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Cae una red de proxenetas que controlaba la prostitución de nigerianas en La Rambla

La mujer que denunció a la red fue apaleada y su madre apareció muerta

Jesús García Bueno

Diana acudió a los Mossos d'Esquadra en mayo del año pasado porque ya no podía soportar más desgracias. Después de recibir una brutal paliza que la mantuvo ingresada en el hospital; después de que su madre apareciese muerta en extrañas circunstancias en Nigeria, y después de tres años tratando de saldar una deuda de 50.000 euros con la organización que la trajo a España y la obligaba a prostituirse, la mujer denunció su caso. El resultado es que, nueve meses después, la policía autonómica ha desarticulado una mafia nigeriana de proxenetas que controlaba parte de la prostitución callejera en Barcelona.

El pasado verano, la prostitución agresiva en las calles de Barcelona -en especial, en el paseo de La Rambla y el casco antiguo- levantó una fuerte polvareda. Algunas prostitutas africanas, como Diana (el nombre es supuesto) se abalanzaban sobre los turistas para llevárselos a algún rincón y, si podían, les robaban la cartera. La investigación policial ha puesto de manifiesto que aquellos hurtos tenían una razón ulterior: las mujeres debían afrontar el pago de grandes sumas de dinero a las mafias que las trajeron de Benin City -con estancias insalubres en las costas de Marruecos y Libia- con la promesa de que, una vez en España, trabajarían como peluqueras.

Las chicas debían saldar una deuda de 50.000 euros para ser liberadas

La banda ahora desarbolada (hay nueve detenidos; ocho han ingresado en prisión) controlaba a medio centenar de mujeres, según la policía. Eso es más o menos la mitad de las prostitutas subsaharianas que trabajan en Barcelona. La situación insostenible del pasado verano, jalonada por las críticas de vecinos y oposición, obligaron a las administraciones a sacar a la policía a la calle. Muchas prostitutas se vieron obligadas a marcharse y su paradero era una incógnita. Hasta ayer. El inspector Jordi Ollé, jefe del crimen organizado de los Mossos, desveló que la mayoría de mujeres habían marchado -a Málaga, al sur de Francia, a Italia- aunque otras se quedaron ejerciendo la prostitución de forma discreta.

Ollé desgranó los detalles de una investigación que se ha prolongado nueve meses y que ha desarrollado la Unidad Central de Tráfico de Seres Humanos. Las víctimas eran captadas en Nigeria a través de protectores. Éstos organizaban, con la ayuda de un brujo local, ceremonias de vudú. Con escaso nivel de formación y procedentes de zonas rurales, la mayoría de chicas cree en el poder de los espíritus. La banda usaba esa creencia para someter la voluntad de las mujeres y garantizar su silencio. Si rompían el pacto no escrito de fidelidad, argumentaban, los espíritus podían hacerles daño a ellas y a sus familiares más directos.

Las amenazas llegaron a consumarse. Y no precisamente por intervención divina. La banda reunía datos de los familiares de las chicas para atacarles en caso de impago. Los Mossos han constatado diversas palizas, el secuestro de un menor de edad e incluso el presunto asesinato de la madre de la testigo protegida. Las autoridades de Nigeria, sin embargo, informaron de que se trató de una muerte natural.

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Tras un penoso viaje en coches y camiones hasta el norte de África, los protectores daban el relevo a los guardianes, encargados de organizar el paso del estrecho de Gibraltar en patera. Una vez en Barcelona, saltaba la sorpresa. Los nueve individuos detenidos el martes de madrugada -hombres y mujeres de mediana edad- informaban a las víctimas de que debían satisfacer el pago del viaje (entre 40.000 y 50.000 euros, según los Mossos) en seis meses. El móvil de la banda era exclusivamente económico. Lo demuestra el hecho de que "una de las chicas, por circunstancias excepcionales, pudo pagar sin necesidad de prostituirse y la dejaron en paz", detalló el inspector.

Apaleadas, desamparadas y bajo una doble amenaza (simbólica, la del vudú; real, la de las represalias en Nigeria) las chicas vivían "sometidas a estrecha vigilancia", sobre todo los primeros meses de estancia. Trabajaban en La Rambla, pero también en los alrededores del Camp Nou, en la calle de Wellington (cerca del parque de la Ciutadella) y en la zona de Glòries, así como en áreas industriales de Mataró. "Se prostituían durante todo el día. La misma chica que por la mañana estaba en la Rambla podía irse de noche a Mataró", subrayó Ollé.

Pero ni siquiera una jornada completa basta para pagar tanto dinero en tan poco tiempo. De modo que la vinculación a la banda, a menudo, se alargaba mucho más allá de los seis meses. Diana, por ejemplo, llegó a Barcelona en 2006 y aún no había reunido todo el dinero. Lo que ella explicó en comisaría ha resultado ser cierto al 100% y, tras las detenciones, otras tres chicas se han atrevido a dar el paso y prestar declaración. Pero para la mayoría, la sombra del vudú y el recuerdo de las palizas siguen pesando demasiado.

Algunas mujeres liberadas siguen ejerciendo la prostitución. "Después de tres años haciendo lo mismo, debe de ser difícil salir", dijo Ollé. Además de cursar una orden de detención internacional contra la rama nigeriana de la banda (protectores, guardianes y demás) los Mossos trabajan ahora para buscar una salida a las chicas. Una treintena de chicas están identificadas y localizadas y se les pondrá en contacto con asociaciones de ayuda. Hasta ahora, no había sido posible porque "habría perjudicado a la investigación". También la redada conjunta del verano pasado (la Operación Llacuna) "entorpeció un poco", ya que dispersó a las mujeres cuando la investigación de los Mossos sobre la trama estaba en marcha. "Pero era necesario desde el punto de vista de la seguridad ciudadana y no pasa nada", defendió Ollé.

En la operación del martes, los agentes hallaron listados de tarifas y la contabilidad de las chicas, así como objetos que habían comprado a través de Internet con las tarjetas de crédito robadas por las jóvenes a los turistas incautos.

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Sobre la firma

Jesús García Bueno
Periodista especializado en información judicial. Ha desarrollado su carrera en la redacción de Barcelona, donde ha cubierto escándalos de corrupción y el procés. Licenciado por la UAB, ha sido profesor universitario. Ha colaborado en el programa 'Salvados' y como investigador en el documental '800 metros' de Netflix, sobre los atentados del 17-A.

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