en su poder, abjuró de su liberalismo, se unió a los monarcas absolutistas para atajar la marea revolucionaria y en el Syllabus condenó todas las doctrinas progresistas.

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El alto concepto que Pío IX tenía de Balmes aparece en la consulta que le hizo sobre el nacionalismo, que amenazaba a los Estados Vaticanos. En mayo de aquel dramático 1848, por medio del delegado apostólico en Madrid, hizo llegar confidencialmente a Balmes la siguiente consulta: "Se pregunta qué hay que pensar de los derechos de nacionalidad y de independencia, que se dice que son inalienables e imprescriptibles, y, suponiendo que se tuvieran que admitir, cuándo y cómo se deberían ejercer". La respuesta de Balmes nos habría hecho conocer su pensamiento auténtico, sin los condicionamientos de cuando se dirigía al público de Madrid o cuando tenía que hacer apologética del catolicismo (o de la política vaticana), pero Balmes se hallaba ya en tan avanzado estado de su tisis que se excusó de cumplir el encargo papal y murió la noche del 8 al 9 de julio de 1848. El 28 de agosto habría cumplido 38 años.

Hilari Raguer es historiador y monje de Montserrat

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